Edward Everwood

CAPÍTULO VIII

Viernes, el séptimo día del primer mes en el año de 1870, un día que podría señalarse como importante para los estudiantes del primer grado del Instituto Tecnológico de Educación Media-Superior «Isaac Blyght». De hecho, durante toda la semana se había dado especial énfasis a dicha fecha. ¿La razón? Se trataba del día en el que los estudiantes de nuevo ingreso elegirían tanto un curso electivo como un club o una actividad extracurricular.

Como parte del plan educativo del instituto, y con la finalidad de preparar a los estudiantes en alguna carrera de cualquier rama, fuera ésta relacionada al ámbito tecnológico o no, se les solicitaba que eligieran entre uno de tantos cursos que existían a modo de carrera. Durante ese día, las clases se suspendían para aquellos estudiantes que cursaban el primer grado y, en su lugar, acudían a pequeñas clases de demostración en las aulas y talleres que se encontraban en el edificio contiguo al edificio de los salones de clases. En estas clases, los profesores tenían el deber de explicar a los estudiantes, a grandes rasgos, la finalidad de dicho curso e incluso preparar alguna muestra de lo que los estudiantes podrían llevar a cabo allí.

Entre las posibles opciones se encontraban talleres relacionados al trabajo manual, como el taller de mecánica, donde enseñaban a los jóvenes todo lo relacionado a funcionamiento de los motores y mecanismos tanto de autwagen como de trenes y otras grandes máquinas que en ese país abundaban; el taller de electricidad, donde los estudiantes aprendían a realizar instalaciones eléctricas a nivel doméstico y empresarial, el taller de herrería, forja, soldadura y torno, donde los alumnos aprendían sobre la manufactura de los metales y aquellos productos que con ellos podían fabricarse, y el clásico taller de carpintería. Es notable mencionar que las actividades de la anterior enumeración eran consideradas exclusivas para los alumnos del sexo masculino.

Para las jóvenes había cursos como corte y confección, donde el diseño de vestuario, tejido y bordado eran la orden del día; el taller de secretariado, destinado para educar a las futuras asistentes ejecutivas de los grandes empresarios del mañana, y el curso de cocina. Otro hecho interesante al respecto era que en algunas de las clases que con anterioridad fueron mencionadas no se oponían a la idea de que un estudiante del género masculino se inscribiera en ellos.

Pero no todos los cursos estaban relacionados al aspecto del trabajo técnico. También ofrecían la posibilidad de elegir asignaturas relacionadas a carreras como la medicina, el estudio de las leyes y el derecho, contabilidad, administración de empresas, psicología y ciencias de la comunicación, los cuales eran cursos mixtos y de tan descomunal popularidad por el prestigio que suponía tomar un electivo con tan estrecha relación con carreras remuneradoras que, por lo general, el cupo era limitado, a tal grado que solía llevarse a cabo un examen para verificar qué estudiantes merecían pertenecer a dicha disciplina y cuáles estudiantes no.

En lo que respecta a los clubes y actividades extracurriculares, estos se relacionaban a actividades de índole recreacional, aunque no por ello su obligatoriedad era menor. Para que algunos de ellos se llevasen a cabo se requería de un edificio especial, como lo era el que se encontraba junto al edificio de los talleres escolares, mismo que compartía espacio con el auditorio escolar. Entre estos se encontraban el club de teatro, el club de danza y la orquesta escolar. Para los equipos deportivos del instituto como el de windenboll, schlackboll, equipos de atletismo, gimnasia, esgrima, tiro con arco e incluso equitación, estos llevaban a cabo sus entrenamientos en el gran campo deportivo que podía verse en la zona ubicada más allá de los salones de clase. Había sólo dos clubes que mantenían una estrecha relación con actividades no físicas, como el Club de Ciencias y el club de ajedrez, los cuales llevaban a cabo en un salón de clases o en un cuarto especial de la biblioteca escolar.

Pues bien, allí se encontraba Edward ese viernes, a solas en el comedor a la hora del almuerzo. Disfrutaba de un exquisito filete de pollo que aún humeaba pues recién había salido de la cocina. A su lado escuchaba la algarabía de las conversaciones de los demás estudiantes, y de vez en cuando solía volver la mirada para verlos y prestaba un poco de atención a sus charlas. ¡Cuánto deseaba tener algo de compañía en ese momento! Tobias Tyler, quien lo había seguido con fidelidad hasta ese día, no podía acompañarlo en ese momento por cuestiones relacionadas al equipo de windenboll. Sin embargo, este a menudo echaba un vistazo para ver a su amigo, pero al verlo allí, solitario en ese rincón sin un alma que lo acompañase, su corazón se llenaba de cierto pesar y ardía en deseos de sentarse a su lado.

Para regocijo de Tobias y de Edward, su desdichada situación de soledad se vería resuelta al menos durante ese momento con la aparición del profesor Kedrick Kallagher en el comedor, quien comenzó a dirigirse hacia la mesa en la que Edward almorzaba, hecho que regocijó a Tobias y apaciguó un poco su preocupación.



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En el texto hay: juvenil, drama, steampunk

Editado: 24.08.2019

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