Oh, las paradojas! ¡Qué maravilla! ¡Qué herramienta tan útil para reflexionar sobre la vida y resolver
dilemas existenciales! Desde tiempos inmemoriales, los filósofos han implementado estas pelotudeces para
ampliar nuestra perspectiva y cuestionar todo aquello que jamás nos habríamos preguntado.
Y así, en el año 100 d.C., el gran Mestrius Plutarchus nos dejó una joya de la estupidez humana: la teoría
del barco de Teseo. ¡Qué duda existencial más profunda! Cambian las tablas, ponen otras nuevas, y uno se
pregunta: ¿Sigue siendo el mismo barco? ¡Qué dilema tan crucial para nuestra vida cotidiana! ¡Cómo no
nos habíamos dado cuenta de su relevancia!
Heráclito, con su “ningún hombre cruza el mismo río dos veces”, y Aristóteles, con sus cuatro pilares
básicos, nos iluminan con sus profundas reflexiones. Porque claro, discutir si un barco es el mismo o no
después de cambiar todas sus partes es fundamental para entender el universo. ¡Qué manera de perder el
tiempo, señores!
La puta madre, qué paradoja más pelotuda. Cómo carajo puede ser que todavía estemos perdiendo el
tiempo con estas boludeces filosóficas desde tiempos inmemoriales. ¿Reflexión implementada por los
filósofos? ¡Dejate de joder! Estas cagadas lo único que logran es que sigamos dandole vueltas a dilemas
que, sinceramente, no tienen una puta relevancia en nuestras vidas cotidianas. Nos venden esta mierda
como si fuera la clave para entender el universo, pero la verdad es que son solo excusas para no enfrentar
la realidad como es.
¡Mirá vos, el griego Plutarchus con su teoría pelotuda en el año 100 d.C.! Gran abanico de dudas
existenciales, mis huevos. ¿Y qué mierda lograron con todo ese debate? Nada, absolutamente nada. Nos
dejaron una boludez milenaria que seguimos discutiendo sin llegar a ninguna conclusión que nos sirva en
el día a día. ¡Que se vayan todos a cagar!
El puto barco de Teseo, qué carajo importa si sigue siendo el mismo barco o no. Cambian las tablas,
ponen otras nuevas, ¡y la vida sigue igual! Pero no, claro, los filósofos se pusieron a pajearse mentalmente
con esta huevada. ¿La incógnita crucial? ¡Increíble! ¿Estamos en presencia de un objeto completamente
nuevo? ¿A quién le importa? Mientras el barco siga a flote, no necesito saber si es el mismo de antes o no.
Heráclito con su “ningún hombre puede cruzar el mismo río dos veces” y Aristóteles defendiendo sus
cuatro pelotudos pilares básicos. ¡Qué manera de perder el tiempo! Uno te dice que no es el mismo barco y
el otro que sí, que el diseño y el propósito se mantienen. ¿Y qué? ¿Nos solucionaron algo con eso? Nada.
¡Una tremenda pelotudez!
Dicen que esta pregunta filosófica es una herramienta en la actualidad, ¡pero qué herramientas ni
herramientas! Solo sirve para que algunos se sigan masturbando intelectualmente mientras el resto de
nosotros tratamos de sobrevivir en un mundo que se cae a pedazos. Reflexionar sobre nuestra identidad
personal y social, ¡por favor! Dejémonos de joder con estas boludeces y empecemos a enfrentarnos a los
problemas reales.
. ¡Que se metan las paradojas en el orto y nos dejen en paz!