Edad de Metal

Episodio 5: Familia

Año 2126

17 de marzo

La sociedad había cambiado en el último siglo, apenas cumplías los 14 años y eras enviado al banco, bien de esperma o de óvulo. La gran parte de la sociedad eran androides, vigilada por estos mismos. La tasa de muerte por homicidio, robo, accidentes de tránsito y entre otros había disminuido en un 70 a 90%.

La mayoría de adolescentes que eran enviados a estos bancos eran chicos desaparecidos, extraviados o hijos de opositores.

Los opositores eran personas, principalmente, de bajos recursos y con convicciones distintas. Tenían claro su postura, y era “no a los robots”. Estas personas eran marginadas y humilladas. Estos vivían lejos de las metrópolis, en condiciones nefastas; en donde ni siquiera podían tener acceso a luz, agua o desagüe, tampoco a supermercados; por lo que debían verse obligados a hurtar y cometer actos ilícitos.

Con la nueva reforma mundial, los policías, los cuales eran androides, tenían permitido el asesinato a personas que iban contra las leyes de paz; por lo que era común ver a cadáveres esparcidos en las afueras de las metrópolis. Muchos, aun así, mantenían indemne su voluntad y seguían luchando contra esta nueva sociedad.

Asimismo, la coacción, la corrupción, entre otros de aquella índole, habían alcanzado su cénit. Muchas de estas personas podían cometer homicidios, violaciones, rituales satánicos, abusos en todas sus formas y mucho más, todo ello era cubierto por líderes de empresas de robótica, que se encargaban de eliminar todo dato de la matriz.

Aquella adolescente de 15 años veía a los androides policías vigilar las calles, sabía que las cámaras y los ojos de estos estaban conectados. Había descubierto, también, el tráfico de vientre de alquiler, provocando en estas madres precoces daños psicológicos y físicos irreparables. Un día estabas en un orfanato y al otro en Hope Corporation, el banco de esperma y óvulo de la Metrópolis Sur.

No sabía en quién confiar, ni cómo huir de la metrópolis.

Oyó una lata contra el pavimento, volteó hacia aquel ruido y observó a una señora quien la veía con unos ojos penetrantes, una ciudadana.

De repente, los policías comenzaron a acercarse hacia ella, como si supiesen su ubicación pese a no estar dentro de su rango de visión; así que, ello solo probaba que estos androides también tenían cámaras de vigilancia.

Salió de los botes de basura, de su escondite, y trató de huir, sin embargo, aquellos androides eran mayoría.

A ciencia cierta, no había una forma de matar a un androide, pero existía una manera de inhabilitarlos. Lila, la adolescente, se acercó a uno de estos e hizo que la atrapase, sacó el USB que estaba en uno de sus bolsillos y se lo colocó en su entrada USB que todos los androides tenían en la parte trasera de su mano izquierda.

Un virus, un virus en la red y deshabilitabas a un androide, aunque, era solo temporal.

Lila empujó agitada el brazo del androide policía que la capturó, salió y sonrió, sin embargo, otro de ellos la tomó de la muñeca, ella en reflejo, tiró el androide inhabilitado contra este.

Retrocedió y uno de los otros androides la sujetó, Lila sacó otro USB con virus, pero antes de poder colocárselo, un androide sujetó su mano.

—¡¡Suéltenme!! ¡Suéltenme! ¡¡No quiero regresar!! ¡¡Ayúdenme!! —gritó en desespero. Detuvo sus proferencias cuando notó que todos los que la veían eran androides.

Esas ‘mentes humanas’ que convivían con la humanidad, carecían de la misma.

Los ‘policías’ la llevaron con agresividad hacia su auto, en ello, un adulto se acercó a estos y les recriminó por tratarla de aquel modo. Lógicamente los policías androides solo mostraron códigos, códigos de normas que la muchacha había infringido.

Ella fue enviada a una prisión provisional, para que las leyes caigan sobre esta.

Los días pasaron y le indicaron que alguien había comprado su salida. Confundida y un poco escéptica salió y vio al mismo hombre esperándola con una sonrisa.

—Hola —el hombre se acercó a esta lentamente—, mi nombre es Daniel; tal vez te suene raro, pero ahora vivirás con nosotros.

Los ojos de la adolescente se dirigieron hacia la bonita mujer, impecable y perfecta; posteriormente, notó las entradas USB en su mano izquierda. Esa cosa era un androide.

 —Te presento a tu madre, ella es Kanadí.

¿Cómo podía un objeto ser su madre adoptiva? ¡¿En qué cabeza cabe ello?!




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