Efecto Cura

Capítulo 42♤

Zona B

Madeline.

—Vamonos no es nada. —Dulce sale y sigue caminando pero la duda y la inquietud no se aleja.

Pero sigo con la sensación de que alguien nos persigue y no lo digo por decirlo. Seguimos en silencio. El aire huele a óxido y tierra vieja. Caminando mas adelante hay carteles pegados a las paredes, desgarrados por la lluvia: "Zona de control militar — Prohibido el paso", "Punto de evacuación — Sector 9". Todo eso es historia. Nadie evacúa a nadie ahora.

¿Una zona militar por aquí? No creo escuchar que hubieran militares por esta zona, y si es así estamos en un lugar que desconozco, pero cada paso de Dulce es mas seguro que el anterior. Un sonido mudo me hace analizar ya Marcus y Dulce estan alerta pero no hacen nada para evitar cualquier cosa.

Me detengo, Marcus y los demás se detienen cuando no sienten mis pasos , se giran y me miran. Mis oídos y mis sentidos están en todos los rincones.

—Madeline, camina no es momento de detenernos a admirar el aire. —regaña Julia.

—Espera. —respiro con calma.

—Esto es increible. —se vuelve a quejar y cuando iba a girar para seguir caminando se detiene de golpe.

Una fila de hombres rodeándonos,con trajes de militares negros, máscaras cubriendo sus bocas, rifles listos. Forman un maldito círculo perfecto.

Me giro para escapar facil pero cuando me agacho entre ellos los autos y levanto la mirada veo una fila en circulo. Sabia que ese maldito hormigueo en la nuca... la presión en el pecho que me dice que algo no está bien. Mierda.

—¡Manos arriba! —ordena el del centro. Dandome la idea de que es el jefe ya que tiene dos rayas amarillas mas que los demas. Busco una salida, algo un lugar por donde escapar, pero estamos rodeados—. Señorita Madeline, venga con nosotros y sus amigos estarán a salvo.

—Ella no irá a ningún lugar con ustedes —gruñe, bajando el tono hasta hacerlo casi una amenaza.

Se acerca y me jala hacia él, su brazo firme en mi cintura. Siento la mirada de Marcus a mi lado, la tensión en su respiración. Todos como robots levantan sus armas hacia nosotros, mas a Marcus.

El aire se espesa. Un paso en falso, y todo estalla.

—Si cooperan nadie saldra herido, solo la queremos a ella. —ordena el jefe.

La orden resuena como un latigazo. Un instinto salvaje me empuja a no obedecer.

Me giro buscando a los demás.

Marcus no duda: se lanza hacia el hombre del centro con una fuerza increíble. Los otros se abalanzan. Hay golpes rápidos, un cuerpo que cae, el sonido sordo de un casco contra la chapa de un coche. Dulce intenta cubrir a Luna y a los demás, empujando, maldiciendo.

Cuando estiro la mano para tomar la pistola de mi muslo siento una patada en la espalda que me hace caer de bruces. Uno de los hombres me sostiene con fuerza del antebrazo, intento soltarme pero aprieta mas fuerte hasta doler ; forcejeo con todo lo que tengo. Mis uñas arañan la tela, mis dedos se encogen en un puño. Consigo zafarme un segundo, doy un paso, miro a Marcus: está forcejeando con dos tipos; uno le da un codazo que lo tambalea y lo envía contra un capó. Su cara se tuerce, pero no deja de luchar.

Me vuelven a sostener del brazo con fuerzas, sigo forcejeando pero la fuerza de este es otra.

—¡La tenemos! —grita.

El mismo tipo golpea a Marcus con la culata del fusil cuando cae de rodillas el aire se le escapa con un ruido que me corta. Por un segundo, pienso que va a levantarse otra vez, que todo esto no nos va a vencer. Pero otro golpe lo deja quieto, respirando con dificultad. Dulce chilla y lo cubre; a su lado, Julia ya tiene la tienen de rodillas junto a los demás.

Nos crece el cansancio en los huesos, la adrenalina se vuelve torpeza. Me doy cuenta de que seguir resistiendo puede costarnos más que ahora. Miro a mis amigos: ojos incendiados, respiraciones desordenadas, manos vacilantes.

Me libero de su agarre con ira y levanto las manos en alto.

—Iré con ustedes, déjenlos en paz, joder. —Regaño, la voz más firme de lo que siento.

Se apartan de Marcus y se forman en fila sin una palabra. Uno de los hombres se acerca y me recoge como si fuera un bulto. Me clava la mirada: fría, sin piedad. El olor a sudor y combustible me golpea la cara. Me golpean en la costilla; algo cruje dentro y todo se vuelve pesado.

La promesa suena vacía, pero es la única cuerda a la que puedo aferrarme. Miro a Marcus: está inmóvil. Veo decisión en sus ojos, su prioridad es que salgamos vivos, aunque sea a medias. Bajo las manos. Mis dedos tiemblan.

Me empujan hacia una camioneta negra con el motor encendido. Me suben entre golpes y empujones; antes de que alcance a ver la matrícula. La oscuridad cae de inmediato; el mundo se reduce a sonidos: cadenas que chocan, botas que raspan, la respiración áspera de quien me sujeta.

Cierran la puerta. El motor ruge y arrancamos. El paisaje nocturno se convierte en una franja que se aleja; la única certeza es mi cuerpo dolorido y una idea clavada en la mente: salir de aqui.

—¿Quiénes son ustedes y qué quieren de mí? —aun con la voz rasposa contra la lona.

Me miran con extrañeza y silencio. Insisto una y otra vez hasta que uno se cansa

—¡Cállate! —escupo, y él jala el seguro de la pistola, apuntándome.

—Te lo agradezco. —con una sonrisa, aprovecho el movimiento, le tuerzo la muñeca con todas las fuerzas.

El disparo retumba; ya me muevo, esquivando el proyectil. Le doy con el codo en la garganta al que está a mi izquierda Aprovecho que esta adolorido y empuño la mano golpeo entre las piernas al que no suelta el arma. Disparo a otros dos; el que conduce recibe el impacto.

La camioneta se tambalea, pierde el control. Cuando la puerta se abre empujo al que esta a la izquierda fuera de la camioneta y me lanzo. Caigo de bruces en un charco helado; el agua me traga el sonido y me enfría hasta los huesos. Detrás de mí, el vehículo embiste un muro con un golpe sordo y, en un latido, explota en una llamarada que ilumina la noche.




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