—Con un beso me despierto, no es como hacen los principes a las princesas. —se rie reacionando y tose.
—Maldito como me haces eso —suspiro presiono el acelerador no con la intención de hacer ruido pero logrando acelerar.
—¿Me daras un beso de esos que despiertan? —se acomoda aun quejandose, mueve la mano sobre la de Luna haciendo presión.
—Si no te duermas —los latidos del corazon los siento en la sien mientras busco un lugar aprieto las manos intentando mantener el volante firme.
—Dice que no me duerma... es para que no vea cómo se mueve buscando su ropa mientras piensa que estoy dormido. —Su voz es débil, pero el tono burlón sigue ahí.
Luna se ríe con él, y me arden las mejillas. Aprieto el volante hasta que mis nudillos se ponen blancos.
—Si no te estuvieras desangrando, te golpearía —murmuro, y acelero cuando veo una estación de policía al final de la calle. Los infectados de la entrada parecen simples sombras con uniforme. Dos, tal vez tres. Nivel uno y dos.
Detengo la camioneta a unos metros.
—¿Julia, te encargas? —pregunto sin apartar los ojos del frente.
Ella rueda los ojos, pero asiente. Se baja, apunta con calma, respira, y en dos segundos los cuerpos caen al suelo.
—Tic tac, se me desangran —reprocho solo para presionarla.
—Pero lo que no sabe es que veo como se detiene en la puerta, me observa con cuidado como si fuera su presa y sonrie volviendo a donde me dejo usado—. Marcus le cuenta a Luna como si fuera un secreto riendo adolorido
—Más rápido no lo hubieras hecho —escucho a Julia al subir pero con la mayor atención en cada palabra de Marcus.
—Tal vez, pero no me tendría que bajar para poder dispararles. —Mi tono es ligero, pero Marcus se ríe algo forzado y ese sonido me calma más que cualquier medicina.
Estaciono de reversa por si toca salir corriendo, apago el motor, tomo mi arma y salgo, camino hasta el lado de Marcus, la luz de la luna lo deja ver algo palido pero aun asi sonrie, ayudo a Luna a bajar y luego sostengo a Marcus del antebrazo para acercarlo y ayudarlo a bajar.
—¿Cómo sigues, guapo? —suavizo mi voz para mantenerlo despierto.
—¿Me dijiste guapo? Eso es un avance, nena. —Sus ojos brillan a pesar del dolor.
Sonrío, y miro a Luna. Ella asiente con esa expresión de "ve, yo te cubro".
—Iremos a revisar. Dispara si es necesario, estaré pendiente. —Dulce se mueve hacia dentro de la estacion.
Su brazo rodea mis hombros y el peso me hunde un poco, pero no me quejo, Dulce nos confirma que es seguro y avanzamos hacia la estación; el suelo está cubierto de polvo y cartuchos vacíos, el aire huele a hierro y humedad, abro la puerta con la punta del pie y luna la empuja con la mano y con la pistola al frente, el orgullo me corre por las venas al ver su postura firme al sostener la pistola.
Me muevo rápido, lo ayudo a bajar con cuidado. Por dentro, todo está en silencio. Demasiado. Las paredes tienen marcas de uñas, viejas y secas. En el mostrador hay tazas quebradas, papeles pegados por la sangre. Lo dejo recostado sobre una mesa metálica.
—No te duermas, guapo —repito mientras levanto su camisa. La herida me hiela la sangre. Es una puñalada profunda, el tipo que puede matar si no actúo rápido. Aun así, me obligo a respirar hondo y mantener las manos firmes.
—¿Lo dices por costumbre o porque te preocupa de verdad? —bromea, con esa media sonrisa que ni el dolor puede borrarle.
Idiota. Incluso herido, encuentra la forma de enamorarme.
Me quito la mochila y se la paso a Luna cuando se acerca. Él se ríe, pero enseguida tose; el sonido me crispa los nervios, Luna me da el alcohol y la aguja con hilo quirúrgico. Los tomo y me arrodillo frente a Marcus.
—Porque si te mueres, te mato —analizo la herida mientras me limpio las manos con alcohol.
Intento concentrarme, pero siento su mirada sobre mí, tan intensa que me eriza la piel.
—Esto va a arder un poco —le advierto, abriendo el frasco. Cuando levanto la vista, nuestros ojos se encuentran. Su respiración es pesada, la mía también. Para romper la tensión, le lanzo un beso, como una broma, aunque sé que no tiene nada de inocente.
—Te ves muy sexy así —susurra, relamiéndose los labios.
Su voz me atraviesa. Apoya una mano sobre la mesa, y con la otra acaricia mi mejilla. El calor de su piel me quema más que el alcohol que aún no he usado. Por un segundo, olvido la sangre, el peligro, todo. Solo está él.
Pero reacciono. Vierto el alcohol sobre la herida. Él aprieta los dientes y deja escapar un gruñido contenido, aleja la mano de mi mejilla y sus dedos se aferran al borde de la mesa.
—Aguanta un poco —susurro, y no sé si se lo digo por la herida o por lo que me está haciendo sentir.
—Eres más cruel que el que me apuñalo. —Trata de sonreír, pero su voz se quiebra.
Presiono la gasa con fuerza, no puedo dejar que note lo asustada que estoy y el sonido cerca de una de las oficinas o latas rodando por el suelo nos alerta a todos.
—No estamos solos —Dulce levanta su arma casi sin mover los labios.
Dejo la aguja, me limpio la sangre de los dedos con la camisa. Tomo mi arma y doy un paso atrás, quedando frente a Marcus, lista para cubrirlo. El pasillo a la derecha se oscurece. Hay un murmullo, un roce de botas. Algo se arrastra.
El silencio se vuelve pesado. Algo se mueve al fondo del pasillo, y cuando la luz parpadea, los veo: dos infectados con uniforme de policía, encorvados, arrastrando los pies. Nivel dos. Pero detrás de ellos hay otro más grande... más lento... y más consciente. Un nivel tres.
Su respiración es ronca, el pecho se le infla con fuerza y el cuello se tuerce con un chasquido seco. No camina al azar, avanza directo hacia nosotros, como si ya nos hubiera sentido.
—Mierda... —susurra Antonio, se queda detras de Arturo.
—Calma. —alzo una mano.
Marcus sigue apoyado en la mesa, la herida apenas cerrada, el rostro pálido. Su mirada se mantiene fija en mí, y aun así logra tomar el arma con la otra mano. Dulce apunta al frente; Julia se mueve al costado, Luna cubre la entrada. El nivel tres se detiene, ladea la cabeza con ese movimiento antinatural que siempre precede al ataque. Y el aire se llena del sonido de su respiración... profunda, irregular, cada vez más cerca.