SETH
Me pregunto si estar dentro de un despresurizador, produce este efecto asfixiante que me roba el aire de los pulmones, alejándolo de mí, es un huracán que arrasa todo a su paso, mientras la tensión se mantiene sobre la cabeza cual nube gris en el cielo antes de la tormenta.
A mi lado Katrina me da un suave apretón de manos, tal vez siente lo mismo que yo, y está recordándome que siempre nos tendremos para apoyarnos, estamos solos, ya que parece que al haber perdido a un padre hubiésemos perdido a ambos.
Creo que para mamá la forma de superar la perdida de papá fue olvidar y buscarle un reemplazo. “Solo busca protegernos” me dijo Katrina alguna vez, como si internarnos en una academia militar fuese la solución a nuestros problemas, como si al dejar todo atrás instantáneamente todo se borrase de nuestra memoria, y el dolor que me carcome a cada segundo renunciase a mi cuerpo con solo marchar y abandonar todo.
Porque eso es lo que estamos haciendo, abandonar… ahora nadie se preocupará por encontrar al asesino de papá, se archivará en medio de los muchos casos de jueces y abogados, pasará a la historia como el terrible asesinato del Ministro de Justicia de la Unión. Para todos, papá no era más que eso, una figura pública, a lo que añadían: “lo lamento tanto, es una gran pérdida, el Ministro era una persona honorable”, “que pena, debe ser muy difícil, el Ministro era una persona con un corazón tan grande”. El Ministro, el Ministro, el Ministro, todos se lamentaban la terrible muerte del ministro, dándonos sus patéticas condolencias con palabras vacías e hipócritas.
Papá era más que un simple ministro, era un hombre, un esposo, un padre, era Alessandro Walsh, pero para la memoria colectiva no era más que uno de los pocos hombres justos. “Ministro”, ahora la palabra me repugna… parece que al tener un lugar en la escala jerárquica, un cargo relevante, se pierde tu identidad, te conviertes en un artículo más, una palabra “importante”, la burocracia es tan deshumanizante con el ejército, pero mucho más falsa.
Me giro para ver el rostro de mamá, sigue con esa misma expresión impasible que ha adoptado desde que decidió que nos encerraría en una academia en los Alpes, sobre toda la miseria humana que habita la Tierra.
Amanda Walsh me devuelve la mirada, la mantiene fija en mis ojos unos segundos, de repente algo cambia en su expresión, un signo de humanidad aparece en su rostro, preocupación, parece ser.
—Seth, ¿estás bien? —Pregunta mi madre, yo asiento—. Estas pálido.
Solo frunzo el ceño ante su afirmación, no sé qué espera que responda, tal vez la sensación de estar despresurizado no sea solo parte de mi percepción, tal vez el aire de la cabina se agota, no es solo la incertidumbre que siento y el hecho de que la tensión está agotando la energía de mi sistema, pero parece que soy el único que la siente.
La nave da una pequeña sacudida al entrar en la atmósfera de la Tierra y es cuando realmente empiezo a sentirme mal, el mareo llega a mi cuerpo en una oleada haciendo estragos en mi sistema nervioso, la languidez se apodera de mí y la visión se pone borrosa, veo todo a través de un lente desenfocado. Me pregunto si será el lente desenfocado de la muerte, que antes de llevarme me ofrece este enfoque distorsionado de la vida, a lo mejor es como luce verdaderamente la realidad.
Suelto la mano de Katrina lo único que me ata al mundo y me dejo llevar por los designios de la vida. Alarmada, mamá intenta levantarse del asiento, pero el cinturón de seguridad no se lo permite, lo desabrocha, y corre hacia mi, sus facciones borrosas reflejan preocupación, pero oculta en su expresión la resignación, debe estar pensado en que no hay nada que pueda hacer ante el inminente desastre, está condenada a la pérdida.
—Seth, no por favor —pronuncia Katrina en un tono agudo—. ¡Mírame!
Obedezco su suplica, en ella grita la desesperación, sus ojos son más difíciles de leer que los de mamá, pero logro entenderlo, si me fuera se quedaría sola, cree necesitarme, pero ella es más fuerte que yo. Quisiera hacer un esfuerzo por mi hermana, porque estamos unidos, pero sé que, a diferencia de ella, yo no puedo vivir sin la mitad de mi corazón, así que decido no oponer resistencia, en realidad prefiero irme.
Mis ojos se cierran, ahora solo puedo escuchar “Seth” gritan mamá y Katrina, pero sus voces cada vez son más lejanas, en el fondo creo es escuchar otra voz más grave, llamándome, suena como papá, tal vez me pide que me quede, que no las deje solas, que vengue su muerte, o quizás me pide que vaya con él.
La paz que nunca había sentido en los dos últimos meses me envuelve, no siento miedo o dolor, solo paz. Mientras la oscuridad me envuelve con sus negras garras en lo único que pienso es en ver a papá, escuchar su voz clara y cálida, “Seth” dice, y voy.