Efímera

6. ¿Cerca o lejos?

—Yo sé que es bueno tener un que otra carta bajo la manga pero, ¿En serio no me dirás cuál es tu edad? —su tono sorprendido me hace reír.

 

—No —contesto de forma infantil.

 

—Te diré mi nombre —dice.

 

Me quedo un momento en silencio, considerando sus palabras.

 

—¿Cómo sabré que dirás tu nombre real? —pregunto.

 

—¿Cómo sabes que no he mentido con nada hasta ahora? —replica.

 

Debí suponerlo.

 

—Has sonado siempre muy sincero. Cómo si quisieras desahogarte con alguien —explico a medias.

 

—¿Eres psicóloga? —pregunta.

 

Suelto una risita al escucharle.

 

—Sabes muy bien que trabajo en una oficina como secretaria —respondo aún riendo.

 

—Bueno, creo que estoy comenzando a dudar como tú —dice.

 

—Como sea —digo entre risas—. Aún con todas las ganas que tengo de conocer tu nombre, la verdad es que soy muy ambiciosa y no me bastará con uno solo, querré saber tu nombre completo y la duda no me dejara dormir y debo madrugar para irnos trabajar mañana —concluyo.

 

Y soy muy sincera al respecto. Creo que tendré guardada está oportunidad para otra ocasión.

 

—Estoy muy decepcionado efímera —dice.

 

—Debe ser porque estoy jugando mejor mis cartas a favor, ¿O me equivoco? —pregunto con burla.

 

—¿Estás segura de que no eres psicóloga? —pregunta con duda.

 

Quiero burlarme de él pero me abstengo a último minuto.

 

—Ya me estás haciendo dudar tú a mí —replico.

 

—Bueno, es mejor que cambiemos de tema antes de comenzar a dudar hasta de nuestra propia existencia —dice.

 

—Coincido contigo, así que: ¿Qué te pareció el retorno del gato? Ya que ayer no pudimos hablar en la tarde —digo.

 

En realidad es más una indirecta hacia su dirección, ya que no recibí llamada de su parte y, hace mucho ya, habíamos acordado que siempre sería él el primero en llamar.

 

Aún considero esa regla muy extraña pero sonaba muy serie y contundente al proponerla, además de que aún pasado el tiempo y entrados en más confianza, no parece haber ni una mínima oportunidad de cambiarla.

 

El señor misterio jamás dejará de serle fiel a su apodo.

 

—Creo que fue entretenida y con un final muy realista al cual apuesto que tú no estuviste de acuerdo —dice.

 

—¿Ahora tú eres el psicólogo? —me burlo.

 

Suelta una risita.

 

—Es que te oyes muy romántica y la historia hace pensar que ocurrirá algo así, pero se burla de quienes lo llegaron a considerar realmente —explica.

 

—¿Me oyes romántica? —pregunto confundida.

 

—Si, dado el contexto en que nos conocimos —dice.

 

Ruedo los ojos al recordar esa situación. Creo que mi mente había obviado eso para no tener que sufrir al recordarlo.

 

—Por favor, no me lo recuerdes —me quejo.

 

—¿Por qué? La verdad tenía mucha curiosidad sobre eso. ¿Nunca, ni por casualidad, llegaste a encontrarte con él de nuevo? —pregunta.

 

Comienzo a pensar que el señor misterio ama colocarme en situaciones tensas y reflexivas, porque siempre para poder dale una respuesta a sus preguntas, debo pensar muy bien antes.

 

Sobretodo porque se que un simple “no”, no le bastará.

 

—Esperaba un no y ya —agrega.

Puedo notar la sonrisa en sus palabras.

 

—Se que no es cierto —replico, sonriendo también.

 

—Bueno, ya que pareces conocerme, entonces sabrás que esperaré paciente tu respuesta —dice.

Me quejo en voz baja, colocando el teléfono en altavoz y estirando me sobre la cama con pereza.

 

La realidad es que he evitado ir a ese restaurante desde ese día, aún cuando extraño mucho el ir a comer allí. Todo sea por ahorrarme el tener la desdicha de encontrarme con esa persona de nuevo.

 

—No lo he visto más —contesto con simpleza.

 

—¿No lo has visto porque así lo quiso el destino o porque tú misma lo decidiste? —pregunta.

 

Guardó silencio.

 

Estoy comenzando a considerar que el señor misterio es realmente un psicólogo. Y trabaja desde casa porque esa es también su oficina y consultorio, además de que continúa hablando conmigo desde ese incidente porque está autoanalizándome y puede que esté escribiendo una tesis basada en mi.

 

Creo que también he leído muchos libros de ficción.

 

—Voy a decir que fue un pacto entre los dos —respondo.

 

—Todo sea por no admitir la verdad, ¿Cierto? —replica.

 

—Ni siquiera me gustaba tanto ese restaurante —comento, dando giros sobre la cama.

 

—Que fácil me resulta el saber cuándo mientes —dice.

 

No puedo evitar sonreír.

 

—Entonces no hacia falta que contestara la segunda pregunta —digo.

 

—Quizás.

 

Su respuesta es tan mentirosa que por poco me hace replicar, pero prefiero dejarlo pasar por esta vez.

 

—Señor misterio, ¿Usted no tiene nada que quiera compartir? —pregunto.

 

—No, creo que no ha ocurrido nada interesante en mi vida como para compartirlo —dice.

 

—No quiero sonar grosera, pero nunca compartes nada —digo.

 

—Entonces mi vida es muy aburrida —comenta.

 

—¡Por favor! —me quejo—. Solo no quieres compartirlo. Lo entiendo.

 

—Para no decepcionarte, hoy estoy hablando contigo desde el balcón. La verdad no sé qué tanta distancia hay entre los dos pero el clima está muy frío acá —dice.

 

No tengo que pedirle repetir sus palabras, cuando me encuentro saltando fuera de la cama en dirección a la puerta del balcón, la cual abro enseguida para recibir el frío viento del exterior. Si no es porque escucho la voz del señor misterio hablando, no caigo en cuenta de que olvide traerme el teléfono.




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