Ahora mismo y aquí, solo pasando la vista.
Un hombre joven –no llegará a treinta–, polo verde, cabello completo, bien parecido, espera en su silla de
ruedas turno en el café. ¡Ah, las ironías de la vida! Un joven con toda la pinta de triunfador, esperando
que le sirvan una miserable taza de café, atrapado en una silla de ruedas. ¿Qué tiene que decir la filosofía
risomática sobre esto? Nada, absolutamente nada. ¿Por qué? Porque para la filosofía risomática, la vida
no es más que una serie de conexiones superficiales, sin sentido ni profundidad. Todo es una jodida red de
raíces que se entrelazan sin rumbo, sin propósito.
A su lado, un hombre mayor, de barba, sostiene un cello con su funda en una mano y en la otra golpea un
sobre grande contra su pierna. Otro personaje de esta tragicomedia absurda que llamamos vida. Un viejo
músico, cargando con el peso de sus sueños rotos, golpeando un sobre como si eso le fuera a devolver el
tiempo perdido. Pero claro, para la risomática, esto es solo otra “conexión”. ¡Vaya mierda de filosofía!
¿Dónde está el sentido? ¿Dónde está la historia, la lucha, el dolor, el jodido significado de todo esto?
La chica universitaria, ojos grandes y jeans, que pasó vendiendo marcapáginas de Borges, ya va lejos entre
las mesas. Aquí tenemos a la joven idealista, atrapada en el mundo de las letras, intentando ganarse la vida
con marcapáginas de Borges. ¡Qué ironía! Borges, el maestro de los laberintos, cuyos escritos reflejan la
complejidad de la existencia, reducidos a un puto marcapáginas. Pero, ¿le importa esto a la risomática?
Claro que no. Para ellos, la vida de esta chica no es más que otro nodo en su jodida red.
El repartidor de propaganda parado junto al altavoz es gordito, tiene rastas y parece un oso de peluche
renegrido por la intemperie. Y aquí está nuestro último personaje, el repartidor de propaganda, una figura
casi patética, degradada por la vida, con rastas y aspecto de oso de peluche sucio. ¿Dónde está la dignidad
en todo esto? ¿Dónde está el reconocimiento de su humanidad? Para la risomática, este tipo es solo otra
raíz enredada en su puto esquema sin sentido.
Demasiadas vidas de las que no se sabe nada. Y de la propia, tampoco. Ésa es la vida de un poeta. Ahí
está, el gran fracaso del poeta. Nos pasamos la vida observando, describiendo, intentando capturar la
esencia de estas vidas, solo para darnos cuenta de que no sabemos una mierda. No sabemos nada de ellos,
y tampoco sabemos nada de nosotros mismos. Todo lo que hacemos es maldita poesía vacía, palabras
bonitas sin sustancia. La risomática nos quiere convencer de que la vida es solo una red de conexiones
superficiales, pero la verdad es que es un puto caos de sueños rotos, luchas invisibles y significados
perdidos.
Así que aquí estamos, en este café, rodeados de demasiadas vidas, demasiadas historias que nunca
conoceremos, atrapados en una jodida red sin sentido, intentando encontrar algún significado en este caos.
Pero, tal vez, solo tal vez, el verdadero fracaso no es del poeta, sino de la puta filosofía risomática que
intenta reducir todo a una conexión superficial sin entender la profundidad del sufrimiento humano.