|Epilogo|
Sídney, Australia 25 de Mayo del 2017.
Camino por la acera de Londres, apretando el abrigo delgado, sabía que aquí hacía frío pero no demasiado. Bueno, había venido antes, pero en el noticiero dijeron que hoy sería un día soleado. No es por completo mi culpa cargar con un suéter tan delgado.
Aprieto con fuerza los papeles de adopción, sosteniendo la mano de un niño pequeño, caminamos juntos hasta el parque, donde lo miro jugar durante largos minutos, lo miro columpiarse en el pequeño columpio y no puedo evitar pensar en Roger.
Ese chico del que me enamore a los dieciocho, ya van siete años desde que lo conocí y cinco desde que murió, se acabaron de cumplir este año.
Recuerdo que estaba intentando subir a un columpio para bebes, le dije que no entraría pero dijo que sí, ese fue el día que me entere que tenía cáncer, el día que lo vi quejarse por el dolor que le provocaba.
— Mamá... — centro mi atención en el niño de cabello color chocolate, mis ojos se cristalizan al escucharlo, se escucha tan tímido. Su voz sonó como un débil susurro, como si temiera mi rechazo. Lo abrazo y comienzo a llorar por tanta emoción que me provoca escuchar que me fija de esa forma.
— ¿Si cariño? — le pregunto emocionada, me mira a los ojos antes de sonreír con dulzura, entendiendo que no lo rechazaría, ese pequeño gesto me derrite por completo.
— ¿Por qué lloras? — me pregunta preocupado. — No llores, no llores mami... si lloras yo lloro.
— Solo estoy feliz. — lo tranquilizó. — La próxima semana iremos a conocer a los abuelos, ¿Sí? — me da otra sonrisa, mostrándome sus pequeños dientes permanentes creciendo.
— ¿Ellos me querrán? — pregunta esperanzado, asiento con la cabeza.
— Claro que lo harán, ellos te adorarán y ya verás a la tía Elena, serás el niño más consentido del mundo.
— ¿Sí?
— Sí. — le aseguro tomando su mano, jalándolo con delicadeza hacía mí. — ¿Vamos a comprar un helado?
— ¡Sí!
***
— ¡Taran! — quito mis manos de sus ojos, dejando que mire la casa en la que viví durante mucho tiempo.
— Es muy bonita. — chilla. Tocamos la puerta, esperando a que mis padres habrán. — ¿Usted es mi abuela? — pregunta cuando abren la puerta, no puedo evitar reír.
— Me ofendes pequeñín. — me río de su expresión. — Tu abuela está adentro, yo soy tu tía Elena. — le dice, inclinándose para quedar a su altura. — Estas muy grande, ¿Comes muchos danoninos? Te recomiendo no comerlos congelados, detienen el crecimiento, por eso tu mamá esta como esta.
— ¡Elena! — chillo indignada. — No la escuches cariño, podrás comer todos los danoninos congelados que desees.
— ¡Sí! — dice antes de correr dentro de la casa, el a comparación de otros niños, esta tan lleno de vida, siempre esta tan alegre.
— ¿Cómo estás? — me pregunta abrazándome. Le regreso el abrazo, acariciando su espalda.
— Emocionada. — le respondo.
— Tu pequeño relámpago es demasiado carismático, te lo voy a robar y me lo voy a quedar. — me advierte.
— Primero deberías hablarlo con tu esposo. — le digo y ella sonríe. — Supongo que está aquí, ¿No?
— Sí, de hecho les queríamos dar una noticia a todos. — abro los ojos a mas no poder y miro su vientre de forma instintiva, sí, en definitiva, está embarazada. — No estoy embarazada, nos mudaremos aquí, quiero estar cerca de mis padres.
— Oh. — atino a decir. En serio creí que estaba embarazada. Mi error.
— ¡Mamá, mamá, mamá, mamá! — canturrea. Elena y yo compartimos una mirada antes de entrar. — La abuela hizo unas cosas muy ricas...
— ¿Te estas divirtiendo? — le pregunto. Asiente varias veces antes de seguir a mi padre. Saludo a mi madre antes de saludar a mi padre y al esposo de mi hermana.
— Mamá... ¿Por qué te cambiaste de ropa? — le pregunta a Elena y no puedo evitar reír, me mira y corre en mi dirección. — Mamá...
— Pequeño, tengo unas cosas que hacer, vuelvo enseguida ¿Sí? — asiente varias veces y señala a un pequeño cachorro.
— ¡Hay un perrito!
Les aviso a todos que voy a salir a resolver unos asuntos, me subo al carro y me dirijo al cementerio. Minutos después estaciono tras la caminera blanca, bajo y camino al interior, no demoró tanto en captar una cabellera castaña.
— Draco. — lo saludo, mirando fijamente a Roger, deposito las flores de la vecina en un florero. Algunas costumbres nunca se van.
— Lena. ¿Cómo estás? — pregunta.
— Tengo un pequeño hijo corriendo en casa de mis padres. — le cuento. — Realice los trámites de adopción hace más de un año pero apenas me cedieron la custodia el mes pasado, ayer fui por los papeles. Ya sabes, las cosas son más complicadas cuando tienes poco graduada de la facultad y no estas casadas. —le dijo.
— ¿Cómo se llama?
— Adivina. — sonríe de forma leve, mirando el lugar donde reposa la foto de su hermano mayor. Haciendo sus teorías.
— Eso es algo demasiado fácil de contestar, pregunta algo más difícil. — se queja antes de responderme. — Tiene el nombre de mi hermano.
— Error. — me mira confundido. — Él ya tenía un nombre y le di la opción de elegir otro, el que él quisiera, pero dijo que estaba bien con su nombre, no quería otro, supongo que ya se acostumbró a ser Hans.
— Oh, pensé que sería algo relacionado a mi hermano. — es sincero, sonríe de lado, levantando las cejas. — Supongo que lo superaste.
— ¿Tu como estas?
— Ya termine mi carrera, voy a mudarme cerca de la frontera de Estados Unidos, todavía no decido si en México o en el norte. — me responde.
— Este bien.
— Lo está.
— Sí. Es un paso grande. Yo apenas y sobrevivió a Londres.
— Lo logramos.
— ¿Qué? — pregunto.
— Logramos cumplir nuestra promesa a él. Nos ayudamos y vivimos, me siento orgulloso de haberlo logrado. Nos ayudamos bastante en ese tiempo, ¿Recuerdas cuando te lleve al orfanato?
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Editado: 23.08.2021