Año 1133
24 de marzo
Dentro de la Metrópolis no podías apreciar ningún niño o niña androide, ni mascotas bebés. Todas las Metrópolis mundiales tenían prohibido las creaciones de androides infantes o bebés. Es más, si creabas uno serías enviado a la ‘hoguera’.
La cárcel, dentro de la Metrópolis, eran para hurtadores, ‘corruptos’, opositores o ebrios. Si infringías otras leyes debías ser condenado a alguna pena histórica, entre ellos: La hoguera, la decapitación, ‘la sentencia de Tupac Amaru II’, la horca, entre otras aberrantes condenas.
—Alabada sea, nuestra patrona y salvadora —clamaban los seguidores de la actual divinidad: García, la ‘primera’ mujer que codificó su mente; sin esta, sabían, que la Tierra hubiese fenecido.
Lila no sabía por qué la adoraban, más aún los androides con mentes humanas.
Se encontraba incómoda dentro de aquella iglesia pagana.
Miró a su madre Kanadí y notó cómo esta se inclinaba fehaciente hacia el androide sin rostro, con alas y aureola, una profanación a la religión.
—Muestra pleitesía —susurró Kanadí hacia su hija.
—Es solo otro androide con una mente humana —respondió tajante.
—¿Sabes cómo falleció tras presentar su discurso al mundo? —Lila no pudo responder ante su desconocimiento—. Fue asesinada por creyentes religiosos, estos decían que ella era la tal “Ramera de Babilonia” que mencionaba la Biblia y que debía ser exterminada para prevenir el apocalipsis.
—Si tanto querían asesinarla debieron destruir también su tarjeta de memoria —dijo viendo con repulsión al androide.