Efímera

8. Última llamada

Aunque la situación del día domingo fue resulta, solo se trataba de la punta del iceberg y yo aún tenía muchas más cuestiones que no tenia ni idea de a dónde me llevarían, una vez que las dijera al señor misterio.

 

—Hola —su voz ronca me saluda.

 

—Hola —digo en voz baja.

 

—Estuviste evadiendo mis llamadas, ¿Por qué? —pregunta directamente.

 

Y es acá cuando ya no puedo guardar silencio, aún con la excusa del trabajo y el cansancio, sé que nombrará otras situaciones en las cuales estuve igual pero al menos conteste para informarle. Ahora se notó a leguas que lo estaba evitando toda la semana y aunque creí haber reunido toda la fuerza que necesitaba, me encuentro guardando silencio ante su pregunta.

 

—¿Qué necesitas decirme? —su tono es más serio.

 

—Señor Misterio, ¿Por qué nunca hemos hecho ni una sola video llamada? —pregunto.

 

Temo que no me haya escuchado casi tanto como temo que si lo haya hecho.

 

No puedo, o al menos no lo he considerado, el ser una persona que solo se fija en la apariencia física de los demás. Pero, aunque resulte un poco entretenido el imaginar miles de rostros para el señor misterio, la realidad es que considero necesario poder saber cómo es realmente al menos por una corta y rápida vez.

No creo que eso sea un problema, ¿O si?

 

—Efímera, ese termino, aunque fue uno de los últimos que coloque, es de los menos probable que pueda pasar por alto. Lo siento —dice con firmeza.

 

—¿Por qué? ¿No puede ser ni siquiera por una vez? —cuestiono.

 

—Una vez será suficiente para que nos grabemos en la memoria el rostro del otro y nuestras conversaciones a ciegas ya no tendrán sentido —explica.

 

—¿No tuvieron ya el sentido que necesitaban? —replico.

 

¿Acaso vamos a quedarnos estancados en lo mismo por siempre? Y no es solo por quejarme pero, ¿Cómo se hace cuando has ido cayendo por una voz gruesa y ligeramente ronca que te hace preguntas que no muchos se vieron interesados en formular?

 

Lo sé, estoy jodida.

 

Jodida y loca.

 

—Efímera —susurra.

 

—Señor misterio, creo que no deberías de tomarte tan a pecho tu apodo, yo no tendría ningún problema en cambiarlo —aseguro.

 

—Me gusta mi apodo, realmente me encanta —dice.

 

Su voz suena muy sincera y nostálgica, como si estuviera recordando algo.

 

—Bueno, suponiendo que no te gustan las video llamadas, ¿Por qué no podemos planear un encuentro en persona? 

 

En cuanto formulo la pregunta caigo en cuenta de lo descabellada que suena, sobretodo porque esa si fue una de las primeras reglas que él coloco.

 

—Sabes muy bien que esa idea está descartada —dice en modo automático.

 

—¿Se supone que tú pretendes que inventé un rostro diferente cada día para la persona con la cual comparto un montón de pensamientos prácticamente a diario? —mascullo.

 

No dice nada.

 

—La verdad no entiendo a dónde quieres llegar con todo esto pero, señor misterio, es obvio que ambos miramos en la dirección contraria —agrego con molestia.

 

Alejo el teléfono de mi oreja para poder tomar respiraciones profundas que calmen la rabia que quiere comenzar a instalarse en mi.

 

No quiero alterarme y tirar todo por la borda, pero tampoco puedo permitir que todo siga igual por siempre, como si aún no supiéramos nada sobre el contrario.

 

—Efímera…

 

Escucho que me llama con voz suave y vuelvo a colocar el celular en mi oreja, haciendo un leve sonido con mi garganta para darle a entender que ya estoy al pendiente de lo que sea que esté por decir.

 

—Estas colocándome en una situación muy complicada —dice.

 

Ruedo los ojos al escucharlo. ¿Realmente eso es todo lo que va a decir?

 

—Supongo que era justo y necesario —digo.

 

—¿Por qué estás ahora cuestionando los términos que ambos acordamos en un inicio? —cuestiona.

 

—Porque necesito respuestas, ya que me encuentro llena de preguntas —contesto.

 

—Pero todas tus preguntas se solucionarían con ver mi rostro, ¿O por qué insistes tanto en eso hoy? —dice.

 

Suspiro.

 

—No solucionará todo pero será un enorme paso para dar —explico a medias.

 

—Un paso que solo te hace avanzar a ti —comenta.

 

Me toma por sorpresa con sus palabras.

 

—¿Eso quiere decir que a ti no te interesa verme? ¿No quieres saber cómo luzco físicamente? —pregunto con molestia.

 

—¿Por qué te molesta algo que deje en claro desde un inicio?

 

—Porque mi pensamiento ha cambiado —digo con simpleza.

 

—Lamentablemente el mío no y menos en este término en particular —dice.

 

Guardó silencio. Es obvio que esto no se dirige a nada en particular, cada cual esta defendiendo su posición como si de ello dependiera nuestra vida.

 

Tal parece que una semana no fue suficiente para prepararme mentalmente para enfrentar al señor misterio, ni siquiera lo he hecho dudar o considerar replantearse su decisión. Es como si se la hubiera grabado con fuego en la piel.

 

—Efímera —susurra ante mi silencio.

Pero no puedo decir nada. Más específicamente: no quiero ver que esto llega a su final tan abruptamente y viéndose como que solo ya estaba realmente interesada.

 

—¿Qué finalidad veías, o viste, tú cuando comenzamos a hablar? ¿Qué te impulso a hacerlo? —pregunto.

 

—Efímera, creo que no terminas de comprender mis palabras: tú me salvaste, tú voz, tú llamada que llegó por azares del destino o simple casualidad —dice—. Realmente me sentí vivo cuando hablamos, como si el aire hubiera vuelto a mis pulmones y por esa razón no quería que todo terminara en una simple llamada errónea.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.