No mostré ningún sentimiento de melancolía, solo sentí miedo y aún lo siento. Miedo por no volver a ver a mi princesa, por no poder besarla como cada noche, como cada mañana. Como le puedo decir que tengo "CÁNCER" si ni yo misma lo acepto.
Regresé a casa como si nada sucediera dentro de mí, le preparé el biberón a mi hija, ya tiene 6 años y aún le encanta su leche en biberón y yo seguiré haciéndolo hasta que ella sola ya no lo quiera. Mientras me lo permita la vida la voy a consentir con todo mi amor.
Me detengo observando sus manitas sobre las mías, sus ojitos alegres me miran amorosos. ¿Qué será de ella sin mí? Esa pregunta intriga mi razón.
Pero estoy mal anímicamente, doy por hecho que moriré. Me doy por muerta sin intentar vivir, sin vencer esta enfermedad, sin vencer mi miedo y la ansiedad que siento.
Seguiré entregando lo mejor de mí como cada día, como cada hora, como cada segundo de mi vida, mientras mis oídos escuchen, mis ojos vean, mi piel se erice con la lluvia, con el viento, seguiré luchando cada día hasta triunfar por mi vida, una vida feliz y plena.
Hoy vendrá mi hermana mayor por mí para llevarme hacer otros estudios y una biopsia para determinar el tratamiento a seguir.
Yo deseo irme a un rancho lejano, a una cabaña en un lago, donde sienta calma, donde escuche el ruido del agua correr, donde lo que vea desde mi ventana se han los árboles frondosos, mis orquídeas, mis tulipanes, mis crisantemos, las aves volar en libertad y la lluvia acariciar mi ventana.