Edward Everwood

CAPÍTULO X

Lunes, el segundo día del quinto mes en el año 1870. Esta fecha anunciaba el fin de un mes de descanso y el comienzo de un nuevo trimestre de clases de acuerdo con el calendario escolar. Todas las instituciones educativas en Couland, desde los niveles más básicos hasta de educación superior, volvían a sus actividades de enseñanza.

Para Edward, regresar a la escuela resultaba ser un total regocijo. Con gran ansia deseaba volver a las clases para tomar su asignatura predilecta. También quería ver a sus compañeros del Club de Ciencias, a quienes no tuvo muchas ocasiones de ver durante ese receso, y sobre todo extrañaba mucho la presencia de Tobias, quien de seguro había gozado en gran medida su viaje a su pueblo natal; anhelaba verlo, conversar con él y llevar a cabo toda suerte de actividades a su lado.

Edward llegó esa mañana al instituto y se encontró con Tobias quien lo esperaba en la entrada principal. Al parecer el muchacho se había despertado más temprano que de costumbre y se había marchado al instituto para sorprender a su amigo; razón por la que Edward no logró encontrarlo en su casa cuando pasó a recogerlo esa mañana.

—¡Señor Edward Everwood! ¡Es un placer verlo otra vez! —expresó efusivo.

—Tobias Tyler, amigo del alma, que gusto volver a verte —respondió Edward.

Ambos estrecharon sus manos con gran fuerza seguido de un abrazo. Al palpar su espalda, Tobias sintió como que Edward había perdido un poco más de carnes, claro indicio del progreso de su enfermedad. Esto llenó de angustia al joven Tobias ante la idea de perder, dentro de no mucho tiempo, a su mejor amigo, por lo que con mayor sentimiento continuó en su muestra de afecto.

—¡El gato y su perro faldero; juntos otra vez! ¡Miren lo felices que se ven! Podría apostar que ya extrañaban pasear juntos por oscuros callejones entre la basura —se burló el joven Hawthorne Hollingsworth, quien en ese momento acababa de llegar al instituto, seguido de su grupo de compañeros quienes festejaron la broma de su líder como si se tratase de uno de los mejores chistes en el mundo.

—¡Más le vale que cuide sus palabras, señor Hollingsworth, o le aseguro que un día de estos…!

—Ya basta, Tobias, no es necesario que gastes energías en quien no las merece —expresó Edward sereno conforme colocaba su mano sobre el hombro de Tobias.

—En verdad le digo, señor Edward, que, si usted me lo permitiese, no harían falta más de diez segundos para cerrar esa boca de una vez por todas.

—Y en verdad te digo, amigo mío, que esa clase de acciones sólo engendrarían reacciones adversas en nuestra contra. Ya recibirá su merecido; pero no está en nosotros decidir en qué momento o de qué forma sucederá.

—Como usted diga, señor Edward. Usted sabe que su palabra es digna de respeto para mí —dijo luego de soltar un breve soplido mientras intentaba calmar sus emociones.

—Gracias, estimado amigo. Ahora, vayamos al salón de clases. Ansío en gran manera ver al profesor Kallagher, tomar su clase y utilizar de nueva cuenta las commaskinen. ¡Hay tantas cosas que planeo hacer con ellas!

—De acuerdo.

Edward y Tobias se dirigieron al salón de Informática. Conforme los jóvenes marchaban con rumbo a ese sitio, Tobias le platicaba entusiasmado lo que había hecho en esas vacaciones. Podía verse a Edward reír a carcajada suelta en más de una ocasión debido a que las situaciones que Tobias vivió en Bigrort Traebaum resultaron ser de lo más hilarantes.

—Tal vez algún día vayamos juntos. Hace tiempo ya que no voy de visita para aquellas tierras—opinó Edward. Podría quedarme con el abuelo Scott un par de semanas. Tengo la certeza de que le agradará tenerme como su huésped.

—Es una gran idea, señor Edward. En verdad me encantaría.

—Quizá para el siguiente periodo de descanso.

—Perfecto. Después lo planearemos mejor —concluyó el joven Tyler.

Al llegar al salón de clases, Edward notó de inmediato que faltaban dos de sus compañeros de clase. El primero de ellos era Samuel Fitzgerald, un muchacho que se caracterizaba por su extrema puntualidad a tal grado que parecía que había hecho del instituto su morada, y el segundo era una de sus compañeras cuyo nombre era Esther Sadler. En cuanto a ella, a quien procederé a describir debido a su futura relevancia en la vida de Edward, era una joven de hermosa apariencia, de largo, lacio y castaño cabello, ojos de color marrón claro, una marmórea, impecable y muy blanca piel y un físico que, aunque no era demasiado destacable, superaba en gran medida a muchas de sus compañeras de clase.



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En el texto hay: juvenil, drama, steampunk

Editado: 24.08.2019

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