《No hiciste nada mal, en verdad que no,
solo que ese no es tu lugar》
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Entré en casa, todo estaba en absoluto silencio, él ya no estaba echado en el sillón, mamá no estaba llorando en la cocina, pero el desorden seguía ahí. Cerré la puerta con cuidado de no hacer ruido, subí las escaleras a mi habitación y la vi.
Una pequeña risa involuntaria se escapó de mis labios. En verdad no me generaba risa, era más decepción que otra cosa.
Apreté mis manos en puños cuando vi como ella torpemente intentaba cubrir detrás de su espalda el poco dinero suelto que había en mi habitación para emergencia.
—¿Realmente crees que mereces ser madre? —pregunté con la voz a punto de romperse.
Me enojaba, me frustraba, ¿cómo puede ella lastimarme una y otra vez con sus acciones y yo seguir esperando que me elija a mi por una vez?
—Tú deberías estar en clases. —dijo, como si eso justificara su robo.
Respiré hondo.
—¿Y qué si no lo estoy? ¿Eso justifica tu robo?
—Tú no entiendes nada Liam.
—¿Entender? —reí sin gracia. —¡¿Qué se supone que debería entender?! ¡¿Debería entender el por qué mi madre me roba?! —grité frustrado, una cachetada me hizo callar.
Sangre salió de mi labio, miré a mi madre a través del cabello que me caía en en los ojos, no pude evitar reír, ni evitar que las lágrimas cayeran.
El cansancio me estaba venciendo cada día más, y los momentos con June son tan efímeros que apenas cruzó la puerta de casa siempre terminan desvaneciéndose.
—¿Ahora eres una nena? —habló mi padrastro saliendo de su habitación mientras se limpiaba las orejas con un hisopo. —Eres un marica.
Dijo y le quitó el dinero de las manos a mamá, comenzó a contarlo como si fuese un tesoro, sabía que no había mucho dinero, quizás le alcanzaría para 3 six pack de cervezas de las más caras o 6 si eran cervezas de las más baratas.
—¿Aprendiste a ocultar el dinero no es así basura inutil? —dijo y me golpeó de tal manera que me dejó sin aire. —Vives en mi casa, todo lo que hay bajo este techo me pertenece. —dijo golpeando mi frente con su índice, su aliento apestaba a alcohol. —Eso incluye la basura como tú.
Volvió a golpearme, esta vez en el rostro, haciendo que mi nariz me sangrara. Me agarró por la camiseta y me levantó con facilidad, estampándome contra la pared, no pude evitar escupir sangre, sangre que cayó en su rostro, eso me hizo sonreír un poco.
—¿Crees que eso fue gracioso? —preguntó mientras reía con fuerza, saliva me cayó en la cara. —Te enseñaré algo gracioso.
Me hizo tropezar con su pie y me empujó hacia las escaleras; mi primer instinto fue agarrar algo para no caer, pero sujeté el aire. Golpee primero un escalón, cubrí mi cabeza para que el golpe no fuera tan fuerte,
Di vueltas en las escaleras golpeandome una y otra vez hasta que el suelo me detuvo dejándome sin aire. Cada parte de mi cuerpo dolía, desde abajo vi a mamá temblando detrás de él, pero no decía palabra alguna, no evito que me cayera, no vino corriendo a mi para ayudarme y no lo haría.
Él estaba feliz, riéndose de mí, como si hacerme caer por las escaleras fuese la cosa más divertida del mundo. Bajó las escaleras sosteniendo a mi madre por la mano, cuando pasaron por encima de mí él no pudo evitar patear mi costado haciéndome gemir y contorsionarme por el dolor. La puerta se abrió y luego se cerró con un golpe fuerte.
Algo subió por mi garganta y lo dejé salir, escupí sangre. Estaba sin aliento, aun así me puse de pie como pude. La cabeza me daba vueltas y sentía una punzada intermitente en mis costillas.
Duele, mierda, en verdad duele.
Un sudor frío me corría por el cuerpo adolorido. Respiré despacio, intentando ajustar mi respiración para no sentir tanto dolor en mis costillas. Caminé tambaleándome a la puerta, salí y tomé el autobús al hospital. Los pasajeros que había me miraron de forma extraña, algunos curiosos y otros no podían dejar de murmurar algo mientras me veían. Un señor amablemente me cedió su asiento.
—¿Estás bien hijo? —preguntó el señor pasandome un pañuelo, asentí aceptandolo.
—Solo es una hemorragia nasal. —respondí casi en un murmullo.
El señor no se vio tan convencido, aun así no dijo nada. Me recosté contra el respaldo del asiento, esperé pacientemente hasta llegar a la parada del hospital, le di las gracias nuevamente al señor y me bajé.
Me tambaleé hasta la entrada de urgencias, por los pasillos pasaban enfermeras y doctores con pacientes en camillas, otros pacientes estaban en sillas esperando ser atendidos, yo fui uno de ellos, esperé mi turno pacientemente.
—Número B103 puede pasar a consulta.
Tomé mi número y pase al consultorio, una doctora joven me atendió.
—¿A qué se debe su consulta? —preguntó sin levantar la vista de unos papeles que tenía en la mano.
—Caí de las escaleras, me duele el cuerpo y la cabeza. —dije rápidamente.
—Mandaré hacer unos rayos x y una tomografía para descartar-
—No. —interrumpí. —¿No puede solo recetar algo para el dolor y vendar?
La doctora levantó su vista de los documentos que estaba leyendo, cuando vio mi rostro detuvo sus movimientos por un momento.
—¿Sufre de abuso por parte de su familia o en su escuela?
—No, no es eso. —me apresuré a decir. —Solo no tengo seguro que pague esos estudios.
Ella asintió poco convencida con mi explicación.
—Por lo menos unos rayos x para descartar fracturas, son los estudios más baratos que se pueden hacer. —asentí mientras ella escribía algo. —Vamos, te llevaré.
No se tardó tanto en tomar los rayos x, solo tuve que esperar pacientemente en el consultorio de la doctora mientras evaluaban si tenía algún tipo de lesión o no. Luego de unos 20-30 minutos la doctora entró al consultorio con una mirada seria.
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Editado: 20.05.2025