Ecos Profanos

VIII- “La Tragedia de los Seres Imperfectos”

En el frío taller de la vida, las tablas yacían dispersas, desprovistas de propósito, de forma y destino. No
eran mesas, solo fragmentos, esperando la mano que las moldeara, el alma que las hiciera útiles. Así
vivimos, bajo el yugo del poder, entes defectuosos, incompletos, condenados a la ruina.

Las élites, en su trono dorado, determinan qué es y qué no es, imponiendo su verdad sobre los seres que
apenas logran subsistir. Una mesa es mesa cuando sirve al amo, cuando sostiene su banquete, cuando su
firmeza permite la escritura de leyes que perpetúan la opresión. La mesa perfecta es símbolo del dominio,
su utilidad esclaviza a las tablas sueltas, las fuerza a una forma, a una función que nunca eligieron.

Cuchillos que no cortan, casas que no refugian, barcos que se hunden, todo lo imperfecto es desechado,
tachado de ser. En este mundo, la perfección no es sino un lujo, un privilegio reservado para aquellos que
dictan las normas de la existencia. Los seres defectuosos, los marginados, nunca alcanzan esa madurez, ese
reposo en la actividad, esa entelékheia de la que Aristóteles habla con reverencia.

Nos movemos en una danza constante, forzados a buscar una forma que nos escapa, una razón de ser que
nunca llegamos a cumplir. Las élites observan desde su atalaya, determinando nuestro valor, nuestro ser,
en base a su conveniencia. Existimos, pero no somos, atrapados en un devenir que no nos pertenece, en un
esfuerzo perpetuo por alcanzar una perfección que nos es negada.

La madurez, la belleza, la culminación de nuestro ser, son quimeras en el horizonte, reservadas para
aquellos que ya tienen el poder, el control. Nosotros, seres defectuosos, ruinosos, flotamos en un mar de
incertezas, luchando por no hundirnos, por encontrar un propósito en un mundo que nos niega nuestra
entelékheia.

Así, la verdadera tragedia no es la imperfección, sino la imposición de un estándar inalcanzable, un ideal
que perpetúa la dominación. Las élites oscuros y perversas, en su reposo, en su actividad, sostienen la
ilusión de la perfección, mientras nosotros, las tablas dispersas, buscamos un lugar, una forma, un ser que
quizás nunca alcancemos.



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En el texto hay: porcinopoesia, mra

Editado: 01.09.2025

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