Edward Stephan

Epílogo

Ochenta y cuatro años tenía en ese entonces, entre huesos cansados y piel arrugada me vestía y me paseaba por la vida con pasos cada vez más lentos y controlados. Una vida plena llena de ensueños y locuras que no hubiesen sido posibles sí hace setenta y nueve años Ed no me hubiera dado la oportunidad de vivir. Ahora me encuentro aquí esperando mi hora y he sido muy feliz.

Recuerdo que le llamé a una de las personas que más amo diciéndole hijo.

— ¿qué pasa papá?— dijo mostrando su atención hacia mí

—tráeme la foto que me tomé con Edward— le dije pensando en que sabría cuál le pedía y lo supo porque  me preguntó si era la que tenía en mi habitación.

—sí, esa. Tráela—le dije contento porque sabía a qué me refería además la última vez lo vi intrigado con esa foto porque nunca le he contado la historia.

Él subió a mi cuarto para cumplir el pedido que le había asignado. La foto se miraba desde la puerta, no iba a ser difícil encontrarla y unos segundos pasaron y la tomó de la mesa junto a mi cama. No esperó, dio media vuelta para regresar supongo porque lo hizo muy rápido y mientras volvía la veía detenidamente.

Bajaba sumergido en curiosidad de quién era la persona con la que estaba yo se le notaba en la mirada. Me la dio sin preguntar nada y siguió su camino en cuanto yo me quedé observando la fotografía. De pronto vi que se detuvo y dándose vuelta preguntó quién era.

—ven, te contaré.

Se acercó luego que le dije eso y se sentó a mí lado para escuchar la historia que escondía esa fotografía que tanto cuidaba. Por suerte esa sala era cálida y así viviría cada detalle

—Tenía solo cinco años en ese entonces cuando enfermé. Estaba mal de un riñón, tanto que si no lo sacaban pronto me haría mal y al mismo tiempo si lo sacaban posiblemente moriría, una condición que me dejó aplastado al destierro sin oportunidad alguna. Me tenían en el hospital mientras buscaban un donador. Tus abuelos estaban frustrados y cansados y en ese momento conocí a Edward. Recuerdo que entró a mi habitación como si me conociera de toda la vida y nos pusimos a jugar, yo tenía quizás cinco años. Le conté la historia de lo que tenía mientras jugábamos en esa habitación y una noche más tarde supimos que había donador. Estaba muy feliz porque lo había estado pidiendo con mucha insistencia y luego me di cuenta que era él el donador, me emocioné y corrí como nunca con lágrimas en mis ojos hasta llegar a él y lo abracé.

No entendí en ese momento por qué lo hacía, no me conocía tanto y me entregó una parte de él. Es por eso que sigo aquí preguntándome que tenía yo para que él tomara esa decisión.

—es una historia más allá de ordinaria. No se me ocurre de dónde habrá sacado el valor suficiente para hacer algo así.

—él estaba muy joven cuando murió.

— ¿no soportó su cuerpo estar con un solo riñón? —me preguntó

—No. Pasé un tiempo sin saber de él hasta que me di cuenta de lo que pasó. Ed amaba a una chica de la que se enamoró perdidamente y eran muy felices lo vi ese día que me di cuenta que él me iba a entregar su riñón. Allí estaba ella con él y sus ojos brillaban, pero con el pasar de los meses sin si quiera imaginarlo ella empezó a tener problemas y su corazón comenzó a fallar— respondí y no me dejó terminar de inmediato

— ¡no me digas!

—Sí. Él le dio su corazón para que viviera, así como lo hizo conmigo al darme su riñón. Incluso a mis ochenta y cuatro años me cuesta entender cuánto era el amor que le tenía para hacer ese tipo de hazañas pero sabes, es lo que el mundo necesita, amar de verdad, de ese amor que está dispuesto a dar su vida por los demás aunque tenga miedo. Hijo… si no amas así mejor no ames.

Guardó silencio bajo esas palabras que lo agarraron con fuerza para no soltarlo. Creo que entendió.

—Todo se está acabando sin avisarnos, sin esperarnos y no entendemos el valor de la vida aunque nos grite su significado. Somos tan tontos que perdemos oportunidades por tener miedo, por no creer, por no arriesgar. No nos detenemos a pensar lo valioso por miedo que se nos vaya el tiempo y se nos va.

—esa mentalidad quiero que siempre mantengas, el mundo te ofrecerá su peor versión pero debes enseñarle que el amor es más fuerte que cualquier dificultad que se pueda presentar. Debemos luchar por las personas como lo hizo Edward, hacerlo con el alma por más heridos o muertos que estemos. Esa lección es una de las que nos ha dejado.

—le contaré estas cosas a mis hijos para que llegue a otras generaciones el verdadero valor de amar de verdad porque son esos legados de los que siempre debemos de estar agradecidos y atentos cuando nos enseñan tanto a ver con otros ojos el mundo. Y eso me recuerda la vez que fui a un pueblo a unas cinco o seis horas de acá, justo frente a la orilla del mar. Todo tenía sentido en ese lugar y mostraba la misma fragancia que al escuchar toda esa historia, la brisa se pegaba a uno como en este momento que se endulza.

Vivieron al máximo ese momento donde la crítica junto a lo sensible se hizo uno trayendo consigo interpretaciones amantes.



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En el texto hay: romance, valentia, amor dolor

Editado: 12.09.2020

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