El amanecer en Kareth no traía consuelo. El sol ardía despiadado sobre la arena y los cazadores se movían entre las tiendas preparando armas y revisando sus presas de la noche. Arseni regresó al campamento tambaleante, con el lobo siguiendo sus pasos de cerca. Cada paso era una tortura; la herida en su costado ardia con un calor que no se parecia a ninguna herida normal.
Mantuvo la capa cerrada, ocultando el fulgor azulado bajo la tela. Si alguien notaba aquello, las preguntas no tardarían en llegar…y no tenía respuestas.
-Llegas tarde. dijo uno de los cazadores al verlo- ¿Encontraste algo?
Arseni forzó una sonrisa.
-Nada, solo un rastro perdido en el desierto.
El otro lo miró de arriba abajo, dudando, pero al final encogió los hombros y siguió su camino.
Arseni soltó el aire lentamente, agradecido por el descuido.
Se refugió en su tienda, dejando que el lobo se echara a su lado. Apenas retiró el vendaje improvisado, la herida volvió a brillar, pulsando como un corazón ajeno dentro de él. No solo dolía, era como si algo tirara de su energía hacia afuera, como si él compartiera un lazo con alguien más.
Cerró los ojos, tratando de controlar el mareo. Fue entonces cuando lo sintió. Una emoción ajena, intensa, que no le pertenecía, desconfianza, cansancio… y un dejo de soledad amarga. No eran sus propios sentimientos.
Arseni se llevó una mano a la frente, incrédulo.
-¿Qué me hiciste, angel?...
El eco se desvaneció de golpe, dejándolo con el pecho agitado.
Más tarde mientras compartía una comida rápida con los demás cazadores, apenas probó un bocado.
Su mirada se desviaba al horizonte una y otra vez, convencido de que allí, en algún punto del árido desierto, Déniil lo estaba observando. O peor, que compartían más de lo que quería aceptar.
Al regresar a la tienda, volvió a mirar su herida, esta vez ya no brillaba con tanta intensidad pero la sensación de estar conectado a algo..o alguien no desaparecía, así que volvió a cubrirla y quiso sumergirse en un sueño profundo, se sentía muy exhausto, como nunca antes.
Pero esa noche el sueño no le trajo descanso. Soñó con alas rotas cubiertas con cadenas siendo arrastradas por la arena, con una voz profunda que lo llamaba por su nombre. Y cuando despertó sobresaltado, con el corazón desbocado, su herida volvió a brillar en la oscuridad.
Arseni supo entonces, que ya no estaba solo.