Efecto Cura

Capítulo 50♤

Cada paso hacia el sótano era como un zumbido grave, y el aire se volvía más pesado con cada escalon. El olor a desinfectante era tan fuerte que dolía en la garganta. Agatha iba delante, con paso firme, el abrigo gris ondeando ligeramente con el aire filtrado del sistema. Amelia y yo la seguíamos en silencio, nuestras miradas cruzándose solo una vez, cuando la tensión pareció ahogarnos a las dos.

—La revisión del informe fue aclarada —confirma Agatha sin mirarnos—. No se encontraron rastros del patógeno. Marcus puede salir.

Sus palabras flotaron en el aire como si no fueran reales, demasiado simples y demasiado fáciles pero nadie se atrevió a responder.

El pasillo se iluminó con una franja de luz roja cuando pasamos el último control de seguridad, el guardia nos dejó pasar al ver la autorización de Agatha, aunque su expresión dejaba claro que no entendía nada y que nadie entendía por qué el "infectado" iba a ser liberado.

El sonido del cerrojo metálico resonó fuerte cuando la compuerta se abrió. Detrás del vidrio reforzado, Marcus estaba sentado en el suelo, el rostro ensombrecido por la falta de sueño. Sus ojos, sin embargo, seguían siendo los mismos: intensos, duros... peligrosamente vivos.

Cuando me vio, se levantó de golpe.

—¿Qué significa esto? —gruñó, mirando a Agatha.

—Significa que no estás infectado —respondió ella, con ese tono que parecía una sentencia, no una disculpa—. Hubo un error en los informes.

—Un error —repitió Marcus, avanzando un paso hacia la puerta, los músculos tensos.

—Sí —Agatha no se inmuta—. No volverá a pasar.

El guardia dudó antes de abrir la celda. Marcus salió sin quitarle la vista de encima, y durante un segundo creí que se lanzaría contra ella. Pero no lo hizo. Solo pasó a su lado, el roce mínimo de sus hombros bastó para que el aire se cargara de electricidad.

—Vamos —susurré, tomándolo del brazo.

Su piel estaba fría, demasiado fría culparia que es por que estaba en esta área.

Amelia caminaba detrás de nosotros, nerviosa, mientras Agatha se quedó allí, observando en silencio, y justo cuando la puerta volvió a cerrarse tras nosotros, pude ver algo en su mirada. No era de alivio. Era... cálculo, como si la liberación de Marcus también fuera parte de su plan.

El pasillo parecía más largo de lo normal, ninguno de los tres habló hasta llegar a subir las escaleras mientras caminamos rápido hasta mi habitación Marcus se movía con la fuerza contenida de alguien que podía romper algo en cualquier momento y cuando por fin cerré la puerta tras nosotros, el silencio me pesó como plomo.

Solo cuando las puertas de mi habitación se cerraron y quedamos a solas, Marcus exhaló con fuerza.

—¿Qué demonios está pasando? —preguntó, mirando a Amelia y luego a mí.

—Julia falsificó los reportes —murmure—. Te acusó con pruebas falsas, y Agatha lo permitió.

—¿Y ahora me sueltan así? —Frunció el ceño, su desconfianza evidente—. Eso no tiene sentido.

Amelia bajó la mirada.

—No lo tiene —susurró—. Pero necesitábamos que estés tranquilo, no mover las mareas con Julia y Agatha.

Marcus se dejó caer en el borde de la cama, pasándose una mano por la cara.

—Qué es lo que están planeando—Alzó la mirada hacia mí— ¿Quién está detrás de esto, Madeline? ¿Julia... o Agatha?

—Ambas —respondí con dureza.

—Entonces no va a bastar con quedarme tranquilo —Sus ojos ardían con una furia helada—. Vamos a tener que atacar primero.

—No —intervino Amelia desde la puerta—. Si haces eso, ellas ganaran a lo que sea que esten jugando.

Marcus la miró con desconfianza.

—¿Y tú quién diablos eres?

—La única que todavía puede aclarar las cosas. —aclara ella con firmeza.

El silencio que siguió fue cortante. Marcus se recostó hacia atrás, respirando hondo.

—Entonces tendrás que explicarme rápido lo que piensas hacer.

Amelia y yo cruzamos una mirada. Por primera vez, sentí el peso real de lo que estábamos a punto de comenzar.

—Esta noche entraremos al servidor central y si todo sale bien... —añadió Amelia, la voz apenas un murmullo—, tumbaremos a las dos.

—Necesitas quedarte aquí —indique al fin, la voz firme—. Si te ven caminando por los pasillos, todo habrá sido en vano.

Marcus frunció el ceño, como si la sola idea lo insultara.

—¿Y dejar que ustedes dos se metan en la boca del lobo? —Se acercó con un paso hacia mi.

—Tú estarías muerto si no fuera por nosotras —mi tono fue más duro de lo que planeaba—. Y si sales ahora, todo lo que hicimos no servirá de nada.

Sus ojos se clavaron en los míos. No había odio, pero sí una herida abierta, un orgullo que dolía tanto como la desconfianza.

—No te das cuenta, nena—murmuró—. Ellas no se detendrán.

—Por eso vamos a terminar esto rápido —Me cruzo de brazos, intentando mantener la distancia que mi corazón se negaba a respetar—. Amelia y yo iremos al servidor. Tú te quedas. Es la única forma.

Amelia dio un paso tímido.

—Tengo acceso a los controles del laboratorio, puedo investigar y junto a Madeline podemos investigar mas.

Marcus la observó unos segundos, y luego volvió su atención hacia mí. La tensión se disipó apenas un poco, lo suficiente para que su expresión cambiara. Se acercó más, despacio, hasta que pude sentir su respiración.

—Siempre igual —susurró—. Mandas como si el mundo te obedeciera.

—Eres mi mundo por eso debes obedercer. —Intenté sonar desafiante, pero mi voz tembló.

Él sonrió, apenas. Una sonrisa rota, peligrosa y dulce a la vez. Su mano se alzó lentamente, rozando mi mejilla con la yema de los dedos. El contacto me hace recordar el calor que tuve esa paz, que perdi por unas horas largas. Era cálido, casi olvidado, una promesa que dolía.

—Está bien —murmuró, bajando la mirada solo un instante—. Me quedaré. Pero si algo les pasa... si no regresan antes del amanecer... —Su voz se quebró en un susurro amenazante—. No habrá sistema, ni Agatha, ni Julia que pueda detenerme.




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