Lo vio subirse al tren con decisión, al segundo vagón, el que ella usaba habitualmente por pura costumbre, el que se había convertido en punto de reunión para ambos. La mirada marina de él se cruzó con la de Bianca y sonrieron, presintiendo que pasaría algo más, algo que rompería el silencio abismal que aún los separaba.
El chico, sin dudar, fue a sentarse en el asiento junto a ella, pero a diferencia de otras veces, no sacó ningún libro y Bianca tampoco.
—¿Vos ya terminaste de leer la novela? —preguntó el chico, sorprendiendo a Bianca, que oía por primera vez la grave voz de él—. Yo todavía no. Me parece raro que no estés leyendo como siempre lo hacés.
Bianca sonrió al escuchar el comentario del chico, sonrojándose.
—En realidad me falta para terminarlo, pero hoy no quería continuarlo—admitió, sintiendo extraña su voz—. Yo quería hablar con vos. —Ella, en aquel momento, no pudo creer el atrevimiento de su confesión, dejando a su corazón latir desbocado.
—Entonces seguimos coincidiendo con nuestras decisiones —dijo él—, también quería hablar con vos —al decir aquello apareció un leve rubor en las mejillas del chico, luego le dio una sonrisa amplia a Bianca—. Soy Tiago —se presentó.
«¡Al fin sé su nombre!», pensó ella.
—Bianca —contestó, acomodándose los anteojos.
Dio la impresión que los ojos de Tiago se iluminaron.
—¿Quién habla primero? ¿Vos o yo? —bromeó Tiago haciendo que ella riera con nerviosismo—. ¿Sabés que cada mañana rechazo ir al trabajo en auto porque me subo este tren?
Y así comenzaron a hablar durante las siguientes estaciones, conociéndose en ese poco tiempo que tenían antes de que bajaran del tren. Bianca se arrepentía de no haberle hablado antes, pero estaba feliz de que al fin se había dado la oportunidad de conversar. Tiago era bromista y divertido, como también educado; a ella le gustaba. Tenía diecinueve años y trabajaba con su padre en una empresa familiar, una imprenta. Al chico le gustaban los gatos y leer historias paranormales o de misterio.
—¿Entonces te gustaría salir a ver los festejos por el carnaval conmigo? Te invito un helado —prometió el chico.
—¡Con este calor me encantaría! —se emocionó ella ante la idea de salir con Tiago.
Ambos se pasaron los números y luego se prepararon para bajar. Bianca no podía dejar de pensar en lo que estaba pasando, ya no sabía lo que debía leer para la universidad ni qué subte debía tomar, solo podía concentrarse en Tiago.
«Cuando vea a mamá, le contaré todo», se prometió ella mentalmente, recordando a su madre que todos los días le preguntaba sobre el misterioso joven de ojos azules del tren. También se acordó del ceño fruncido de su padre, el gesto que siempre ponía cuando hablaba sobre chicos frente a ellos.
—Fue un placer hablar con vos, Bianca —dijo él.
—Igualmente, Tiago —contestó ella, soltando una risita.
El tren parecía estar frenando y ambos se pararon al notar que ya llegaban a la estación donde debían bajar. Se movieron sin poder dejar de mirarse, como si estuviesen en una especie de trance, una nube para ellos dos donde no había nada a su alrededor. Bianca no quería despedirse todavía, le parecía muy pronto, pero tenía la certeza de que aquella vez sería solo el comienzo de una historia.
Aunque el destino, al parecer, tenía otros planes.
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Editado: 16.02.2018