Edward Everwood

CAPÍTULO XXVII

 

Luego del festejo por su victoria, Tobias descendió de la máquina de juegos y se reunió con sus amigos.

—¡Eso fue asombroso! —exclamó Edward.

—En verdad se lució, joven Tyler —agregó Rachel a manera de felicitación.

—Gracias, amigos míos; los aprecio sobremanera —respondió Tobias.

—Y, ¿qué harás con ese collar? —preguntó Edward.

—Será un obsequio para Emma. Estoy seguro de que lo amará.

—¿Quién es Emma? —preguntó Esther llena de curiosidad.

—Es una joven de mi pueblo natal, a quien hacía años que no tenía la oportunidad de ver. Me encontré con ella durante el periodo de descanso pasado, y ahora ella y yo somos algo más que simples amigos.

—Eso me parece impresionante. Lo felicito por ello, joven Tyler —dijo Rachel.

—Gracias, señorita Raudebaugh —expresó Tobias—. Me siento un poco agotado, y agobiado por el encierro en este recinto. ¿Podríamos ir de paseo a alguna parte al aire libre?

—De acuerdo —respondió Edward—. Rachel, señorita Sadler, ¿desean acompañarnos?

—Por supuesto que nos encantaría —respondió Rachel.

—Tan sólo permítame pedir permiso a mis padres —dijo Esther.

—De acuerdo.

—Mire, joven Everwood, allí vienen —anunció Esther.

En breve aparecieron el señor y la señora Sadler donde ellos se encontraban. El señor Sadler era un hombre alto de estatura y apuesto en apariencia para sus casi cincuenta años, y llevaba puesta una chaqueta de color gris, pantalones de color negro, chaleco de color gris claro con estampados y una corbata a rayas de color negro con blanco. La señora Sadler, por su parte, usaba un elegante y decoroso vestido de color verde azulado con encajes en color negro.

—Madre, padre, que oportuno verlos —expresó la señorita Sadler—. Queremos hacerles una petición.

—¿Qué es lo que deseas, querida? —preguntó la señora Sadler.

—Mis amigos desean ir a pasear al parque «Starerne» y nos ofrecieron acompañarlos, por lo que quisiera que nos otorgaran su permiso.

—¿Tus amigos? ¿Te refieres al mozo Everwood y su compañero?

—Por supuesto.

—Estaría encantada de permitírtelo; sin embargo, todo dependerá de lo que diga tu padre. ¿Qué opinas, querido? —inquirió de su esposo.

—No estoy seguro al respecto, querida. ¿Son ellos caballeros dignos de confianza?

—Oh, querido, jamás debes dudar de su fidelidad. El mozo Everwood se encargó de cuidar a la señorita Raudebaugh cuando cayó enferma. Además, tan sólo observa un poco a su compañeroa. Es un muchacho alto, fuerte, y muy apuesto; nuestra pequeña estaría por completo protegida con tal portento de joven que, sin dudarlo, sería un buen partido para ella. Es evidente que nuestra hija y nuestra sobrina están en buenas manos.

—De acuerdo —suspiró el señor Sadler—, les otorgamos el permiso; pero deberán regresar a las seis de la tarde.

—Nos parece correcto —accedió Edward.

—Si lo desean, pueden darnos las cosas que han comprado, para que no estén incómodas en su paseo —invitó la señora Sadler.

—¿No será mucho problema?

—No te preocupes por ello, querida —agregó el señor Sadler.

Esther y Rachel asintieron y les entregaron los artículos que habían adquirido.

—Nos veremos a las seis de la tarde —reiteró el señor Sadler.

—No tenga ninguna duda de que así sucederá —aseguró Edward.

Así, los cuatro amigos dejaron el abarrotado establecimiento y se dirigieron al autwagen de Edward. Allí los esperaba Hans, sentado en el lugar del conductor, mientras continuaba con la lectura de su libro.

Este último, al ver la llegada de su amo Edward, de inmediato dejó la lectura de su libro y descendió del vehículo para abrir sus portezuelas. Asimismo, ayudó a Edward y a Tobias a colocar sus cargas, las compras que habían efectuado, en un compartimento trasero.

 Edward tomó el asiento del acompañante en el vehículo, mientras que Rachel, Esther y Tobias se acomodaron de la manera que pudieron en el asiento trasero.



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En el texto hay: juvenil, drama, steampunk

Editado: 24.08.2019

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