El día se volvió más oscuro de lo habitual.
Las nubes tapaban el sol y la bruma se espesaba en el bosque, como si algo intentara ocultar lo que allí respiraba.
Arseni avanzaba despacio, cada músculo atento.
El símbolo que había encontrado no salía de su mente. No estaba en los manuales de cazadores.
Si en los viejos escritos…los prohibidos. ¿Por qué alguien lo haría aquí, en medio de la nada?
El aire cambió, no era viento. Era un pulso, una vibración tenue que erizó su piel.
Se detuvo. Sacó el cuchillo de caza.
El escáner titilo una vez, luego otra, con un zumbido que no supo interpretar.
-¿Quien anda ahí?-murmuro, sabiendo que no obtendría respuesta
El bosque contestó con silencio.
Pero en ese silencio. Arseni escuchó otra cosa, una respiración lenta, medida, demasiado profunda para ser humano.
El instinto grito: Ángel.
No lo vio, pero lo sintió. Una sombra moviéndose con la gracia de un depredador. Estaba cerca…demasiado cerca.
Se lanzó hacia un árbol, cuchillo listo, pero cuando giro..nada, solo había un bosque tan tranquilo, hojas secas en el piso lleno de árboles enormes.
Arseni maldijo en voz baja.
Era la primera vez que su entrenamiento no bastaba para calmar su mente.
Esa noche, frente a la fogata improvisada, repasó sus notas.
Recordó la voz del instructor: Los ángeles siempre buscan entrar en tu mente. Si dudas, ya has perdido
Pero ¿qué clase de enemigo dejaba un símbolo protector roto? ¿un truco? ¿un desafío?
No tenía respuestas.
Lo que sí tenía era la sensación de estar siendo vigilado. Y en lo más profundo, una chispa que jamás pensó que volvería a sentir, curiosidad.
En la espesura del bosque, oculto entre la niebla alguien lo observaba.
Sus ojos brillaban de un morado casi celestial con un resplandor apagado.
Daniil no se acercó. No todavía.
Su instinto le decía que ese humano era diferente, que había algo en el que no encajaba con los cazadores comunes.
Pero también sabía una cosa con certeza : Ese encuentro no podría evitarse por mucho tiempo.