En Buenos Aires, las estaciones del subte son testigos silenciosos de miles de historias, pero entre ellas, hay una que envuelve a todos en una atmósfera de tristeza y misterio: la leyenda de Mateo, el niño que se perdió en el subte y nunca fue encontrado.
En el verano de 1998, una familia llegó a la ciudad para disfrutar de sus vacaciones. Mateo, un niño de apenas seis años, era muy curioso y le encantaba explorar. Un día, mientras su madre lo llevaba de paseo, decidieron tomar el subte para visitar un museo en el centro. La estación Catedral estaba llena de vida, con el ruido de las conversaciones y el eco de los trenes que entraban y salían.
Al bajar las escaleras, Mateo, emocionado, soltó la mano de su madre para acercarse a un grupo de músicos callejeros que tocaban en la plataforma. Su madre, al darse cuenta de que lo había perdido de vista, comenzó a llamarlo, pero el bullicio hacía difícil que su voz se escuchara. En un instante, Mateo se desvaneció entre la multitud.
Los minutos se convirtieron en horas mientras la madre buscaba frenéticamente a su hijo. A pesar de la búsqueda exhaustiva por parte de las autoridades y la comunidad, no había rastro de Mateo. Su imagen quedó grabada en las noticias, pero a pesar de los esfuerzos, el niño nunca fue encontrado.
Con el paso del tiempo, la tragedia se fue desvaneciendo de la memoria colectiva, pero algunos trabajadores del subte comenzaron a contar historias extrañas. Decían que, en ciertas noches, especialmente durante los inviernos fríos, se podía escuchar la voz de un niño llamando a su madre. Los empleados que trabajaban en el turno nocturno afirmaban haber oído un susurro que resonaba en los túneles: "Mamá, ¿dónde estás?"
El primero que escuchó la voz fue Juan, un conductor veterano. Esa noche, mientras su tren avanzaba por un tramo poco transitado, un escalofrío lo recorrió cuando oyó el llanto de un niño. Inquieto, se detuvo y salió de la cabina, pero solo había silencio. Al volver al tren, sintió que algo lo observaba, y el eco de la voz seguía resonando en su mente.
A lo largo de los años, otros conductores y pasajeros comenzaron a relatar encuentros similares. Algunos afirmaban que, en noches particularmente oscuras, podían ver la silueta de un niño pequeño, de cabello desordenado, vagando por las plataformas y andenes. Al acercarse, el niño desaparecía, dejando solo el eco de su voz llamando a su madre.
Una de las historias más escalofriantes fue la de Carla, una joven estudiante que viajaba a la universidad en el subte. Una noche, cuando regresaba a casa, escuchó el llanto suave de un niño. Confundida, miró alrededor, pero el vagón estaba vacío. Al llegar a la estación, vio a un niño de pie en el andén, mirando hacia el tren. Sin pensarlo, se acercó, pero cuando intentó tocarlo, el niño se desvaneció, y el eco de su voz aún podía oírse: "Mamá."
Los relatos sobre Mateo se hicieron tan conocidos que incluso un grupo de paranormalistas decidió investigar. Con cámaras y grabadoras, se adentraron en los túneles del subte, buscando alguna señal del niño perdido. Aquella noche, mientras caminaban por un tramo oscuro y solitario, comenzaron a captar ruidos extraños en sus dispositivos. En las grabaciones, se escuchaba claramente la voz de un niño: "¿Dónde está mamá?"
Poco después, las luces comenzaron a parpadear, y un frío intenso llenó el aire. El grupo se asustó y decidió regresar, pero cuando giraron, se encontraron con la silueta del niño nuevamente. Esta vez, parecía más definido, y en su rostro había una expresión de tristeza profunda. La última imagen grabada por la cámara mostró al niño mirando con desesperación hacia el túnel, como si esperara a que alguien viniera a rescatarlo.
Años después, la historia de Mateo sigue viva. Muchos pasajeros del subte se niegan a viajar solos en la última hora de la noche, temerosos de oír su voz o de ver su figura vagando entre los vagones. Algunos dicen que, si escuchas su llanto, no debes buscarlo; simplemente debes seguir tu camino y recordar que, en algún lugar entre los ecos de los túneles, hay un niño que aún espera ser encontrado.
La leyenda de Mateo es un recordatorio de que, aunque el tiempo pase, algunas historias nunca se apagan del todo. Cada vez que tomes el subte y escuches un susurro, tal vez sea su voz, llamando a su madre en la oscuridad, buscando un camino de regreso a casa.