Después de aquella batalla, Arseni se recuperó y se puso de pie, regresó al encuentro de los otros cazadores que se encontraban buscando rastro de un ángel. Ya había pasado un día desde que se separaron del campamento, sin encontrar ni un solo rastro, como si lo poco de energía que quedaba ahí, se hubiera esparcido por la arena, ya no estaba más.
-Deberíamos regresar al campamento- dijo uno de los cazadores que había ido a la misión- No hallamos ni un solo rastro de alguna criatura.
-Tal vez sea lo mejor- dijo otro- ¿Qué opinas tú, forastero?- le dijo mirando a Arseni.
- No suelo rendirme con facilidad, pero admito que solo estamos perdiendo el tiempo aquí- lo dijo mientras afilaba una de sus dagas.
-Bien, entonces esta decidió..volveremos con el resto.
Durante la madrugada se prepararon para partir, el lugar donde se encontraban no estaba tan lejos del campamento, a medida que amanecía el sol empezaba a caer con más dureza sobre la arena, para mediodía ya habían llegado al campamento.
-¿Cómo les fue?-pregunto Davor-¿lograron matar a un corrompido?
-No encontramos nada-dijo el más grande del grupo- Debo ir a informar al jefe- se fue dejando a los otros atrás.
-Llegaron justo para el entrenamiento- dijo Davor- A no ser que estén cansados- Lo dibujó mientras escaneaba a Arseni de pies a cabeza.
- Claro que podemos unirnos- dijo Arseni con seguridad.
Para la tarde el sol de Kareth caía con más intensidad sobre el campamento. Las tiendas se mantenían firmes contra el viento seco que arrastra arena en cada rafaga. El entrenamiento de la jornada había terminado hacía poco, y la mayoría de los cazadores buscaban refugio en la sombra o compartieron bromas para disipar el cansancio.
Arseni en cambio, había elegido la soledad. Se sentó en una roca a las afueras del campamento, con sus cuchillas sobre las rodillas. Pasaba una piedra de afilar con movimientos lentos y constantes, como si la repetición pudiera acallar las voces en su mente. Desde hacía noches no lograba dormir del todo, los recuerdos de su padre y de su hermano aparecían en sueños que no sabía si eran advertencias o simples heridas abiertas.
El silencio se quebró con pasos firmes. Una sombra se alzó frente a él, bloqueando el sol por un instante.
-¿No piensas descansar nunca?- preguntó Kara, sosteniendo una jarra de agua y dos cuencos de metal.
Arseni levantó apenas la vista. No contestó. Ella se sentó frente a él, llenó un cuenco y se lo extendió.
-Toma, el calor de Kareth no perdona a nadie, ni siquiera al más experimentado de los cazadores.
Él negó con la cabeza.
-No necesito agua.
-Todos la necesitamos- respondió ella sin alterarse y dejó el cuenco a su lado como si no hubiera discusión posible.
Arseni suspiro y siguió afilando sus cuchillas. Pero tras unos segundos, tomó el cuenco y bebió en silencio. Kara lo observó sin burlas, solo con un gesto sereno.
-Si sigues guardándote todo, vas a terminar explotando como un volcán. Creeme, ya vi a otros hacerlo.-comentó con voz tranquila.
Él alzó la mirada, sus ojos fríos como acero.
-No necesito consejo.
-No te lo di-sonrió apenas-Solo lo comparti
Guardó silencio y lo dejó procesar sus palabras, luego, se recostó contra una estaca de madera que sostenía la tienda más cercana. Permanecieron así, sin hablar, mientras el viento arrastraba arena entre ellos.
Por primera vez, Arseni no se sintió observado como un rival. Había algo en la presencia de Kara que no presionaba, no exigía…solo estaba ahí. Y eso lo descolocó.
Un grito interrumpió el momento. Era Davor, con un aire altivo, se acercó con dos compañeros detrás.
-¿Así que el lobo solitario ya encontró compañía?-rió con desprecio, mirando de reojo a Kara.
Arseni apretó el mango de sus cuchillas, pero Kara se adelantó antes de que pudiera responder.
-Al menos yo prefiero la compañía de alguien que sabe trabajar en silencio.-dijo con calma-No de los que hacen ruido para cubrir sus fallos.
Las risas de los otros dos se apagaron de golpe. El líder frunció el ceño y , tras un bufido, se alejó. Arseni la miró sorprendido y por primera vez en días, una ligera curva se insinuó sobre sus labios.
-Sabes defenderte con la lengua.-murmuró.
Kara alzó una ceja.
-No siempre hace falta un arma para ganar una batalla.
El silencio volvió, pero esta vez fue distinto. Arseni sintió que, en ese desierto árido, alguien le había tendido un lazo invisible. No era amistad todavía, pero era el inicio de algo cercano, Kara, de alguna manera, le recordaba a su hermano menor, paciente, hablador, alguien capaz de estar a su lado sin exigir explicaciones.
-Me recuerdas a mi hermano-murmuró Kara- Igual de gruñón.
Arseni abrió los ojos, se sorprendió que ella dijera esas palabras cuando él también había pensando en su propio hermano y lo parecido que era a ella.