EfÍmero

Alberto

Despierto...  Y al abrir mis ojos la primera imagen que viene a mi mente es la del joven con una perforación en su garganta y la sangre saliendo a presión contra mí... Comienzo a llorar y gritar, quiero moverme y no puedo, veo mis manos atadas y mis pies...

—¿Qué pasa? ¿Porque me hacen esto? ¡Mamá!... ¡Mamá!. 

Llega mi madre corriendo.

—No te esfuerces, no te asustes, todo está bien, la niña está con tu hermana en el auto, no pasa nada. 

—¿No pasa nada madre? ¡Asesiné a un hombre que quería violarme! Y usted me dice ¡Que no pasa nada!

—No hija, no pasó nada de eso, solo tuviste un mal sueño, te pusiste muy mal y te trajimos al hospital, solo fue una pesadilla.

—¿Eso es verdad, mamá?

—Sí, hija.

—No lo puedo creer mamá, sentí todo tan real, me sentí tan mal, solo de pensar que soy una asesina aun cuando sólo fué para defenderme me hace sentir terrible.

—Aún estabas soñando, por eso te amarraron ¿Quieres que te desamarren?

—Si, por favor. Vámonos a casa mami, quiero ver a mi hija ¿Te quedas conmigo hoy? 

—Claro que sí, es más... ¿Porque no te vienes a vivir conmigo? piénsalo, hay más espacio...  jardín y patio para la niña y para ti.

—Si, si quiero mami, no quiero volver a mi casa, no quiero recordar esa pesadilla y tener que estar allí. Aunque fue solo un sueño que sentí tan real, sentí un miedo atroz perderlas, quiero disfrutarlas tranquilamente. Vamos a casa por nuestras cosas y nos vamos a tu casa.

—Sabía que me dirías que sí y ya mande a Julio por todas tus cosas, ya están en tu casa de la que nunca debiste irte.

—¡Muchas gracias mami! 

Llega el enfermero y siento que me ve con ojos de miedo, a lo que le digo... 

—No muerdo, perdón si hice algo mal o lo asusté.

—No se preocupe, lo importante es que usted, esté tranquila. 

—Sí, ya lo estoy.

Salgo del brazo de mi madre del hospital y subimos al auto, veo a mi hija y la abrazo como si tuviera años de no verla.

Llegamos a casa de mamá, y a pesar de sentir que había dormido mucho, aún tenía mucho sueño, así que me fui a dormir la siesta con mi hija.

Pero podía percibir ese olor desagradable que llegaba a mi nariz, el olor a sangre... A muerte. No quiero pensar más en ese estúpido sueño.

Ya es de noche, hay algo que amo y es salir a contemplar la luna en el jardín de casa, me preparo un té, y me voy a mi hamaca de siempre, entre sorbo mi pensamiento se va a revivir ese mi primer amor de infancia, mi primer beso. Suspiro y me pongo de pie para recargarme en un pilar de concreto. ¡Auch!  siento algo en mi brazo, me levanto mi camisón y veo dedos marcados, recuerdo mi sueño, ese hombre me tomó bruscamente de mis brazos, pero no debo pensar ya en ese estúpido sueño, tal vez me lastimé cuando me amarraron en el hospital, o ellos me tomaron tan fuerte de los brazos para tranquilizarme. Si, eso debe de ser. 

Yo lo sentía todo tan real, pero también no tenía muy claro algunas cosas. No debería dudar de mi madre.  

Ya es un nuevo día, me siento muy contenta de despertar en mi vieja cama, con mi madre, mi padre hace un año falleció y me hace tanta falta.

Salgo a caminar al jardín, ¡Que hermoso patio tan grande! Había olvidado el olor de las flores, el cantar de los pájaros allí justamente donde crecí, que raro pero siento mucha hambre, camino hasta la puerta de casa y la abro  para salir a la calle a saludar a nuestros vecinos.

En el platicar con uno y otro, se me han pasado horas, doy vuelta para volver a casa y me topo de frente con un oficial alto, al poner mis manos en su pecho sentí que lo conocía o ya lo había visto anteriormente o solo era un Déjà vu como bien dicen.

—¡Hola!  —Me dice muy sonriente.

—Buen día oficial.

—Está muy hermoso el día ¿Verdad? 

—Sí que lo está.  Pero... ¿Te conozco? Disculpa, tengo  pésima memoria.

—Me encantaría conocerte, mi nombre es Alberto ¿Y el tuyo? 

—Isabel, mucho gusto. Tengo que irme Alberto, tengo mucha hambre y quiero desayunar, mis tripas casi hablan y no te gustaría escucharlas.

—Sí me gustaría, te invito a desayunar. 

—No, claro que no, no te conozco, sólo salgo con amigos y personas que ya conozco.

—Y como me piensas conocer ¿Si no aceptas salir conmigo? 

—Mmm, ahhh, ¡Buen punto! Pero aún así, prefiero invitarte a mi casa a desayunar. Ven, vamos.

—¿Pero que va a decir tu mamá? 

—¿Cómo sabes que vivo con mi madre? Y extrañamente siento miedo al verlo.

—Solo digo, porque te veo que eres mujer hogareña, recuerda que a todos los oficiales nos dan cursos para aprender a conocer a la gente y un tanto de psicología. 

—Muy interesante, pero yo tengo hambre, adiós Alberto.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.