Edward Stephan

Capítulo 6. Le miraba detenidamente

Edward se había levantado pensando en cada segundo que pudo estar junto a Amber. — ¿Me habré enamorado?— se preguntó de repente pero prefirió no llegar a conclusiones. Le daba miedo.

Era verano todavía. El verde se mantenía entre sus sentidos —siempre junto a él—. Por las tardes salía a caminar, le gustaba encontrarse al atardecer y poderle apreciar o hablar con el.

Pasaron tres días después del viaje con Amber. Como de costumbre Edward caminaba —sin rumbo— pero esta vez sus pasos lo dirigieron a algo que no quería volverse a encontrar. Ella estaba con el mismo acompañante de la vez pasada. Se detuvo y decidió tomar otro camino —no quería interrumpir— era lo que él decía.

Amber se percató que pasaba por allí —medio desorientado— se dirigía a otra calle, su casa estaba en dirección de donde ella se encontraba. Él —sin darse cuenta— había tomado el camino que lleva a la playa.

Solo seguía —un poco desorientado aún— el arrebol se vestía de gala esa tarde. Su imponente belleza hacía de las canciones un poema —poemas dulces— que se adherían como fragancia en la piel.

Las olas comenzaron a sonar, despacio, sublime. Su ruido —tan placentero— trajo a Edward de nuevo.

—pero ¡qué hermoso! — exclamó dirigiendo la mirada a su alrededor. Se miraban varias personas, algunas de ellas en familia disfrutaban, otras con su grupo de amigos y unas cuantas parejas que bajo la capa de ese día esplendoroso se besaban o acariciaban.

Tomó sus zapatos y descalzo seguía por la arena que con cada paso provocada un cosquilleo. —Estaba tibia y daba tranquilidad—.

Se acercó lo más que pudo a las olas —sin que llegaran a él— y poder escucharlas mejor.

Allí se encontraba, entre el mar y la ciudad —sentado— observando los colores y la tranquilidad de la cálida arena que fácilmente podría ser sábanas en un día de frío.

En su mente solo cabía la idea de ella estando con ese chico — ¿habrá sentido celos?—

Amber después de despedirse de aquel chico se acercó a la playa pensando en que lo encontraría. Comenzó a ver a todos lados minuciosamente para encontrarle hasta que le vio —estaba sentado casi a la orilla—

Edward estaba distraído viendo la maravilla de ese lugar ya que poco frecuentaba ir; ella se acercó hasta llegar a él. Se sentó a su lado y soltó un respiro de paz.

— ¿qué haces aquí? — preguntó con una tierna voz mientras dirigía su mirada a él.

Al percatarse que ella estaba sentada junto a él reaccionó. —tu ¿qué haces aquí? — contestó con un tono gracioso

—vi a alguien como perdido y quise asegurarme que no se fuera a medio mar.

Soltó una risa suave — ¿me viste? — dijo —disculpa. No quise interrumpirte y sin pensarlo terminé aquí—

—no interrumpías nada— le dijo soltándole un pequeño golpe en su brazo. —incluso pensaba irme a casa contigo pero de pronto cambiaste de camino—

Ambos sonrieron —dejando el tema de lado— se quedaron viendo por un minuto todo lo que les rodeaba.

— ¿nos vamos? — preguntó ella

—la verdad es que me dieron ganas de dormir en el agua— contestó riéndose de él mismo por lo que había dicho

—estás loco— dijo Amber riéndose. Se levantaron y comenzaron a salir de la playa.

Conversaban en el trayecto a casa y recibe Edward una llamada

—espérame un momento— dijo contestando

—aló— se escuchaba una voz respondiendo

— ¡de verdad! Perfecto, no te preocupes yo salgo para allá dentro de dos días. Cuídate— colgó y guardando su teléfono le dijo que lo sentía pero era una llamada importante y tenía que contestar.

—no, tranquilo. Está bien— respondió —no tienes que disculparte—

— ¡gracias! Es que me informaron que necesitan personas para llevar ayuda a una comunidad y debo salir del país por una semana—

— ¡en serio! — dijo con una voz emocionada —¡qué bueno que puedas ayudarles!—

Siguieron avanzando hasta llegar a sus casas antes de que oscureciera completamente. Hablaban de un tema y de otro y no se acababan las palabras —se entendían muy bien— podían hablar de lo que fuese. Se iban acercando a la intercepción donde tomaban caminos distintos. Ed desde la llamada tenía la idea de invitarle para que le acompañara pero no se atrevía. ¿y si le decía que no? Pero... y ¿si le decía que sí?

Cada vez estaban más cerca de separarse.

— ¡Hey! ¿Quieres acompañarme?— dijo un poco nervioso después de pensar mil veces y animarse a decirle.

— ¿de verdad? — preguntó emocionada

—Sí, necesitaremos ayuda.

— ¡me encantaría! tenía un compromiso pero puede esperar una semana— le hacía mucha ilusión salir del país y que mejor si iban a ayudar

—alista tu pasaporte y demás documentos. Iremos a Guinea Ecuatorial, nos iremos dentro de dos días.

— ¡genial!— dijo extendiendo su mano para chocarla. Parecían un equipo.

Amber —todavía emocionada— al llegar a casa comenzó a ver la ropa que podía llevar. Apenas y había saludado a sus padres. Ellos se intrigaron y fueron a su cuarto y ver qué pasaba. Ella, como si mañana se iba alistaba las cosas que pensaba llevar

—y ¿para dónde vas? — preguntó su padre

—iré a Guinea Ecuatorial. Debo alistar todo lo que llevaré— dijo y siguió ordenando con mucho análisis las cosas que necesitaría

—y ¿con permiso de quién? —. Ella se detuvo de lo que hacía y les volteó a ver. Ambos se rieron de ella por lo asustada que se veía. —Puedes ir— dijo su madre. Casi se les avienta encima.

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En el texto hay: romance, valentia, amor dolor

Editado: 12.09.2020

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