Edad de Metal

Episodio 11: Justicia

Año 2137

2 de mayo

—Se estima que posee un año de vida —informó el médico mostrándole los resultados de su tratamiento a los cuales ya no respondía—. Si lo desea, podemos ir comenzando con la elaboración del androide.

Daniel negó de inmediato.

—Pero, papá, no puedes hacernos~

—Quiero ir a casa —espetó interviniendo a Lila.

Kanadí suspiró y lo ayudó a levantarse. Este tenía leucemia; había tratado de extender su promedio de vida, sin embargo, no respondía a los últimos tratamientos.

Las discusiones en casa eran ahora el pan de cada día, Kanadí trataba de convencerlo, y Daniel trataba de expiar sus pecados cometidos con Kanadí, algo que no decía directamente.

Daniel entró a la habitación, como cada noche, en donde antes su amada Kanadí vivía, se sentó sobre la cama y colocó sus manos hechas puño en su frente, dejó salir algunas lágrimas de arrepentimiento. Aquella noche no salió de la habitación, permaneció allí reflexionando de sus acciones y dándose cuenta que lo que había hecho, hace más de 7 años, había sido homicidio.

Él era un asesino.

Y ahora también sería un suicida.

Salió de la habitación en la madrugada, entró al cuarto de recarga del androide y esta se levantó con el ceño fruncido por la actitud impredecible de su esposo.

—¿Qué estás~?

Daniel dijo las siguientes palabras: “Ingreso de clave, Kanadí2075”.

—Contraseña correcta, dirigiéndome a configuración —habló el androide—. Si repite la contraseña, nos redirigiremos al inicio.

—¿Cuál es su estado ahora? —preguntó Daniel viendo el suelo.

—Activo.

—¿Cómo inicio el apagado? —su voz se quebró.

—Debe insertar el USB, en la entrada correspondiente, que se le fue dado junto con la entrega del androide.

Daniel asintió.

—¿Y si extravié el USB?

—Debe contactarse con el Ingeniero que lo atendió.

—¿Y si este ya murió?

—Debe contactar a la empresa y solicitar la atención al cliente con el asunto especificado.

—¿No hay otra forma?

—Lo lamento, no la hay.

Daniel volvió a asentir. Tomó la llave inglesa larga que se encontraba en uno de los cajones del androide y lo empuñó con sudor frío. Miró a su esposa y comenzó a golpearla con el objeto.

—Si el androide sufre daños físicos debe contactar urgentemente a un mecánico profesional —dijo el androide con voz robótica.

El androide comenzó a emitir sonidos extraños, presentar hologramas y botar chispas. Daniel continuaba golpeando la cabeza del androide.

—Kanadí~ —dijo entre sollozos de dolor y lamento.

—Contraseña correcta.

El hombre palideció, perplejo.

—No, no.

—Recuperación de datos en un 79%, tiempo restante, 30 segundos.

—¡NO! Vuelve a la configuración.

—12 segundos.

—La memoria… sí, la memoria, ¡¿dónde mierda está la memoria?! —Daniel buscaba la tarjeta de la mente de Kanadí, si este no estaba insertado en la réplica, Kanadí tampoco.

—¡¿Qué estás haciendo Daniel?! —gritó Kanadí empujándolo con fuerza.

—¡¡Tú no eres Kanadí!! ¡¡Me hiciste creer que sí!! —exclamó sobre el suelo.

—¡¿Trataste de~?! ¡¡Mi rostro!! ¡¿Qué le hiciste a mi rostro?!

Daniel tomó la llave inglesa y se lo incrustó en la frente, la réplica lo vio horrorizada y sorprendida. Kanadí tomó la llave y lo sacó con ímpetu. Avanzó hacia su esposo con sed de venganza y le incrustó el objeto en el estómago, provocando que este expulsara sangre por la boca.

—No… —dijo al volver en sí, con asombro, como si no se hubiera esperado aquel resultado—. Mi amor, no… yo solo quise que~

Kanadí no supo qué hacer. Y no podía hacer mucho al presentar fallos en su red y partes del cuerpo.

Daniel retrocedió y cayó al suelo, allí, unos segundos después, falleció.

—No, no, aún no hay una réplica tuya, mi amor; no, por favor, no me dejes —suplicó viendo los ojos de su esposo.

Kanadí volteó al sentir una presencia más.

—Lila, no es lo que parece, yo te lo puedo explicar~

Lila retrocedió con estupor y nervios.

Kanadí se levantó para tratar de explicar a su hija lo sucedido, pero Lila huyó. El androide Kanadí se detuvo a llorar y comprendió lo que su esposo trataba de decir mediante sus actos.

Se levantó y sacó un USB de uno de los cajones en los que lo había escondido; miró nuevamente a Daniel y sin dar vueltas al asunto se colocó el USB.

 




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