EfÍmero

Capítulo 5 Las arenas vigilantes

El sol quemaba, caía con dureza sobre las tierras de Kareth. El aire árido quemaba la garganta con cada respiración, y la arena se colaba en cada rendija de la ropa. Arseni avanzaba en silencio, los músculos tensos, arrastrando el recuerdo de la pelea de esa mañana. No podía sacarse de la mente la sensación de haber estado bajo la mirada de algo…invisible, pero presente.

A su lado trotaba Kael, Era igual de alto que un caballo, con la fuerza suficiente para cargarlo en distancias largas y la resistencia para cruzar terrenos donde ninguna montura común sobreviviría. El calor del desierto no parecía afectarlo: había nacido en las montañas heladas de Skelvar, y aun aquí, entre dunas ardientes, mantenía la calma de un depredador. A menudo Kael iba a cazar su alimento pero siempre volvía con Arseni.

Arseni deslizó una mano sobre su cuello antes de desmontarla. Kael bufó suavemente, como si también desconfiara del ambiente.

Kareth no era como Valmora. Aquí no había bosques, ni ríos frescos, solo extensiones interminables de polvo y piedra. Las ciudades estaban construidas con muros gruesos de adobe endurecido, para resistir el calor de día y el frío de la noche.

Al llegar a la muralla de piedra rojiza, dos guardias lo detuvieron.

-¿Cazador?-preguntó uno, con la voz áspera.

Arseni asintió y mostró el símbolo marcado en su brazo. No hicieron más preguntas. Los cazadores eran bienvenidos en Kareth, siempre que trajeran resultados.

Kael gruño, inquieto por la multitud. Arseni le dio una palmadita en el lomo.

-Tranquilo, compañero.

Dentro, la ciudad hervía de actividad.

Comerciantes gritaban precios en un mercado abarrotado de telas, especias y armas. Los niños corrían descalzos por el polvo y los soldados patrullaban las calles con mirada severa. Nadie parecía sorprendido por la dureza de la vida aquí, era un reino acostumbrado a luchar por sobrevivir. Y como eso no iba a ser posible si de todos los reinos Kareth era el que más sufrió la consecuencia de la llegada de los ángeles.

En el centro , Arseni se detuvo un momento frente a una estatua erosionada por la arena.

Representaba a un guerrero con la espada en alto, símbolo del orgullo Karethiano. Por un instante pensó en cómo sería crecer en un lugar como ese, donde la lucha no era un deber impuesto, sino una forma de vida. Kael se echó a sus pies pero sus orejas permanecen erguidas y se movían con nerviosismo, siguiendo sonidos que nadie más parece escuchar. El cazador frunció el ceño . No era la primera vez desde aquella pelea en el bosque, que el lobo se comportaba así, alerta, los ojos clavados en algún punto invisible.

Arseni acaricia su cabeza con lentitud.

-¿Tú también lo sientes, eh?-murmuró

Kael no respondió, claro, pero un gruñido bajo le recorrió la garganta, tan gutural que Arseni lo sintió en los huesos. Esa reacción solo la tenía ante presas peligrosas, no ante humanos, no ante lobos salvajes.

Algo-o alguien- lo estaba siguiendo.



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Editado: 01.09.2025

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