Efemérides de Una Sociedad Retrógrada

II

Ese día saqué muchas fotos, a árboles, al cielo, plantas, una combinación de todo, a mí misma a todo, estaba como loca disparando fotos por aquí y fotos por allá.

Estaba feliz, una parte porque había logrado salir de mí casa, y otra sin saber exactamente el porqué.

Al volver a la casa de mis abuelos, me recibieron con una sonrisa cariñosa, (algo que hasta el día de hoy agradezco, porque si no hubiera sido por ello, no sé en qué lugar estaría ahora mismo).

No volví a ver a Niki en cuatro días, así se llamaba.

Pero apareció de una manera inesperada.

Se coló en una de mis fotos, en una que aún adorna un lugar especial en mi pequeño lugar donde expongo mis fotografías

Se coló en mí foto, pensamientos y en mis sentimientos. Pero sobre todo en mí corazón.

Luego de esa foto, nos volvimos cercamos, “amigos”, por catalogarlo de alguna manera.

No pasaba un día en el que no nos viéramos, y eso me hacía feliz.

Él alegraba mis tardes, me daba ideas de fotos y alimentaba mi ego diciendo que iba a ser una fotógrafa profesional reconocida.

Un día luego de muchas tardes vividas y compartidas, luego de decirnos que nos atraíamos y sentíamos una conexión él dijo:

—La escuela más cercana está a dos pueblos. No me molestaría que tú fueras mí compañía todas las mañanas, incluso puede que nos toque en la misma clase.

Y ese fue el momento en que algo en mí no cerró.

Desearía decirle a mí yo de esos tiempos que la edad no importa en asuntos del corazón, pero es algo que lastimosamente no puedo cambiar.

—Niki, acabé la escuela hace un año, casi dos.

—Vamos, Julieta, si no quieres caminar conmigo puedes decirlo, suelo ser gruñón por las mañanas. —sonrió

—Niki, no estoy mintiendo, hace tiempo que terminé esa etapa en mí vida. —dije un poco seria

—Bueno, en ese caso, no pasa nada. Nos veremos en las tardes

Pero yo en ese entonces me sentía mal porque había pasado casi un verano entero enamorada de un chico más joven que yo y eso no podía ser.

Me fui sin decir nada, ni siquiera averigüé la edad de Niki, me fui un poco espantada, porque imagínense, acostumbrada a un entorno cerrado, con pensamientos como:

“El hombre siempre debe ser mayor"

“Las mujeres que están con hombres más jóvenes son una depravadas"

En mí mente estaba cometiendo un pecado, uno imperdonable.

Recuerdo pensar: “Julieta, menuda pecadora eres, te has pasado casi un verano enamorada de un pequeño que ni siquiera a terminado la escuela”

Intenté olvidarlo pero no pude.

Niki intentó hablarme, pero no se lo permití.

Me sentía mal conmigo misma, y todo el tiempo imaginaba lo que iban a decir mis padres, mis abuelos, mis tías, primas y hasta vecinos.

Intenté alejarme en los últimos días que le quedaban al verano, pero Niki de algún modo se las ingenió para que lograra escucharlo.

—Juli, ¿es mi edad la que te molesta?, ¿te hace sentir mal que sea unos años menor que tú?, Porque si es eso te prometo que soy muy maduro, sé amar, a ti te quiero.

Esas palabras aún resuenan en mí, me pareció fuerte que me dijera “te quiero” solo habiendo compartido unos pocos meses

—Niki, corazón, dime, ¿cuántos años tienes?

—¿Y eso que importa si te quiero?

—Mucho, Niki, ¿qué crees que van a decir cuando sepan que salgo con alguien menor?

Y lo cierto es que si mencioné mi edad un par de veces, pero él no, siempre cambiaba de tema, o me besaba y luego respondía que había recorrido mucho.

La pura verdad es que alguien con un poquito de cerebro se habría dado cuenta que había algo extraño, ya que siempre cambiaba de tema cuando se tocaba el asunto, pero estaba tan embobada que no me dí cuenta.

—Juli, eso no te tiene que importar, porque la edad no impide nada, acaso, ¿cuántos años le saca tu abuelo a tu abuela?

—Doce —respondí casi sin voz

—¿Y cuántos le lleva tu papá a tu mamá?

—Cinco

—¿Lo vez?, No hay nada de malo

—Lo que sucede, es que aún eres muy ingenuo, nos van a juzgar, nos van a mirar raro

—¿Y eso debe importar?

—Si

—No son muchos años los que nos separan, en unos años ni siquiera se va a notar, apenas me sacas casi tres.

Sí, me sorprendió, y mucho, imaginé que iba a ser un año menor y en el peor de los casos dos, pero no tres

Él era un menor de edad, y yo ya una persona con responsabilidades adultas

Ahora mismo me reprendo mentalmente por ser tan dramática por sólo tres años, pero es algo que ya no puedo cambiar.

Dios, aún no puedo creer que dejé pasar el amor de mí vida sólo por los prejuicios de la gente.

En el último momento de coraje que me quedó, besé a Niki ferozmente, dejándole saber que sería el último beso que compartíamos y corrí a la que en ese entonces era mí casa, con mis abuelos.

Lugar en el que me esperaba una noticia

 

 


 




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