Efimero

Capítulo 07

Actúas como si te desangraras, cuando soy yo

quien necesita la transfusión de sangre

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Una cachetada fue lo que me recibió apenas abrí la puerta. Me quedé aturdido y con un sabor metálico en la boca. Mi madre me veía con enojo mientras se abrazaba a sí misma.

—¡¿Dónde estuviste toda la noche?! —espetó enojada y eso me hizo hervir la sangre.

La miré fijamente, tenía marcas en sus brazos, él probablemente la había golpeado porque no me encontraba en casa, no pude evitar reír sin gracia alguna, y gracias a eso me gané otra cachetada.

—¡Te hice una pregunta!

—¡No finjas que te importa! —grité, estaba harto. —No finjas cuando en verdad no te importa, solo te importa cuando eres tú el saco de boxeo.

—Eso no es verdad–

—Oh, claro que lo es. —dije dejándola atrás. —Porque yo no soy una de tus prioridades.

Escupí el último comentario antes de encerrarme en mi habitación, ella era egoísta, me toma como escudo y finge que le importo cuando yo no soy el maldito saco de boxeo del bastardo que tiene por pareja. Tiré mi mochila en alguna parte de la habitación y me dejé caer en mi cama. No me dí cuenta cuando pasó, pero me quedé dormido, me desperté gracias al tono de llamada de mi teléfono, tanteé mi pantalón y saqué mi teléfono, era June.

¿Tienes algo para hacer? —fue lo primero que dijo cuando conteste.

—Trabajo en. —reviso la hora. —Hora y media, los domingos son mis días libres. —dije sentándome en mi cama mientras me pasaba la mano por la cara.

Oh, creo que iré entonces, nos vemos en un momento, Liam. —dijo y colgó.

Quedé algo confundido por aquella llamada de 20 segundos, suspiré, puse a cargar el teléfono y entré en el baño, me miré en el espejo, tenía sangre seca en el labio, una nueva marca sobre un moretón que ya se estaba curando, lo ignoré, me di una ducha fría para tratar de aclarar mis pensamientos. Al salir, como todos los días, cambié mis vendajes por unos nuevos, las vendas y los apósitos ya se me estaban acabando, necesitaba comprar más.

Salí del baño, entré en mi habitación, me vestí, simples jeans de mezclilla negros, camisa blanca básica y zapatos blancos, los mismos que utilizaba en la clase de deportes. Tomé mi teléfono, llaves y cartera, bajé, mamá estaba cortando verduras, en cuanto me vio dejó de hacerlo.

—Hijo yo–

Le dí una mirada rápida, se quedó en silencio, ojos rojos, marcas de dedos en sus brazos, lágrimas secas, la ignoré y salí de casa, me dolía, me dolía que me ignorara, que fingiera que le importaba, que se desquitara conmigo por sus malas decisiones, como si yo fuese el causante de todo. Aunque a veces pensaba que en verdad era de esa forma.

Caminé hasta el trabajo, abrí el depósito, me cambié la camisa por la del trabajo, recibí turno y me puse a limpiar la tienda, acomodé algunos productos del estante que estaban mal puestos, cuando volví a la caja June ya estaba ahí, me regaló una sonrisa.

—¡Hola! —saludó alegre.

—Hola. —devolví su saludo.

Nos quedamos en silencio por unos segundos, luego me volvió a sonreír y desapareció entre los estantes, volvió unos cinco minutos después con un montón de dulces, dos cajas de leche sabor vainilla y dos sopas instantáneas, una sabor tomate picante y otra sabor carne ahumada, también picante, escanee todo, le di el total y ella pagó.

—¿Ya comiste? —negué ante la pregunta, ella pareció emocionada por eso, dejó todo en la pequeña mesa de siempre. —¿Toleras el picante? —preguntó mientras preparaba las sopas instantáneas.

—Una vez comí 24 piezas de alitas bbq.

—¿Una competencia para saber quién soporta más el picante? —preguntó señalando las sopas instantáneas. —Es una competencia sana, quien tome primero la leche pierde, gana quien se acabe la sopa primero, el perdedor tendrá que cumplirle un deseo al ganador.

Fruncí el ceño, observé la tienda vacía, estaba limpia y organizada, los sábados el flujo de clientes solía ser muy bajo, normalmente las personas solían llegar más que todo por la noche y comprar cigarrillos, dulces, cervezas y comida de paquete, fácil de comer. No lo pensé mucho, me senté mientras ella terminaba de esperar los minutos que decía el empaque.

—¿Por qué de tomate y carne ahumada? ¿No era mejor de camarón y pollo?

—Soy alérgica al camarón, y probar los sabores extraños de las sopas instantáneas es “exotico”. —dijo haciendo comillas con sus dedos.

—Vaya… Es la primera vez que dices algo de ti misma. —dije algo sorprendido.

—Nos quedan 4 semanas, podemos seguir conociéndonos ¿no crees? —dijo entregándome la sopa instantánea sabor carne ahumada. —Hay que ponerle esto, si no, no pica.

Dijo entregándome dos sobres de alguna especia picante, no sabía lo que decía, estaba escrito en japonés, abrí el primer sobre, era salsa picante, el olor lo decia por si solo; el segundo sobre no era líquido, se veía como polvo, pero de color rojo vivo, apenas y me acrequé a olerlo y mis fosas nasales se quemaron, comencé a estornudar como un tipo de alergia, June comenzó a reir, me pasó un paño, lo tomé, en pocos segundos dejé de estornudar.

—Hay cosas que no necesitas oler. —dijo mientras mezclaba mis fideos. —Mi abuela dice que oler la comida es de mala educación.

—Supongo que seguiré su consejo. —eché mi cabeza para atrás, mi respiración volvió a la normalidad en pocos segundos.

—¿Estás listo? —asentí tomando mis palillos. —Tres… Dos… Ya.

Comenzamos a comer, mis papilas gustativas comenzaron a arder en fuego luego del tercer bocado, apreté mi mano en un puño mientras intentaba no tomar leche, observé a June, ella se estaba abanicando con una mano, mientras que con la otra sostenía su cubrebocas con fuerza, ella también me miró, noté que sonreía con dificultad, le devolví la sonrisa.




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