Efecto Cura

Capítulo 70 I.

Madeline.

La sangre en mi costado comienza a salir manchando la camisa blanca ajustada debajo de mis pantalones, las manos de Marcus sujetándome cuando debía estar en el suelo pero mi cuerpo se queda ahí.. de pie.

—¿Que me hiciste? —le pregunto sintiendo como las lágrimas ruedan por mis mejillas.

—Te hice mas fuerte. —responde con sarcasmo tanto que nunca me sorprende.

A pesar de que la sangre sigue saliendo de mi costado, miro al Marcus preocupado diría que hasta llorando pero de alguna manera se hace el fuerte.

Mi padre vuelve a levantar la pistola en mi dirección y dispara en diferentes partes de mi cuerpo, justo cuando creí ceder algo dentro de mí comienza a moverse por mis venas quemando cada poro de mi piel. Marcus saca la pistola y le apuntó pero el disparo no llega a el, ya Amelia estaba lista para disparar. Le dispara en la frente a Noel dos veces. Caer al suelo luego de dirigirle la mirada a Amelia.

—¡Sobrevive a eso imbécil! —le grita Amelia.

—Vamos suban. —Dulce grita cuando el seguro en la puerta ya no podía más, Marcus me sostiene por las piernas, apoyo la cabeza en su pecho sintiendo como si todo mi cuerpo estuviera quemándose.

—Ahhh —,mi voz queda encerrada en ese grito.

—Aguanta nena. —La voz de Marcus era algo que me tenía sustenta a la realidad.

Su tono me mantiene aquí, atada a la realidad mientras todo lo demás se desmorona. El dolor, la sangre, el humo, el viento... todo se mezcla. Solo escucho su respiración, su corazón latiendo contra mi oído.

Y en medio del fuego que me está devorando por dentro, entiendo lo que está pasando

Habían experimentado conmigo no se si para bien o... para mal.

El ruido del helicóptero es un rugido que atraviesa los huesos. El viento me corta la cara, la sangre sigue cayendo por mi costado. Marcus me sostiene con fuerza, su respiración agitada rozando mi cuello mientras subimos.

Debajo, las manos de los infectados se estiran, rozan el aire, algunas alcanzan mis botas antes de que el helicóptero se eleve. Marcus suelta un grito, jala con toda su fuerza, y en un segundo estamos dentro.

Caemos sobre el piso metálico, el aire frío del interior se mezcla con el olor a pólvora y sangre. Verónica está frente a los controles, gritando órdenes, moviendo las palancas mientras el helicóptero se sacude entre turbulencias.

—¡Sujétense! —grita.

Siento las manos de Marcus en mi abdomen, presionando la herida. Su voz es un murmullo entre el caos.

—No te duermas, nena... mírame, mírame, Madeline.

Intento hablar, pero solo sale sangre de mis labios. Me cuesta respirar. El aire entra y sale con dificultad, como si algo dentro de mí se resistiera a dejarme morir.

Amelia se arrodilla junto a mí, su rostro cubierto de lágrimas y sudor.

—¡Marcus, la camisa, quítasela! Tenemos que ver cuánto está sangrando.

Él asiente y rasga la tela con una navaja. El aire frío golpea mi piel. Y el dolor... el dolor es insoportable.

Grito. Un grito que no parece humano.

Siento algo moverse dentro de mí. No como un espasmo. es algo que se arrastra bajo mi piel, una corriente viva que quema cada vena, que se abre paso por mis costillas, que trepa hacia mi hombro.

—¡Dios...! —escucho a Dulce murmurar, horrorizada.

Amelia se cubre la boca. Marcus se queda inmóvil, con los ojos fijos en mi costado. El lugar donde me disparó mi padre, donde la bala aún debería estar, empieza a burbujear, la piel se estira, se abre, y el metal sale expulsado, rodando por el suelo del helicóptero, cubierto de sangre oscura.

Grito otra vez, el cuerpo arqueado, las manos aferrándose al piso. Siento otra bala moverse, esta vez en el hombro, una, luego la segunda, las siento viajar dentro de mí como si fueran brasas, saliendo con un chasquido húmedo. El olor a hierro llena la cabina y Verónica mira por el retrovisor, sus ojos desorbitados.

—¿Qué demonios...?

Marcus me sostiene, su voz quebrada.

—Nena, por favor, aguanta...

Pero el calor sube. Mi piel cambia de color, los bordes de las heridas se sellan ante mis ojos, cerrándose con una velocidad imposible. La carne se une, la sangre se seca, el tejido se regenera.

Siento cada fibra de mi cuerpo reconstruirse, quemando, latiendo, renaciendo.

Mis ojos se abren de golpe. Todo a mi alrededor parece diferente. El aire vibra, los sonidos se distorsionan, puedo oír los latidos de cada uno de ellos, los motores del helicóptero, incluso los rugidos lejanos abajo, como si el mundo entero me hablara a la vez.

Marcus me toca el rostro.

—Nena... estás viva.

Respiro con dificultad, temblando. La sangre aún cubre mis manos, pero las heridas... ya no están.
Solo la piel intacta, brillante, tensa, con un calor que sigue ardiendo desde dentro.

Amelia me mira, sin decir una palabra. Y yo... solo puedo mirar mis manos, el temblor en mis dedos, el humo leve que sale de mis heridas cerradas.

No sé si sobreviví.. o si me convertí en algo más.

El helicóptero avanza sobre la ciudad, dejando atrás una nube negra de humo y fuego. Abajo todo parece arder, y arriba, el cielo es una mezcla de gris y rojo. La vibración del motor resuena en mis huesos, el aire vibra, y cada movimiento duele aunque ya no sangro.

El cuerpo me arde por dentro. No es dolor físico solamente, es algo más profundo, como si mis nervios estuvieran vivos, latiendo, empujando contra mi propia piel. Cierro los ojos un segundo, tratando de respirar. La herida en mi costado ya no existe, pero puedo sentirla todavía, como un fantasma pegado a mi carne.

Amelia está frente a mí, mirándome en silencio. Tiene las mejillas cubiertas de lágrimas secas, los labios mordidos, las manos temblando. De repente se levanta de su asiento, se arrodilla a mi lado y me toma de los hombros con fuerza.

Sus ojos se llenan otra vez de lágrimas.




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