Diez días después , Jamie tomó un vuelo hacia Miami en donde un auto particular lo esperaba. Habiendo ganado un premio tan ostentoso, Jamie pensó que el doctor viviría en alguno de los barrios más opulentos de la ciudad, sin embargo, fue llevado a una colonia bonita pero sencilla en las afueras de la ciudad rumbo a Everglades y casi en seguida entendió por qué. Lo principal ahí no era ni el terreno ni la casa, sino un laboratorio que el profesor tenía oculto entre la maleza, un lugar evidentemente destinado a estar lejos de las miradas curiosas. Todo adentro estaba lleno de pantallas, procesadores del tamaño de refrigeradores y, en el centro, un enorme tubo de cristal rodeado de cables.
—Hela aquí —el doctor señaló el tubo de cristal—, mi máquina del tiempo. Te mentí al decirte que la usé sólo para ganarme el premio del Powerball, la he usado a lo mucho para retroceder 4 días.
—¿Para qué? —preguntó Jamie.
—Trivialidades. Por ejemplo, yo padezco mucho de la gastritis, así que ocasionalmente me doy el lujo de darme algún atracón y terminando la cena vengo aquí y regreso justo antes de haber cenado para ahora comer algo ligero y evitar malestares. En cuanto a esto —señaló las pantallas a su alrededor—, me ayudan a ver el espacio tiempo. Como te dije antes, el salto se da únicamente hacia atrás, hacia algún punto en tu pasado, por lo mismo, personalmente no puedo viajar más que algún momento que ya viví.
—O sea que no podría ir más allá del día de su nacimiento, ¿es así? —preguntó Jamie.
—Personalmente, así es. Pero objetos inanimados pueden viajar indiscriminadamente, así que puedo enviar cámaras a otros tiempos o lugares. —El doctor encendió una computadora y mostró a Jamie una batalla entre soldados con uniformes antiguos—. Tengo videos de diferentes momentos de la historia: la guerra de independencia, la colonización, incluso la era glacial o el jurásico. Han sido periodos breves pero lo suficiente como para decirte que todos los libros de historia y paleontología están equivocados —al decir esto, el doctor rio—. Sin embargo, no puedo dejar de pensar en qué pasaría si me atreviera a volver más en mi propia vida, me pregunto qué podría lograr en caso de volver con todo este conocimiento que tengo ahora, hasta dónde podría llegar. Pero no me atrevo, soy demasiado cauteloso.
—¿Cree que lo que yo haga tenga implicaciones peligrosas?
—Tu único deseo es ayudar a tu amiga a terminar su película, ¿o no? Son menos de cinco años en el pasado. En estos días revisé el caso de Sandy y veo que no puedes hacer más que eso, no era solamente el estrés, su corazón era una bomba de tiempo a punto de estallar. Estás consciente de que regresarás a verla morir de nuevo, ¿verdad?
—Lo sé —Jamie frunció los labios y reiteró con voz apagada—, lo sé.
—Por eso me atrevo contigo. El único cambio que habrá será que ella verá su sueño realizado antes de morir.
Jamie asintió y el doctor comenzó explicándole todo el proceso, el daría ese salto esos años en el pasado, justo al día en que conoció a Sandy, volvería a esa edad, pero preservando sus recuerdos y conocimientos y su única labor sería ayudarla.
Una vez que Jamie entendió todas las instrucciones que le dio el doctor, el científico se dedicó a configurar todo su equipo para hacer volver a Jamie al momento indicado.
—Ya está todo listo —el doctor miró a Jamie con gravedad—. ¿Estás seguro de que estás listo para revivir todo? Toma en cuenta que quizá regreses para que la película sea un fiasco…
—Lo estoy —y no mentía al decirlo—. Me he preparado para lo que sea. Sólo tengo que volver el tiempo suficiente para ayudarla a alcanzar su meta y esperaré pacientemente a que este año regrese para contarle todo y darle mi informe.
—En ese caso… —el doctor abrió la puerta de la máquina del tiempo invitando a Jamie a pasar—. Todo pasará en un segundo, como ir a dormir y despertar justo en el día y hora programados. Pues… suerte.
Jamie entró en el tubo de cristal y se quedó parado adentro, observando cómo el doctor Phillips terminaba de presionar algunas teclas. En un momento le dirigió una mirada de preocupación y él asintió.
—Suerte, Jamie.
Un remolino de luces lo rodeó sólo por un segundo junto con la sensación de estar cayendo en un columpió especialmente alto. Cerró los ojos al sentir el efecto del vértigo y al abrirlos se vio a sí mismo en un sitio en donde no había estado desde poco más de un año: su dormitorio en la universidad.