Año 2137
17 de julio
Mientras caminaba por las aceras de la Metrópolis veía a los androides desechados sobre el suelo, horas más tarde un vehículo del tamaño de un camión llegaba a recogerlos.
Por primera vez Lila se preguntó si aquello podía llamarse homicidio, ya que muchos de aquellos androides habían sido ‘apagados’ contra su voluntad, y al ser solo memorias dentro de una tarjeta, nadie hacía algo al respecto.
Para Lila, al fin, todo no tenía coherencia aparente.
Miró el vacío tras estar en la azotea del edificio más grande de la Metrópolis. No tenía a nadie dentro de la ciudad Tecnológica, y no esperaba tenerlo tampoco. Aún recordaba nítidamente el día en que volvió a casa y encontró a su padre sobre el suelo y a su madre con el rostro salpicado de la sangre de Daniel, también recuerda cuando regresó a casa y su madre Kanadí estaba en llamas, trató de rescatar la memoria, pero se había dañado casi en plenitud.
Kanadí y su padre Daniel habían fallecido por siempre.
Una palabra que daba escalofríos en esta era de Metal.
¿Qué tan crudo puede ser morir?
—¡Hey! No lo hagas —Lila volteó hacia la voz masculina y observó a un androide sin silicona, es decir, sin apariencia humana, era solo… metal—. Eres humana, ¿verdad?
—¿Por qué no tienes…?
—No fui creado dentro de la Metrópolis —explicó el androide.
Lila se sorprendió.
—¡¿Eres de los opositores?! —exclamó exaltada.
—Mmm… ¿sí? Aunque no los llamaría opositores.
—¡¿Cómo es que… entraste?!
—Nos infiltramos —contestó acercándose a Lila, le sonrió y le señaló la ciudad—. Ya ha comenzado.
—¿Qué cosa ha comenzado? —inquirió viendo la ciudad Tecnológica, el centro de la Metrópolis.
—La revolución.
Varios edificios comenzaron a arder en llamas, se oían explosiones, gritos, sangre, mucha sangre, lastimosamente, esa sangre solo era de niños, porque los adultos, en un 95%, eran androides. Las ondas de energía impactaron con fuerza en el edificio, Lila estaba por caer sobre el suelo de la azotea, sin embargo, el androide la protegió; Lila terminó en sus brazos.
—Debemos irnos —habló el androide.
—¿A dónde?
—A casa.
FIN