—Quiero pensar que hay una muy buena explicación para tu demora de una semana completa —me quejo apenas contesto la llamada—. El lunes dijiste que no podríamos hablar el martes pero parece que olvidaste mencionar que en realidad no sería sino hasta el domingo.
Sé cómo estoy sonando, pero no puedo evitar estar muy molesta e inconforme. Y ahora más que nunca odio esa regla en la cual yo debo ser la damisela en apuros que espera pacientemente la llamada del príncipe que vendrá a rescatarla.
—Lo siento —dice.
La molestia se hace más pesada cuando pasados los segundos continúa sin pronunciar ni una palabra más.
—¿Entonces…? —digo.
Escucho como suelta un suspiro pesado y parece estar realizando algún tipo de estiramiento.
—Efímera, solo por esta vez: ¿Crees poder dejarlo pasar? —pregunta en voz baja.
Me renuevo incómoda en la silla del comedor, la mitad de mi almuerzo perdido porque de solo verlo ya me siento demasiado llena.
Sé que puedo elegir la opción más sencilla, que es la que el me plantea pero también se, aunque no esté del todo bien, que debo hacer uso de mi rabia para poder ser sincera en varias decisiones que solo él ha tomado. Creo que debo, por primera vez, dar mi opinión sincera y no retractarme al respecto.
—No, señor misterio, lamentablemente hoy no va a ser posible —respondo.
Mi voz mucho más firme que cuando quise pronunciar las palabras en mi cabeza.
—Supongo que hoy solo seré un oyente, ¿O me equivoco? —dice, en un vago intento de broma.
—Por completo, dado que hoy serás protagonista y, por ende, tienes muchas líneas para recitar —digo.
Me sorprende a mi misma lo sería que estoy sonando el día de hoy, creo que el señor misterio no había escuchado mi voz de ese modo. Quizá, recién conociéndonos; el día de la confusión. Pero nunca al nivel en el que me encuentro en este momento.
—Efímera…
—¿Qué sucedió? —pregunto, cortando sus palabras.
—Es algo muy personal —dice en voz baja.
Me quedo callada, ni siquiera sé qué puedo responder a eso.
—En serio quisiera poder decírtelo efímera, pero no es algo que pueda compartir tan a la ligera —agrega.
—¿Cuánto tiempo llevamos hablando? —pregunto.
—Creo que ya son más de ocho meses, ¿Por qué?
—Porque he sido demasiado sincera en muchos aspectos de mi vida y siempre, por muy ocupada o enredada que este, contesto tus llamadas —replico.
—Lo sé, pero este asunto se escapa de mis manos —dice.
—¿Al igual que se escapa de tus manos el hecho de no poder ser yo quien llame primero?
No escucho respuesta de su parte por unos largos segundos. Lo que me motiva a seguir hablando.
—No quiero sacar en cara términos que acepte en un principio, pero tú mismo lo dijiste: llevamos hablando más de ocho meses, ¿Cómo es que parece que nada ha cambiado en todo ese tiempo?
Su silencio comienza a incomodarte, por lo cual tengo que revisar que la llamada sigue vigente. Al comprobarlo solo decido dejar que sea él quien hable primero, de lo contrario comenzaré a llenarlo de preguntas y no obtendré respuesta de todas.
—Efímera, por supuesto que en estos meses han cambiado muchas cosas, más de las que tú crees, pero no tenía idea de cómo te sentías ahora con los términos —dice.
—En un inicio estaba bien con eso, sobretodo porque iba de la mano con tu apodo, pero a medida que ha avanzado el tiempo eso se ha convertido en una gran incógnita: ¿Por qué yo no puedo llamarte? —cuestiono.
Mi mente se ha creado teorías que van desde una persona que se encuentra encerrada en la cárcel, y no cualquiera, sino algún mafioso o narco importante que lleva un celular consigo y tiene habitación privada, hasta un hombre casado con tres hijos que llama en las noches cuando todos están dormidos o en cuanto él logra encerrarse en su estudio.
Y creo que mientras más pase el tiempo, más locas se volverán.
—No fue por nada en particular efímera, solo que no estoy acostumbrado a recibir llamadas. Este número lo tienen muy pocas personas —dice.
—Siento que falta algo mas…
Y no es un pedacito pequeño.
—¿Recuerdas que la primera vez que hablamos te dije que me salvaste?
Asiento con la cabeza como si el pudiera verme, y si parece hacerlo ya que continúa hablando.
—Lo hiciste realmente y quería devolverte el favor de alguna manera. Además, aunque suene algo cruel, también fue con la intención de no acostumbrarme a ti, a tus llamadas. Quería poder tener un poco el control de esto.
Sus palabras me dividen en dos partes: una entiende que de alguna forma fue herido en su pasado y teme lanzarse a algo sin estar seguro; la otra está preguntándose a qué se refería con salvarlo ese día en que llame por equivocación.
—¿Y como te ha ido teniendo el control? —pregunto.
—Había estado bien hasta esta semana, incluso deseé que fueras más propensa a romper las reglas para así poder recibir una llamada tuya —dice.
Muerdo mi labio inferior.
—Señor misterio, ¿Realmente no podías llamar ni dos segundos para decir que estarías ocupado? —insisto.
Y se cómo sueño pero no puedo evitar que mi curiosidad sea tan grande.
—No tenía mi teléfono conmigo —responde.
—¿Entonces mi llamada nunca iba a ser contestada? —pregunto confundida.
—Si lo iba a ser, solo que no por mi —dice.
Mi mente se demora un poco en comprender sus palabras.
Editado: 03.07.2024