Efímera

4. Canción favorita

—¿No crees que es un poco tarde ya? —pregunto en medio de un bostezo.

 

—No creo que haga falta responder la pregunta… ¿Quieres que hablemos mañana?

 

—Hablemos hasta que uno de los dos se quede dormido —sugiero.

 

—Bueno, no es tan complicado saber quién lo hará —dice divertido.

 

—¿Tú? —contesto sarcástica.

 

—Si, probablemente.

 

Suelto una ligera risita.

 

—Entonces, ¿Cuál es la pregunta sencillamente complicada del día de hoy? Creo que estoy preparada para todo. Estuve autoanalizándome en ese aspecto.

 

—¿Estuviste todo el día buscando respuesta a qué es lo que realmente te gusta si tuvieses que elegir entre varias cosas favoritas? —cuestiona muy preciso.

 

—No es algo difícil de adivinar, así que sí. Eso es lo que estuve haciendo.

 

—Es un poco tramposo de tu parte porque el punto es que sea espontáneo y no tengas tiempo de analizar la situación al cien por ciento, pero está bien —suspira—. Lo dejaré pasar por esta vez, solo porque no será tan fácil.

 

—Estoy preparada para todo —digo firme.

 

—¿Cuál es tu canción favorita?

 

Suelto una pequeña risita.

 

—¿Para que ocasión?

 

—Para todas. Esa canción que puedes escuchar triste, enojada, feliz, relajada, abrumada… y a pesar de todo eso, no te aburre ni sientes la necesidad de cambiarla solo porque no va con tu estado de ánimo —explica con demasiado detalle.

Suspiro.

 

Definitivamente no es fácil.

 

—Te daré el tiempo suficiente para pensarlo.

 

—Si tú haces las preguntas, ya tú sabes las respuestas. ¿No crees que eso es trampa?

 

Recién voy cayendo en cuenta de ello. Solo debo pensar las respuestas yo, porque él ya tuvo todo el tiempo del mundo para hacerlo.

 

—Se las respuestas porque he tenido demasiado tiempo para formulármelas a mi mismo, pero no es para desorientarte o hacer explotar tu cerebro —se echa a reír.

 

—No es gracioso. Lo que dijiste es exactamente lo que haces, amigo.

 

—Eres libre de hacerme una nueva pregunta. No es mi culpa que no tengas la iniciativa.

 

Auch.

 

—¿Por qué tienes tanto tiempo libre? —aprovecho para saciar mis dudas personales sobre su vida.

 

—Porque soy un mantenido —susurra divertido.

 

Ruedo los ojos ante su lógica.

 

—Te envidio, en parte. Aunque no sé si quiero estar tan aburrida como para hacerme ese tipo de preguntas a mi misma y además buscarle las respuestas.

 

—Tienes razón, es suficiente con formularlas. Responderlas ya es un nuevo nivel de locura.

 

—Exacto. Aburrido y loco no siento que sea una buena combinación —comento.

 

—Puedo ser un asesino serial y estar tomando el tiempo en que te demoras en contestar una pregunta simple… podría estar comenzando a impacientarme —dice lo último en un ligero tono sombrío.

 

Me río con fuerza ante sus palabras, aunque no es como si tuviese la suficiente información en cuanto a él y su vida.

 

Creo que ya no es tan gracioso como lo pensaba.

 

—Bueno, no es como si asustarme fuera tan sencillo, pero tú tienes una clase de súper poder cuando se trata de eso —doy una vuelta en la cama para quedar mirando hacia el techo—. Puedo creerte eso más que lo de mantenido.

 

—Auch —musita.

 

Pero al menos le escucho reír al siguiente segundo.

 

—En serio le das muchas vueltas a las preguntas —agrega.

 

—Ni siquiera he estado pensando en la respuesta, amigo. Si continúas hablándome, prestaré más atención a lo que tú me estás diciendo, ¿Entiendes? —explico.

 

La verdad es que ya olvide la pregunta.

 

—Bueno, me quedaré en silencio unos cinco minutos y me darás la respuesta en ese transcurso de tiempo.

 

—¿Y si no qué? — pregunto a la defensiva.

 

Creo que hasta yo me sorprendí de mis palabras.

 

—Nada, pero entonces ya no tendrás ventaja y no responderé ni una sola pregunta personal que me hagas. Ya que esas son las que te gusta formular, ¿O me equivoco? —se ríe.

 

—Pues disculpa si me resulta difícil entablar conversación con alguien que ni siquiera ha dicho su verdadero nombre —le reclamo.

 

—Tu tampoco lo has hecho —estoy por responder pero interrumpe de golpe—: Y no quiero que lo hagas efímera.

 

—Bueno señor misterio, entonces no me juzgue por querer saber algo o tener alguna pista de con quién hablo en realidad.

 

—No juzgo eso, pero si el hecho de que tengas tantas preguntas, cero respuestas y aún así continúes hablando conmigo —su tono de voz confuso me hace reír.

 

—Hazte una idea de lo aburrida que es mi vida entonces —rio para no llorar.

 

—No es necesario hacerme la idea si estoy en la misma situación que tú —murmura en medio de un bostezo.

 

—Con efectos de sonido incluidos. Qué bien.

 

Ahora soy yo la que suelta un amplio bostezo, girando de nuevo en la cama y enredándome más entre las sábanas.

 

—Era justo y necesario —comenta.

 

—No quiero darle más vueltas a una pregunta y la verdad el sueño me está venciendo; además de que debo madrugar para ir al trabajo —suelto un sonoro suspiro.

 

—Triste —dice divertido.

 

Ruedo los ojos y coloco el teléfono en altavoz, mientras me dispongo a abrazar una almohada.

 

La verdad nunca me he detenido a pensar en una sola canción que englobe todos mis sentimientos y me produzca calma en cada situación que se me presente, pero puedo hablar de una que a pesar del tiempo no puedo dejar de escuchar y además ni siquiera consideraría el que llegara a aburrirme.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.