Siglo XVII
Año 1727
París, Francia
27 años de edad
Lucía Lefebvre
Las ramas crujen bajo mis pies y el aire revuelve mi cabello cobrizo. La exaltación me acelera la respiración y el pulso. Veo una flecha incidir de plano en el árbol a mi derecha. Sé que si giro la cabeza corro el riesgo de tropezar y caer así que no lo hago y solamente empiezo a zigzaguear, me meto detrás de un árbol para evitar que me vean los hombres que me persiguen. Aprovecho a sacar mi espada, el sonido de la hoja llama la atención de los dos hombres pero eso solo me da el tiempo para matar a uno de ellos.
Manejo la espada con la facilidad que me brinda el peso ligero de la hoja y la práctica de toda la vida.
Decapito a uno mientras el otro intenta dispararme con la ballesta pero en un movimiento rápido me agacho en un giro derrumbando a mí contrincante. Le quito la ballesta y le disparo con su propia arma.
No me preocupo por recoger los cuerpos, ya vendrá alguien y lo hará, guardo mi espada y me encamino a la cabaña donde están mis hermanos.
Lo malo de ser una asesina a sueldo es que muchas veces tienes que matar a personas de la alta sociedad y eso puede meterte en muchos problemas con sus diferentes guardias, así que si no tienes el cuidado requerido puedes ponerte automáticamente un blanco en la cabeza para todas las personas que tienen algo que defender.
Miro a los alrededores cuidando que no me haya seguido nadie más, mis hermanos son lo más sagrado que tengo y no me quiero arriesgar a qué algo malo les suceda.
Luego de echar varios vistazos me adentro en la cabaña.
—Jay, Jay, viens vite, Lucia est arrivée.
<Jay, Jay, ven rápido, Lucía ya llegó>
Llamó mi hermana menor a mi hermano. Era poco el español que había podido enseñarles porque el tiempo no me daba más que para lo necesario, pero aún así mi hermana prefería hablar el francés.
—Marie, tienes que hablar español.
—Ce n'est pas si nécessaire Luci, viens, avec Jay on a fait le dessert.
<No es tan necesario Luci, ven, con Jay hicimos postre.>
Mi hermanita siempre había tenido preferencia por encargarse de las cosas de la casa mientras yo salía a buscar todo lo necesario para mantenernos con vida. A sus 17 años sabía hacer cosas que a mi me daban tres vueltas.
Jay sin embargo se quedaba en la casa cuidando a Marie y solo cuando era imprescindible me acompañaba a los diferentes trabajos.
—Ya le he dicho que tiene que repasarlo para que pueda ir al pueblo y comprar lo necesario pero ella insiste en que es mejor que hablemos en francés y así parecemos simples nativos.—dijo Jay
—Pero no somos simples nativos y eso solo nos pone en riesgo. Marie.
—Le dessert est déjà servi.—Dijo mi hermana ignorando todo lo que habíamos dicho anteriormente
<El postre ya está servido>
—No tengo hambre, los comerciantes deben venir dentro de 1 hora o menos. Debemos atenderlos con el respeto que creen merecer para que comercien con nosotros. Recuerden mantener la debida distancia, no queremos sorpresas. El postre guárdaselo a ellos Marie.
Dije adentrándome a la habitación para ponerme la ropa ridícula de estás ocasiones. Se que puedo parecer dura ante los ojos de Marie pero no estamos en una situación en la que podamos darnos el lujo de comer postres, compartir como familia o simplemente el de no trabajar o destacar.
Dejo la espada sobre mi cama y abro el armario para coger el vestido que me va a hacer parecer una chica de campo.
Me coloco el corset que le va a dar el toque final, siempre amé estas cosas, me hacían sentir poderosa por alguna razón. Eso no quita que fueran súper incómodos y preferiría no tener que usarlos en todo momento.
Recojo la espada de la cama y la coloco con el debido cuidado debajo del vestido. No podemos confiarnos ya que no conocemos a los "comerciantes" dijeron que querían vendernos uvas, piensan que tenemos un depósito de acero inoxidable o algo así, creen que elaboramos vino. No podemos decirles que no porque eso levantaría sospechas pero eso no quiere decir que les vayamos a comprar. Ni siquiera tenemos para alimentarnos bien vamos a tener para mantener un depósito. Las personas del pueblo realmente no utilizan mucho su cerebro. Es más, si tuviéramos dicho lugar de producción probablemente también tendríamos un viñedo.
Bajo las escaleras, no me gusta dejar por mucho tiempo a mis hermanos solos. Jay aún no maneja bien la espada y Marie no sabe ni cuál es la mejor para usar. Aún están pequeños. A veces quisiera que mi madre todavía estuviera aquí para que me ayudara a cuidarlos. O incluso papá, aunque no haya sido el mejor padre siempre se encargaba de que no pasáramos necesidad y de que no nos sucediera nada. A mis 5 años me enseñó a blandir la espada de manera correcta de modo que a los 10 años, en el momento en el que los Dubois mataron a mis padres ya sabía cómo defenderme —De ellos ya me vengué— Mamá dejó muchos libros con recetas de diferentes medicamentos y comidas. Antes de que mis padres fallecieran tenían una pastelería y se encargaban del cuidado de los vecinos cercanos debido a la falta de médicos.
Una vez tuve la edad suficiente y la seguridad como para dejar a Marie con Jay fui al pueblo en busca del mejor postor, sabía que muchos querían a los Dubois muertos. No éramos la primera familia a la que masacraba. En aquel tiempo la familia más poderosa eran los Durand—los cuáles también asesiné— me prometieron ocho mil monedas de oro si asesinaba a la familia Dubois entera y como yo quería vengar a mis padres no dudé en aceptar. Matarlos fue bastante sencillo ya que no esperaban que hubiera quedado nadie vivo de mi familia además de que no se esperaban que una niña fuera a hacer algo en contra de ellos.