Efecto Cura

Capítulo 31♤

– Zona A

El sol apenas se filtraba entre las casas pequeñas y la tienda de deportes cuando salimos de la seguridad relativa del refugio. El olor a tierra húmeda y el crujir de la grava bajo nuestros pies me mantenían alerta. Marcus y Julia caminaban junto a Madeline , pero yo iba un poco detrás, observando cada gesto, cada movimiento, cada respiración. Todo contaba, y cada detalle podía darme ventaja para lo que debía lograr.

Mientras avanzábamos, repasaba mentalmente el plan. No era complicado, pero requería precisión. Madeline debía reaccionar a un pequeño incidente, algo que la hiciera recordar sin presionarla demasiado. Si fallaba, toda la preparación de los últimos días habría sido en vano.

La zona A era tranquila, casi demasiado. Casas pequeñas, alguna que otra ventana rota, la tienda de deportes con las persianas caídas. A simple vista parecía segura, pero mi instinto me decía que incluso en la calma, un error podía costarnos caro. Observé cómo Madeline miraba las casas, curiosa, sus pasos inseguros entre la gravilla, y sentí una punzada de orgullo. Tenía que mantener esa chispa de confianza, aunque mi plan implicara ponerla a prueba.

—Vamos a mantenernos juntos —con voz firme pero suave, para que la escuchara sin alarmarla demasiado. Marcus asintió, ajustándose la MK-18, y Julia preparada, me dedicó una sonrisa cómplice.

Mientras caminábamos, mi mente seguía trabajando. Localicé un pequeño hueco junto a una de las casas, apenas visible, un hoyo que había pasado desapercibido para cualquiera que no lo buscara. Allí sería el punto perfecto. Nada grave, solo un pequeño tropiezo que obligara a Madeline a reaccionar y mostrara cómo manejaba la presión.

—Mantén los ojos abiertos —murmuré más para mí misma que para el grupo.

Madeline estaba justo delante de mí, con esa mezcla de curiosidad y precaución que me resultaba tan útil. Cada vez que se acercaba a algo potencialmente peligroso, podía medir su reacción. Marcus estaba atento, pero confiado; Julia parecía relajada, incluso distraída mientras ajustaba su mochila. Todo en orden.

El camino por la zona A era un laberinto de pequeñas calles, con casas de madera desgastadas y fachadas pintadas que se desmoronaban por la humedad. El viento traía el olor de la panadería cercana y de la tienda de deportes cerrada, un aroma extraño en medio de la desolación. Caminé detrás de Madeline , asegurándome de que no notara el hoyo que había marcado mentalmente.

—Dulce, ¿vamos por la calle principal o tomamos por el pasillo de la tienda? —Marcus preguntó sin apartar la vista de su entorno.

—Por la tienda —respondí, manteniendo la voz neutra—. Es más directo, y así podemos revisar todo a nuestro paso.

Mientras nos acercábamos, Madeline dio un paso demasiado largo. Sus ojos se abrieron con sorpresa al notar que el suelo cedía ligeramente bajo uno de sus pies, y de pronto cayó al hoyo que había preparado. No fue profundo, solo suficiente para que perdiera el equilibrio y se sentara sobre la tierra húmeda.

—¡Madeline ! —exclamé mientras me apresuraba a su lado.

Su respiración estaba agitada, pero había una chispa de sorpresa en sus ojos, un destello que confirmaba que había funcionado. Marcus se inclinó para ayudarla, y Julia rápidamente se acercó, extendiendo su mano con profesionalidad.

—¿Estás bien? —preguntó Marcus, su tono firme pero preocupado.

Ella asintió, sacudiéndose un poco el polvo y mirándome con una mezcla de confusión y diversión. Esa era exactamente la reacción que necesitaba: un momento de desconcierto que, en el fondo, la haría recordar y evaluar su propia capacidad de reacción.

—Perfecto —susurré para mí misma—. Ahora veremos cómo maneja la presión.

La ayudé a levantarse con un gesto natural, como si nada hubiera pasado. Su mirada se cruzó con la mía y sentí un leve temblor de reconocimiento, una chispa de confianza que no estaba allí antes. Marcus ajustó su arma y se volvió hacia la calle, asegurándose de que no hubiera más sorpresas. Julia revisó el perímetro con ojos atentos, y yo me mantuve vigilante, calculando mentalmente cada paso hasta la salida de la zona A.

—Vamos —dije finalmente—. Mantengan la formación, pero sin apresurarse.

Madeline caminó un poco más rígida, pero con los ojos más abiertos, observando todo con atención. Cada movimiento, cada sombra, cada sonido: estaba despierta, consciente de su entorno, y eso era exactamente lo que necesitábamos.

Mientras avanzábamos, pensé en cómo extendería este tipo de pequeñas pruebas a las zonas B y C. La zona A era segura, pero servía como calibración. Madeline debía aprender a manejar la incertidumbre, a reaccionar sin entrar en pánico, y sobre todo, a confiar en su propio juicio y en el equipo.

—Dulce, ¿todo bien? —preguntó Julia, rompiendo mis pensamientos mientras ajustaba la correa de su mochila.

—Todo perfecto —respondí, manteniendo mi tono amable—. Solo observa y aprende, Julia. Esto no es solo un paseo.

Marcus miró de reojo y arqueó una ceja, pero no dijo nada. Sabía que mi control de la situación era absoluto, y eso era suficiente.

Avanzamos hacia la tienda de deportes, revisando cajas y estantes con suministros abandonados. Cada paso estaba calculado, cada gesto estudiado. Madeline mostraba una mezcla de curiosidad y cautela, mientras Marcus y Julia cubrían el perímetro. Todo bajo control, y yo podía permitirme unos segundos para evaluar su comportamiento, registrar sus reacciones y ajustar mi plan para los siguientes pasos.

El hoyo había sido solo el primer toque, y funcionó mejor de lo esperado. Madeline había caído, se había levantado y ahora estaba más alerta. Mi plan seguía su curso, y podía sentir una satisfacción silenciosa mientras pensaba en la zona B.

—Manténganse juntos —mantengo la calma mientras nos preparábamos para salir.

Avanzamos con la calma engañosa del lugar ocultando la tensión que estaba por venir. Mi mente ya estaba en la planificación de la próxima fase, y cada paso, cada gesto, cada mirada de Madeline era un dato que iba memorizando, preparando el terreno para la evolución que necesitábamos.




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