Efecto Cura

Capítulo 17♤

El fusil cuelga de mi hombro mientras Dulce me sigue de cerca. La entrada al túnel está semioculta entre escombros y basura acumulada. Respiro hondo y bajo la cabeza: no hay vuelta atrás. Cada paso levanta polvo y cada eco retumba más de lo que quisiera.

—Mantente alerta —susurro—. No sabemos quién o qué puede estar aquí abajo.

El túnel es estrecho y húmedo. La linterna apenas ilumina unos metros delante de nosotros. Mis botas crujen sobre piedras sueltas y restos de metal. Dulce respira con cuidado detrás de mí; el silencio es casi absoluto salvo por el eco de nuestros pasos.

Subimos unas escaleras oxidadas, cada peldaño temblando bajo nuestro peso. El corazón me late con fuerza: la sensación de que alguien más ha pasado por aquí antes me pone los nervios de punta. Avanzamos pegados a la pared, con los sentidos tensos, preparados para cualquier cosa.

Finalmente, salimos a un nivel más abierto: la torre. La luz de la linterna revela un escenario perturbador, tirado cerca de una consola de comunicaciones está el cadáver de un hombre, la piel desgarrada, las marcas de la lucha reciente. Dulce se queda paralizada por un instante; yo no aparto la vista, evaluando la escena.

—Maldita sea —susurro—. Esto confirma que alguien más ha pasado por aquí... y rápido.

El viento entra por los ventanales rotos de la torre, moviendo papeles y levantando polvo. Mi instinto me dice que Madeline estuvo aquí y que este hombre pagó las consecuencias de su imprudencia. Reviso la zona con cuidado, el fusil listo, buscando cualquier pista que nos indique hacia dónde fue ella después de esto.

Dulce se acerca.

—¿Está definitivamente muerto? —pregunta en voz baja.

—Sí —respondo—. Pero eso no cambia lo que necesitamos hacer. Si ella estuvo aquí, debemos seguir su rastro.

Nos quedamos unos segundos más, asegurando la zona y tomando nota de cualquier indicio: huellas, marcas de manos, objetos dejados atrás. La torre nos ofrece visibilidad parcial de los alrededores, pero sabemos que no hay tiempo para descansar. Cada segundo podría acercar más infectados o enemigos humanos.

—Vamos, seguimos adelante.

Nos preparamos, listos para bajar de la torre y continuar la búsqueda de Madeline , cada paso consciente de que estamos entrando en un territorio donde cada error puede ser el último.

El cadáver queda atrás mientras bajamos cuidadosamente por las escaleras oxidadas de la torre. Cada peldaño cruje bajo nuestro peso y el eco retumba en el túnel, recordándonos que debemos mantenernos alerta. Afuera, el viento arrastra polvo y hojas, pero el sonido de los infectados parece haber quedado atrás, al menos por ahora.

Salimos del túnel y avanzamos por las calles semi destruidas, pegados a los escombros y las paredes. La ciudad sigue silenciosa, pero cada sombra podría ocultar un peligro. Mantengo el fusil firme, Dulce a mi lado, mirando a todos los ángulos.

—Vamos a la tienda de armas —menciona en voz baja—. Allí podremos reabastecernos y planear el siguiente movimiento.

La vieja tienda nos recibe con un ambiente polvoriento y estantes semivacíos, pero suficiente para nuestras necesidades. Sacamos balas de fusil y algunas de pistola que hemos recogido antes, revisando que estén en buen estado. El clic de los cargadores y el tintineo de las cajas de munición rompen el silencio momentáneamente, pero nadie aparece para interrumpirnos.

Mientras organizamos los suministros, abro el mapa y lo despliego sobre un mostrador viejo y rayado. Dulce se inclina para mirarlo conmigo.

—Si seguimos esta calle —señalo un camino marcado en el mapa—. Podemos llegar a un hospital secundario. Ahí podrían haber suministros y pistas sobre Madeline .

Dulce asiente, colocando las balas y revisando su arma.

—Bien, entonces nos movemos rápido y silenciosos. No sabemos qué más nos puede esperar.

Ajustamos mochilas y armas, asegurándonos de que cada paso cuente. La ciudad sigue siendo un laberinto de sombras, pero por primera vez tenemos un rumbo claro: el hospital podría ser la clave para encontrar a Madeline ... y descubrir qué hay detrás de todo esto.

Salimos de la tienda de armas con mochilas más pesadas, cargadas de balas y suministros. La ciudad en ruinas nos recibe con silencio y sombras alargadas, recordándonos que cualquier sonido podría atraer peligros. El fusil cuelga de mi hombro, listo, y Dulce se mueve a mi lado con la misma cautela que yo.

—Mapa en mano —Confirmo—, hospital secundario. Ahí podrían haber suministros y respuestas.

La calle es un laberinto de coches volcados y escombros, cada paso debe ser calculado. El viento arrastra polvo y hojas secas, levantando pequeñas nubes que delatan nuestros movimientos si no caminamos con cuidado.

—Algo no me cuadra —baja la voz—. Demasiado silencio para ser normal.

Asiento, manteniendo los ojos en cada sombra. Finalmente, al fondo de la calle, aparece el hospital secundario. Las ventanas rotas y la puerta medio colgando nos dan la bienvenida. Nos detenemos un instante, evaluando la entrada.

—Entramos despacio —le indico—. Silencio y cobertura.

Adelantamos paso a paso, revisando cada esquina. Dentro, el olor a rancio y humedad nos golpea. Pasillos llenos de escombros y muebles volcados nos obligan a avanzar agachados. La luz de las linternas apenas ilumina unos metros frente a nosotros, cada sombra se siente como una amenaza.

De repente, un gruñido bajo rompe el silencio. Dos infectados de nivel 2 emergen de un pasillo lateral, torpes pero peligrosos. Dulce retrocede un paso, fusil alzado, mientras disparo una ráfaga corta: el primero cae al instante con un impacto en la cabeza.

El segundo se lanza hacia un carrito, chocando contra la pared, levantando polvo y restos que nos obligan a cubrirnos. —¡Cúbrete! —grito mientras empujo un escombro hacia él, distrayéndolo.

Le disparo en el pecho cuando se endereza; cae gimiendo, y por un momento, el silencio vuelve a reinar. Dulce ajusta su fusil y apunta al pasillo lateral, respirando agitada.




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