Efecto Cura

Capítulo 6♤

Madeline.

—Es del experimento omega...

—¡No quedamos en que le harías eso! —protesta una mujer.

—Tu ya no tienes voto para esto. —expresa un hombre con una bata de científico.

—¡Es nuestra hija...! —grita otro hombre.

Me remuevo en la cama.

—Te sacaremos de aquí. —me levanta un hombre mientras la mujer dispara.

—Madeline , todo estará bien ahora.

—¡Cierren las puertas! —el hombre de la bata vuelve a protestar.

—Madeline.

Me despierto de golpe, por reflejo saco la pistola de mí bolsito y apunto a la puerta.

—Tranquila soy yo, Marcus.

Levanta las manos, suspiro de alivio me levanto de la cama y guardo las pistola en el bolsillo

—Lo siento. —Agarro las llaves, le abro la puerta y lo miro.

—Venia a ver si estás lista para salir pero veo que...

—Lo estoy, lo estoy. —afirmo.

—Agarra esa mochila y vamos.

Así lo hago, me pongo la mochila en la espalda y lo miro.

—Vamos, a buscar algo para desayunar y vamos a que nos anoten.

Salimos de la habitación, cierro la puerta, me detengo frente a él cuando se detiene a mirarme y ladea la cabeza leve hacia la derecha.

—¿Quieres contarme que soñaste está vez?

—No...no fue nada, solo fue una locura que poco recuerdo, estaba todo borroso.

—¿Te sientes bien, quieres que le diga a Agatha que no te sientes bien? —ladea un poco más la cabeza cerca de mi.

Golpeó con rapidez su hombro, sonríe como quien esperaba esa reacción y se frota en donde lo golpee.

—Primero iremos por el desayuno y debemos ir con Agatha.

Recuerda mientras caminamos hacia el comedor, lo sigo, pasamos por la oficina y desde afuera se escucha la voz de Agatha.

—¿Por qué no vamos a hora?

—Esta en una reunión para preparar la salida del equipo. —señala y sigue caminando.

Abre las puertas una vez dentro Julia se acerca a él se detuvo frente a mí sosteniendo el antebrazo de Marcus haciéndome claramente invisible. Me hago a un lado, me coloco frente a él y dibujó una sonrisa en mis labios.

—Comeré algo, estaré pendiente de ti.

—Claro, ve.

Julia asiente como si se lo hubiera mencionado a ella.

Camino al área del comedor miro a los que están sirviendo el desayuno veo una fila para acercarse, inclino un poco la cabeza para ver el largo de la fila y es como de veinte personas.

Carajo.

—Tienes que hacer la fila —una niña con pinta de tener quince años habla cerca de mi, se cruza de brazos y inclina la cabeza un poco. —¿Eres una de las seleccionadas para salir?

Confirmo con un asentamiento leve ella analiza mi ropa de pie a cabeza señala el lado derecho de la fila larga y gira hacia mi.

—Allí debes ir cuando te toca salir, te darán la comida rapido.

—Gracias.

Estrecha la mano dibuja una sonrisa la acepto con un apretón suave.

—Clara, ¿y tú?

—Madeline.

—La famosa Madeline. —me suelta la mano y vuelve a mirar la ropa.

—¿Famosa, por qué? —enarco una ceja.

—Madeline. —Marcus se acerca a mí y me toma de los hombros se coloca a mi lado.

—Clara, ¿Qué tal?

—Aqui viendo a Madeline. —suelta los brazos y le sonrie inocente.

Demonia.

—Bueno —Marcus me mira sonriendo. —Vamos, nos llevamos unas comidas y para donde Agatha.

—Claro.

—Deja yo busco los que nos toca y arrancamos, nos vemos Clara.

—Dale, nos vemos Madeline .

Con esto se va y luego Marcus se va para donde ella me indico hace rato. Ella se ve con una mentalidad que rompe, sacudo la cabeza un poco y fijo la mirada en Marcus mientras pide el desayuno me cruzo de brazos.

—Madeline —miro hacia la derecha, es Dulce lista con una mochila en la espalda. —Lista, ¿dónde está Marcus?

Le señalo el comedor ella asiente y se detiene a mi lado cruzandose de brazos.

—¿Cómo te sientes?

—Lista para lo que sea que venga. —afirmo con seguridad.

—Eso es bueno —afirma.

—Dulce —se acerca con unas bolsas en las manos.

—Ya íbamos para allá.

—Sabes cómo es Agatha, vamos, ya casi es hora.

—Madeline, ven, date la vuelta. —Marcus se acerca y me pongo de espaldas. Abre el cierre de la mochila y mete una bolsa, luego se posa frente a mí con una sonrisa.

—Aquí está tu desayuno, listo.

Asiento, aunque la emoción que corre por mis venas es tan intensa que apenas puedo controlarla. No es por la comida, sino porque hoy, al fin, toca salir.

El pasillo vibra con pasos firmes. Agatha aparece, con ese andar recto que impone respeto. Sus ojos recorren a cada uno de nosotros como si pudiera leer nuestras intenciones.

—¿Todo listo? —pregunta, aunque no es una pregunta, es una exigencia.Dulce asiente.

—Sí, jefa. Provisiones y mochilas revisadas.

Agatha se detiene frente a mí. Siento el peso de su mirada, tan fría como calculadora.

—Recuerda, Madeline, tus órdenes son claras —su voz es firme, sin lugar a réplica—. Estás bajo el mando de Dulce. Tu tarea es traer provisiones, nada más.

Asiento, intentando ocultar el brillo ansioso en mis ojos.

—No te desvíes, no improvises. Afuera no hay segundas oportunidades.

Dulce da un paso al frente, su tono más suave que el de Agatha, pero con la misma autoridad.

—Confío en ti, Madeline. Hoy no es un paseo. Yo voy a marcar el ritmo, tú me sigues.

Asiento otra vez, esta vez con fuerza. El corazón me late como un tambor. Afuera me espera el mundo roto, sí, pero también la libertad que tanto anhelo, aunque sea por unas horas. Marcus me da una palmada en el hombro, sonriendo.

—Vamos, novata. Hora de ganarse el desayuno.

Y mientras Agatha gira hacia la salida, siento que mis pies quieren adelantarse solos.

Nos movemos todos juntos por los pasillos del centro. El eco de nuestros pasos resuena entre las paredes manchadas por el tiempo y el abandono. El aire huele a humedad y metal oxidado, el simple hecho de salir me hace sentir que la sangre me hierve en las venas.




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