Efecto Cura

Capítulo 57♤

Cierro los ojos y me cubro el rostro con el antebrazo derecho dejo que mi otra mano repose sobre mi torso, siguiendo el ritmo lento de mis pulmones vaciándose en un profundo suspiro. Quisiera levantarme y hablar con Agatha, pero eso significaría bajarme a su nivel de problemáticas y mentiras pero otro suspiro se escapa de mí antes de sentarme en la cama.

Estiro los brazos hacia arriba, tratando de liberar el peso que siento en los hombros, y con ese mismo impulso me pongo de pie. Camino hacia la puerta, la abro, y dejo que el pasillo frío me reciba en silencio.

A lo lejos, en el primer piso, alcanzo a ver a Julia con un grupo de chicas. Le curan el labio partido, y por un segundo me pregunto si ese rasguño realmente duele tanto como su ego. Desvío la mirada y sigo mi camino hacia la oficina de Agatha. No me molesto en tocar. Entro despacio, en silencio, por si acaso a la mujer le da por disparar primero y preguntar después. El aire huele a desinfectante y papel viejo. Todo parece en orden... hasta que noto que Agatha está junto a una estantería, tocando el borde de un libro. Lo jala con suavidad, y ante mis ojos la estanteria se mueve con un chirrido lento, revelando una puerta oculta...un laboratorio.

Ella entra sin mirar atrás. La puerta se cierra sola, dejando solo el eco metálico de sus pasos y a mí, congelada, con mil preguntas ardiendo en la cabeza. Aprieto los puños, Agatha sabe más de lo que aparenta y lo peor es que lo ha sabido siempre.

Salgo de la oficina sin hacer ruido, cerrando la puerta con cuidado. Mis pasos resuenan apenas sobre el suelo, y trato de aparentar calma mientras camino por el pasillo.

Lo que acabo de ver era una de las claves que completa poco a poco mi rompecabeza y eso empeoraba todo lo de mas, todo lo pensado, una puerta escondida, que un laboratorio oculto, y que Agatha entrara como si fuera lo más normal del mundo.

Doblo por el corredor y bajo las escaleras, solo para dar vueltas, para parecer ocupada. Algunos me miran, otros se apartan rápido aunque no me importa debo mantener la calma pero solo quiero ganar tiempo, mantenerme cerca.

Camino por el área de entrenamiento, paso por la sala común, reviso el area de ropa. Cada minuto se siente eterno, cada ruido en el pasillo me hace volver la cabeza pero me distraigo sin llamar tanto la atencion, mas de Julia.

Espero. Espero y espero a que esa maldita puerta se abra, a que Agatha salga de su escondite.

Meto las manos en los bolsillos, fingiendo que estoy relajada, pero mis pensamientos van a mil por hora.

¿Qué hay ahí dentro? ¿Qué guarda tan celosamente? ¿Qué tiene que ocultar una mujer que siempre presume de controlarlo todo?

Vuelvo a mirar hacia la oficina, nada, ni un sonido cuando la paciencia comienza a carcomer y mas que nunca ha sido mi fuerte, pero si quiero respuestas, tendré que jugar a su propio juego, solo me toca esperar, observar y cuando salga seguirla tal vez...

Pasó casi una hora. El pasillo se fue quedando vacío, los murmullos se apagaron, y solo quedaban las luces parpadeando a lo lejos, mis piernas ya estaban cansadas de tanto andar sin rumbo, pero no podía irme todavía a parte de que algo en mi pecho me decía que debía quedarme. Cuando entonces la puerta se abre.

Agatha salió con paso firme, una carpeta gruesa bajo el brazo y ese aire de superioridad que tanto me irrita. Cerró con llave detrás de ella, como si el mundo dependiera de lo que guarda ahí dentro. Ni siquiera notó mi presencia; o tal vez sí, pero prefirió ignorarme.

Camina hacia el extremo del pasillo, hablando con alguien por radio, su voz firme, autoritaria. Espero unos segundos, hasta que dobla la esquina.

El silencio vuelve y es donde aprovecho.

Subo las escaleras de dos en dos, cuidando de no hacer ruido, el corazón me late tan fuerte que temo que se escuche desde el pasillo. Cuando llego frente a la puerta de su oficina, me detengo. La llave sigue puesta.

Perfecto.

La giro despacio, apenas un clic, y entro. El aire dentro aún huele a desinfectante, a metal y papel viejo. Todo parece igual, pero mis ojos van directo al estante.

Camino hasta él, paso los dedos por los bordes de los libros hasta encontrar el mismo que vi mover antes. Lo jalo. El mecanismo se activa con un leve zumbido, el estante se abre, dejandome frente a la entrada al laboratorio.

Trago saliva, respiro hondo, sabiendo que si cruzo esa puerta, no hay vuelta atrás.

El estante se abre con un suspiro metálico, dejando escapar una ráfaga de aire frío, como si del otro lado hubiera estado encerrado algo durante demasiado tiempo. El pasillo que aparece es estrecho, apenas iluminado por luces blancas que parpadean. Avanzo con cuidado, los pasos amortiguados por el eco del piso de metal.

A cada metro, el aire se vuelve más pesado.

Huele a químicos, a óxido... y a algo más, algo que no logro identificar.

Cuando llego al final, la vista me golpea como un puñetazo en el pecho. Un laboratorio. Pero no uno común.

Mesas de acero cubiertas con frascos, agujas, tubos con líquidos de distintos tonos. Pantallas encendidas con datos que se actualizan cada pocos segundos con pantallas encendidas... Y lo peor... los tanques.

Cilindros de vidrio llenos de un líquido verdoso, con siluetas humanas apenas visibles dentro. Uno... dos... tres...Conté seis en total. Todos tenían algo familiar.

Me acerco al primero, mis manos tiemblan un poco cuando limpio el vidrio con la manga lo bueno es que no lo reconozco, es un hombre joven, con marcas profundas en los brazos y la siguiente, una mujer de cabello corto. Pero el tercero...

El tercero tiene mi rostro, junto al de mi madre, mi padre... y Agatha.

Retrocedo un paso; el aire me abandona los pulmones.

—No... —susurro—. No puede ser.

La piel pálida, el cabello pegado al rostro, una línea fina en el cuello como si algo la mantuviera viva... o muerta a la vez.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.