❝Marcharse es muy difícil, hasta que te marchas. Y entonces es la cosa más jodidamente fácil del mundo.❞
— John Green, Ciudades de papel.
Colombia, Medellín, 30 de marzo.
Luego de una semana llena de papeleos y escuchar las mismas palabras que pretendían animarme ante la situación que vivía, había conseguido adaptarme a todo ello con la mayor calma posible, durante estos días había estado recibiendo asesoría legal por parte de Santiago, con quien hay mucha confianza, le conté lo que pasó en el despacho, también le hablé sobre el viaje. A pesar de todo cumpliría con el deseo de papá y aunque yo siempre había tenido el sueño der vivir en otro país no lo imaginaba en circunstancias como estas, él mostró su apoyo y aunque hubiera querido quedarme con él y su familia no podía pasar un día más aquí sin sentirme infeliz por todos los recuerdos que me invadían.
Hoy viajaría a mi primer destino, me quedaría unas semanas en Panamá, ahí se encuentra viviendo mi mejor amiga, bueno, mi única amiga, pensar en eso es un poco deprimente; sin embargo sentir su apoyo constante es reconfortante, manteníamos una buena relación sin importar la distancia siempre encontrábamos cómo comunicarnos. Ella fue quien propuso la idea de quedarme en Panamá un tiempo, acepté en seguida, aunque no quería ser una carga para ella o su familia necesitaba su compañía y por lo menos tenerlos cerca durante ese tiempo haría que olvide que nada en mi vida sería igual.
Panamá, Ciudad de Panamá, 30 de marzo.
Descendí del avión, ya era el medio día y estaba pisando por primera vez Panamá, sabía que estaba dejando toda mi vida atrás o eso pretendía. El sol irradiaba tanta luminosidad, que el cielo podía contemplarse tan celeste como las nubes brillantemente blancas. Durante todo el viaje, que no fue largo, había dormido. Al principio se me hizo difícil conciliar el sueño por todos los pensamientos que me embargaban apenas podían.
Lo primero que hice al llegar a la zona de desembarque fue llamar a mi mejor amiga.
—Dani, ya llegué a Panamá —quería que esta experiencia sea mejor de lo que esperaba.
— GENIAL, PERO DIME DÓNDE ESTÁS EXACTAMENTE. NO PUEDO ESPERAR MÁS PARA VERTE —podría contagiar su euforia a quien sea que se cruce en su camino y le mirase los ojazos verdes llenos de emoción.
—Estoy cerca de una máqui —fui interrumpida de manera abrupta por un abrazo, no sé en qué momento empecé a llorar pero solo ahí me di cuenta lo mucho que había necesitado de ella.
—OH, ¡DIOS SANTO! ¡ESTÁS PRECIOSA! Pero por favor para de llorar, tengo que darte una buena bienvenida y no puedo permitirte lágrimas —asentí mientras le abrazaba una vez más permitiéndome sentir un poco del cariño que justo ahora me hacía falta—. Dame una de esas sonrisas que logran que tus ojos se vean chinos, por favor, es lo único que te pido. Quiero ver un color azul encendido en tu mirada —sonreí y observe que seguía casi igual a como era en Colombia, solo que ahora su piel estaba bronceada y su cabello ondeado mantenía un estilo balayage [1]. Lucía como una modelo, como siempre destacando por su belleza y carisma.
Recogí mis cosas. Fuimos a un restaurante. Conversamos sobre todo lo que era posible para sentir que el tiempo no ha pasado. Después de eso nos dirigimos a su apartamento, ella es un año mayor que yo, por lo tanto había conseguido independizarse apenas encontró su primer trabajo, por lo que sé es una compañía importante aquí y eso le ha servido para estar económicamente estable.
—Sabes, entiendo que todo lo que ha pasado ha sido difícil, probablemente no quieras nada, pero tengo que informarte que se hace tarde para que te arregles. Hoy en la noche hay un cóctel importante realizado por la empresa en la que trabajo. Es una buena oportunidad para que conozcas a más personas —Sonrió de manera traviesa, incentivándome a aceptar su invitación.
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Editado: 04.12.2018