Rectos danzaban sin miedo al cansancio. ¿Cómo verle la cara al cansancio en la batalla de un ángel?
Edward buscó todas las esquinas y no encontró ni latidos. Se escapaban con tonos frágiles de piano en la tormenta piadosa. Regresó antes de ellos y volvió al hospital, no podía ir a otro sitio. Allí estaba todo para él.
—doctor— dijo al verle pasar por allí
— ¿en qué te puedo ayudar?— preguntó
— ¿le queda poco tiempo a Amber?
—para serte sincero. No creo que sobreviva dos días más. Si no encontramos un donador será muy difícil.
—y ¿qué tan probable es que el corazón donado funcione?
—muchísima más comparando la probabilidad de que aguante tres días. Habría que verificar bien todo pero tendría mucha más probabilidad de vivir definitivamente. El detalle es que cuesta conseguir un donador, a veces es imposible siendo sincero pero no hay que perder la esperanza.
—entiendo Dr. Muchas gracias por responderme.
—de nada cualquier cosa que necesites me dices y vemos que se puede hacer.
Corazón de miel, tan glorioso como sagrado. La vueltas que emergen al sentido que no va más allá porque no necesita ir a otro lado si con palpitar se tiene todo. Aquellos bocetos que una vez escribía y que no podía ver Ed era su corazón que enredado se perdía entre los tonos oscuros y pálidos. Era difícil en ese entonces distinguir los trazos de su vida, no eran digeribles.
Ahora lo entendía, ese día le suplicaba le rescatara. Lo recordó porque su corazón le volvía a decir lo mismo.
Ya no podía más... en la ausencia de sus padres Amber sufrió un paro cardíaco y tuvieron que soltarle altos voltajes para que su frecuencia volviera. El monitor solo mostraba una línea horizontal, no se miraba pulso ni esperanza de volver.
—vamos Amber, lucha— dijo desde lo más profundo de su alma. Sus lentos y débiles latidos volvieron pero eran tan pequeños y livianos que casi no se sentían.
Todos volvieron a respirar porque no había muerto.
—me acompañas afuera— dijo el doctor —no creo que soporte un día más, ella está luchando pero su corazón no quiere—
Cuando te dicen eso te tienes que preparar para lo peor y nunca estás preparado para perder algo que tanto amas. Pasar de ser todo a nada, de bailar canciones románticas bajo la luna llena a trazar heridas que sofocan todas las veces que respiramos.
Un trago amargo que Ed no miraba por donde pasar.
—gracias por decírmelo doctor, iré a hacer el último intento pero antes... ¿puedo verle?
—hazlo.
Volvió a entrar decidido, le miró agarró su mano por un lado de la camilla y se desplomó en ella.
—Amber, por favor no mueras. Despierta.
La fuerza gigante de su alma desprendiendo esas palabras llenas de él se volcaba hasta llegar a los milagros y... ¿a qué distancia están los milagros?
—EDWARD.
— Amber ¡despertaste!
— ¿dónde estoy Ed?
—en el hospital, espera llamaré al doctor.
—espera— tomando su ropa con la poca fuerza lo balanceo hacia ella. Él solo se dejó llevar por la fuerza más increíble que había visto. Lo acercaba como podía y lo dejó justo frente a sus labios que con movimientos ligeros pero dulces le besó.
Ahora si fue por él y llegó casi corriendo. Amber estaba aún despierta pero le costaba hacerlo. La revisó detenidamente. —No te esfuerces mucho— le dijo
—enfermera, cuídela mientras habló con él.
Fuera de la habitación Edward preguntó qué pasaba ahora.
—Está muriendo. Si esta noche no conseguimos nada no habrá más que hacer. Despertó eso sí y fue un milagro que lo hiciera pero no soportará demasiado tiempo. Ojalá sus papás vuelvan pronto. Lo siento mucho.
Se desató toda una galaxia llena de meteoritos rompiendo y dañando toda superficie que se encontrara de frente.
Ed ya no tenía más ideas y salió dejando que ella descansara. Se sentó en una silla para nada cálida y empezó a salir el mundo a su alrededor.
Los padres de Amber estaban regresando sin novedad, lo único que pudieron hacer es ponerla en lista de espera junto a otros más. Les llamaron justamente en ese momento que estaba tan inestable que había entrado en coma, vivía solamente por los aparatos que le ayudaban.
Era el momento más difícil que ella pasaba, la muerte llamaba y ellos no podían hacer nada más que pedirle a Dios.
Ya no tenía tanta fuerza y decidió tomar un poco de aire porque necesitaba que el viento se lo llevara. Le dijo a ellos que ya volvería sin dar más explicación y comenzó a salir aunque sin rumbo ni destino. Solo quería caminar un poco.
Las calles se miraban solitarias, personas mucho menos encontraba solamente una lluvia que sin previo aviso apareció. La tormenta se asemejaba a su tormento.
Cada vez era más fuerte y ya no importó la ropa porque estaba empapado. Se detuvo en una acera y calló arrodillado. Sus lágrimas comenzaron a confundirse con el agua de las nubes y no había forma de detenerla. Su llanto era tanto que el cielo ya no llovía, lloraba.
Le intentaba calmar sin conseguirlo. El dolor había vuelto como un noviembre por la tarde o un otoño y sus días. Lloró hasta el cansancio bajo aquella gran tormenta que le acompañaba.
Comenzó a pasar por su mente toda una película de cada segundo que pudo vivir junto a ella, recordaba los detalles que tuvo con él como quedarse cuando más le necesitaba, verlo eran los claros regalos del cielo.
Tanto instante bonito que le regaló que le pareció injusto que esa mujer perfecta con sus defectos muriera, era un acto injusto que debía ir a juicio.