Efecto Cura

Capítulo 10♤

—Marcus... —murmuro, todavía un poco tensa.

Él me mira unos segundos más, pero después suspira y se pasa una mano por el cabello.
—Perdón, de verdad. No quise asustarte.

—Ya... ya está bien. —Intento sonreír.

Marcus se sienta en el borde de la cama, mirando al suelo. Dudo un momento, pero al final me acerco y me siento a su lado. El silencio se acomoda entre nosotros, tranquilo, casi cómodo.

—Ha sido un día largo —comenta él al fin, con una media sonrisa cansada.

—Demasiado largo —respondo, soltando un suspiro que me sale del alma.

Por un momento, ninguno dice nada. Solo se escucha el ventilador moviendo el aire húmedo del baño. Me recuesto un poco hacia atrás, apoyando las manos en el colchón, y Marcus hace lo mismo.

—Marcus, ¿no crees que las cosas aquí están algo extrañas? —enarco una ceja mientras froto mis manos con suavidad.

Él entrelaza su mano izquierda con la mía, acariciando mis dedos como si quisiera calmar cada duda.

—¿Qué te preocupa? —ladea la cabeza hacia mí, buscando mi mirada.

Levanto los ojos hacia los suyos y sonrío, inevitablemente, cuando lo veo arquear una ceja con diversión.

—No tienes que preocuparte por nada. Aquí, en el centro, estamos bien —acerca nuestras manos a sus labios y deposita un beso sobre mi piel—. Yo estoy aquí para protegerte.

¿Protegerme? ¿Cómo debería confiar en alguien a quien conocí hace apenas unos días? No recuerdo nada, pero con él... fragmentos de mis recuerdos han empezado a regresar.

Resoplo y me tumbo en la cama, aún dejando que sostenga mi mano. Sin embargo, la suelta y la apoya junto a mi cintura, inclinándose sobre mí con esa mirada dulce y tranquila. Tan embriagante.

Su mirada baja a mis labios y, carajo, siento la tensión recorrerme como fuego en las venas. Con cautela, casi con reverencia, se inclina hasta quedar encima de mí. Sus manos se apoyan a cada lado de mi cuello.

—Marcus... debes arreglar tus cosas con Julia —logro decir, como si cada palabra costara un permiso.

—Ya hablé con ella. Solo está en su fase de negación.

No me da tiempo a responder. Une sus labios con los míos en un beso suave que pronto crece en intensidad. Sus dedos me sujetan del mentón, abriendo mi boca despacio, invitando a un juego con su lengua que me deja sin aliento.

La lujuria y el calor nos envuelven, y de pronto la habitación parece más pequeña de lo que es.

—Marcus. —La voz de Dylan corta el momento en dos.

Marcus aprieta las sábanas con frustración y maldice en voz baja. Yo apenas logro contener la risa.

—¿Qué quieres ahora? —le lanza una mirada asesina.

Dylan levanta las manos en son de paz, como si no quisiera acabar de verdad con su paciencia.

—Tranquilo. Solo te buscan. Es tu turno de entrenar a los pequeños —señala con el pulgar hacia atrás, arqueando las cejas de forma coqueta y burlona.

Marcus resopla, claramente molesto por la interrupción, pero en lugar de discutir más se inclina hacia mí y me roba un último beso, corto y suave, como una promesa silenciosa. Luego se levanta con resignación, lanzándole una mirada de advertencia a Dylan antes de salir de la habitación.

El silencio vuelve a ocupar el espacio, aunque mi corazón late demasiado fuerte como para dejarme en paz. Aún siento el calor de sus labios sobre los míos, como si me hubieran marcado.

Me llevo los dedos a la boca, dudando. ¿Qué estoy haciendo? Apenas lo conozco, y sin embargo logra desarmar mis defensas como si me hubiera estado esperando toda mi vida. Con él regresan fragmentos de recuerdos que ni siquiera sé si son míos... y esa idea me asusta tanto como me atrae.

Me giro hacia el techo, intentando calmarme. Marcus dice que me protegerá, pero ¿y si es precisamente de él de quien necesito protección?

El silencio vuelve a ocupar el espacio, aunque mi corazón late demasiado fuerte como para dejarme en paz. Aún siento el calor de sus labios sobre los míos, como si me hubieran marcado.

Necesito aire.

Me levanto de la cama y salgo del cuarto, caminando por los pasillos que se abren hacia el centro. Allí, el movimiento es constante: niños corriendo con risas nerviosas, adultos cargando cajas, voces que se cruzan con órdenes y saludos. Todo parece tan vivo que por un instante olvido la carga en mi pecho.

Camino despacio, dejándome llevar por el bullicio. Los muros grises están adornados con dibujos infantiles y carteles de entrenamiento. El olor a pan recién hecho se escapa desde la cocina comunitaria, mezclándose con el sonido metálico de armas siendo limpiadas en algún rincón. Este lugar... es extraño, caótico, pero al mismo tiempo tiene algo de hogar.

Me detengo frente a una ventana alta y observo el exterior: el cielo nublado, la ciudad en ruinas más allá de los muros, y esa sensación de estar atrapada entre dos mundos. ¿Quién soy yo realmente? ¿Y qué papel tiene Marcus en todo esto?

Un murmullo detrás de mí me saca de mis pensamientos. Una de las chicas me sonríe y me señala con la cabeza hacia el pasillo del fondo.

—Agatha te espera en su oficina.

Asiento sin preguntar nada. Camino hasta la puerta de madera reforzada, con una placa metálica que lleva su nombre grabado: Agatha Reeds. La observo un segundo, dudando. Si Marcus me enciende la piel, Agatha me enciende las dudas. Ella parece saber más de lo que dice, y cada vez que me mira siento que escanea más allá de mis pensamientos.

Toco la puerta suavemente.

Abro la puerta con cautela, esperando ver a Agatha detrás de su escritorio, pero la oficina está vacía. El silencio es casi incómodo, como si el lugar mismo contuviera la respiración.

Doy un paso dentro y la cierro tras de mí. El olor a papel viejo y tinta fresca se mezcla con el leve aroma de café olvidado. La mesa de Agatha está repleta de carpetas, documentos y anotaciones desordenadas, aunque hay un orden extraño en ese caos.

La curiosidad me puede. Me acerco, dejando que mis dedos recorran los bordes de los papeles hasta que algo capta mi atención: un mapa extendido parcialmente bajo varias carpetas. Tiro con cuidado de las hojas que lo cubren hasta liberarlo por completo.




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