Efimero

Capitulo 16

《Mi cuerpo pesa tanto… Pero aun así puede flotar en el mar》

————————————

Esta vez tomamos un taxi, no fuimos en tren o autobús. Recliné la cabeza en el respaldo de mi asiento, mi cuerpo se sentía cansado, yo me sentía cansado. Cerré los ojos y sin poder evitarlo una lágrima salió de mi ojo resbalando por mi mejilla hasta perderse en mi cuello.

June… –giré mi cabeza para verla, ella ya me estaba viendo. —Yo… Estoy cansado.

Me dormí, quizás me desmayé, por cansancio, tal vez por el dolor, tal vez por la mezcla de ambos mi cuerpo colapsó.

Cuando desperté lo primero que vi fue un techo blanco, paredes color crema iluminadas por una pequeña lámpara de pie y un olor a cítricos y menta.

—Ya despertaste. –habló June entrando por la puerta. —¿Cómo te sientes?

Preguntó dejando una bandeja en la mesa de noche, se sentó a mi lado y tomó la temperatura de mi cuerpo con un termómetro.

—Me duele el cuerpo.

—Es normal, tienes una fractura en el brazo. –dijo señalando, ya no había vendas, ahora había un yeso. —La fisura dejó de ser fisura.

Suspiré pesadamente, miré al techo sintiéndome perdido.

—¿Por qué seguías ahí? –pregunté luego de unos minutos de silencio.

—Vives por mí.

—No vivo por tí.

—Vives por mí. –volvió a decir ignorándome. —Así que pensé en que podía hacer por ti, y puedo ayudarte a vivir en otro lugar, si me lo pides yo-

—No puedes. –dije negando suavemente con la cabeza. —Lo intenté, pero por ser menor de edad no me permiten alquilar un lugar y si me voy de casa sin cumplir la mayoría de edad mi madre puede poner una denuncia de desaparición, si estoy con alguien lo haría por robo de menores.

June se quedó en silencio, procesando mis palabras.

—Pero si te dejan en este estado ¿cómo pueden…?

—¿Cómo pueden poner una denuncia? –pregunté dejando salir una pequeña risa, mis costillas dolieron. —Quién está en la mierda hará todo lo posible para que quien está junto a él o ella no salgan de ahí.

—¿Por eso trabajas? ¿Para buscar un lugar para vivir? –preguntó, yo negué.

—Trabajaba para comprar una tumba para mi cuerpo, pero sigo con vida.

—¿Y ahora? ¿Por qué trabajas?

—Deberías decírselo tú. –dije sentándome en la cama con cuidado de no lastimarme. —Tú interrumpiste mi suicidio.

Ella se quedó en silencio, sin saber qué responder, su cerebro parecía estar colapsando por mis palabras; le tomé la mano y con una pequeña sonrisa bromista hablé.

—¿No te harás responsable de mi June? Tu me salvaste ¿no?

—Yo te mantendré.

Dijo esas palabras envolviendo mi mano entre las suyas, su voz fue decisiva y no pude evitar reír, aunque el dolor me hacía hacer muecas.

—¿Por qué te ríes? En serio puedo mantenerte.

—¿Si? –dije parando de reír. —¿Cuántos años tienes June?

—16, cumplo los 17 el 29.

—¿Tú me mantendrás aunque sea un año mañor? –ella asintió rápidamente, yo sonreí. —Yo trabajo June.

—Puedes renunciar, pasar las tardes conmigo y divertirte.

Sonreí divertido por sus palabras.

—Vives en el oeste de la ciudad June, no tienes el dinero para mantenerme ¿sabes?

Ella se quedó en silencio y se mordió el labio, iba a acariciar su cabeza en un torpe intento de consolarla, pero ella se levantó y abrió las cortinas de la habitación revelando un ventanal del suelo al techo, la ciudad se veía completamente iluminada, me quedé en silencio mirando la ciudad.

—Mi abuela tiene dinero, esta casa se la regaló a mis padres cuando nací. –dijo mirándome. —Quien vive en el oeste de la ciudad es mi chofer, a quien te presenté como mi padre, te mentí esa vez porque no quería asustarte, apenas nos estábamos conociendo.

Silencio.

Esa fue mi respuesta por unos minutos, ella me veía nerviosa, las manos a sus costados se apretaban y se aflojaban esperando mi respuesta.

—Yo irrumpí en tus planes, quiero que este mes que tenemos lo puedas disfrutar al máximo, como si fueran vacaciones, quizás no sufrir tanto ¿no?

Egoísta.

Eso era lo único que pasaba por mi cabeza. Ella realmente había decidido ser egoísta como me había dicho, irrumpió en mi vida como un tornado, hizo, deshizo y mintió. No pude evitar reír de lo irónica que me parecía la situación, aquella charla era una preparación para esto.

Y yo ya había dicho lo que haría.

—Eres egoísta, lo sabes ¿verdad? –ella asintió. —¿Qué tanto dinero tienes?

Ella dejó ver una hermosa sonrisa, se le marcaron un par de hoyuelos a la vez que le curvaron los ojos. Se veía brillante.

—El suficiente, como para regalarte el mejor mes de tu vida. –me mostró una tarjeta de crédito platino. —Despues tu decides si suicidarte o no.

—¿Este era tu plan desde el inicio?

—Bueno… –ladeo su cabeza. —Tuve que improvisar un poco, si. –dijo con una pequeña risa de por medio.

—Tu pregunta estaba mal planteada. –dije, ella me miró confundida. —Debias de preguntar ¿Qué harías si tuvieses dinero, pero solo una semana de vida? Una semana, un mes, un día, una hora.

—¿Es así? –preguntó divertida. —¿Y tú? ¿Qué harías?

—Ser un adolecente normal, porque me robaron mi adolescencia. –respondí sin pestañear. —Si dicen que el dinero no da la felicidad yo intentaría comprarla.

—¿Y si no la alcanzas?

—Entonces nada. —cerré los ojos. —Estoy tan cansado de vivir que ni siquiera sé si sabría qué hacer con la felicidad si la tuviera. ¿Qué harías tú?

—Viviría, disfrutaría la vida como nunca.

No pude evitar reír, me dolieron las costillas por ello. Me acomodé en la cama y la miré.

—June, tú no conoces el cansancio real, no sabes lo que se siente querer morir, no sabes lo que es estar tan cansado que ni dormir te sirve, que abres los ojos después de ocho horas y es como si no hubieras cerrado los párpados un solo segundo. Tú tienes el lujo de jugar con mi vida porque la tuya nunca estuvo en riesgo, tienes el dinero, tienes la forma de hacer que tu vida valga la pena. ¿Yo que tengo? Solo mi vida y no quiero ni eso.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.