Salgo hacia el bosque y recorrido medio camino maldigo para mis adentros porque olvidé cambiarme. Enfundo la espada ensangrentada y emprendo la huida. Una lágrima corre por mi rostro al recordar que mis hermanos ya no están, que ya no tengo a dónde volver ni una razón para vivir más que cobrar venganza de quién me arrebató lo poco que me quedaba.
En el bosque se divisa una choza, no debería adentrarme en lugares desconocidos que me retrasen pero tengo que comer algo para tener las suficientes fuerzas para pelear.
Al acercarme noto que la puerta está entreabierta, eso solo pueden ser dos razones, o está desocupada o sus antiguos habitantes murieron. Así que me adentro sin ningún tipo de miedo, igual si sigue alguien vivo lo mato y ya.
Reviso la cocina pero me sorprende el hecho de que todo parezca recién usado. Giro sobre mi propio eje empezando a revisar la casita, la habitación tiene una cama recién hecha y cuando me quiero adentrar más siento la puerta principal siendo abierta e inmediatamente mis ojos van a la viejita que viene a paso ligero con una canasta llena de bayas. Podría matarla de un solo corte, pero no lo veo necesario, así que por el contrario me escondo a observar a la viejecita que deja la canasta en la encimera y gira hacia mí y me observa detenidamente como si ya me conociera. Luego una sonrisa se desliza en sus labios como si le alegrara el verme y estoy segura que mi cara solo refleja confusión.
—Te estaba esperando Lefebvre. —Automáticamente doy un paso atrás alejándome de la mujer y en un acto reflejo poso mi mano en la empuñadura de mi espada.—Oh tranquila, no te voy a matar o algo, al contrario. Acércate.
Por alguna razón no puedo negarme y avanzo hasta la altura de la mujer que me posa un brazo en el hombro.
—Mi nombre es Lia Moreau. Te estaba esperando.
—Eso ya lo dijo.
—Lo sé, quería comprobar si me escuchaba. Estoy aquí para ayudarle con su cometido princesa Miriam.
—Creo que se equivoca, mi nombre es...
—Lucía, lo sé. Pero no creerás que así te vas a llamar siempre ¿no?
—Señora, esto ya está muy raro, creo que mejor me retiro.
—No Lucía, tienes mucho por vivir y si no me permites ayudarte no lo lograrás.
—Tengo que irme en serio.
—¿Quién quieres ser?
—¿Eh?
—Que quien quieres ser en realidad.
—En realidad quiero irme.
—Lucía, ¿crees en el destino?
—No.
—Bueno, tú estás destinada a vivir muchas vidas, de una de ellas vengo yo, para guiarte por el camino correcto.
Aparte de vieja, loca.
—Señora en serio me tengo que ir.
—Espera, toma una de las bayas, debes estar hambrienta— Vale, eso no podía negárselo ya que la necesitaba —y recuerda, llegado el momento, no queda otra opción que abrazar lo inevitable.
Dios sácame de aquí.
—Puedes irte.
—Ehm, ¿y la baya?
—Oh si toma.—Me entrega la canasta y yo no dudo en aceptársela. Tengo mucha hambre y necesito recuperar fuerzas.
Salgo de la casa con la canasta y camino lo más rápido que puedo adentrándome al bosque. En serio lo mejor que puedo hacer es alejarme de esta casa, lo presiento.
Cuando estoy lo suficientemente lejos me planto en el suelo y empiezo a comer las bayas como si no hubiera un mañana.
—Ohhh, tengo mucha hambre.
—Puedo verlo.
Rápido me pongo en guardia observando al individuo que me mira con una mueca de asco.
—¿Quién eres?
—Si quiero bayas gracias.—Hace un ademán de acercarse a la canasta pero el filo de mi espada viaja a su cuello y rápidamente retrocede.—Wow pero no nos pongamos agresivos.
—Voy a repetirlo una sola vez más. ¿Quién eres?
—Tu peooor pesadiiiilla— hace figuritas con los dedos y no me gusta esto, siento que se burla de mí. Así que en un movimiento de mi espada corto su camiseta dejándolo expuesto. Mala idea. Se empieza a reír. ¿Es que tendré que rebanarle un dedo para que me tome en serio?
—Si querías verme sin camisa solo tenías que pedirlo. —Se quita lo poco que quedó de la prenda y decido no perder más mi tiempo con dicho ser y recojo la canasta del suelo mientras empiezo a caminar en dirección a un pueblo, necesito un caballo que me permita transportarme hasta Lyon.
—Que grosera eres, no puedes darme la espalda así.—oigo detrás al joven que debe estar rondando los 25 años, decido que lo mejor es ignorarlo ya que solo evade mis preguntas. —¿Quiénes son tus padres? Debo darles una reprimenda por no inculcarte modales.
Giro, la paciencia no es mi fuerte, y el ha agotado la poca que me quedaba. Lo llevo contra un árbol incidiendo mi espada de manera amenazante en su cuello.
—Mis modales están perfectos, los tuyos no tanto. Si te pregunto, respondes. Si te ignoro, te callas y si te mando, obedeces. ¿Entendido? ¿O debo rebanarte la mano dedo por dedo cada que cometas un error?
—No, no, tranquila —Traga lento y yo me siento más satisfecha de que no siga bromeando.
—No más bromas, no más chistes y no tocas más mis cosas. Las bayas son mías, no las tocas, no las hueles, no las comes si no te las doy. La espada también es mía y se repite lo de las bayas. Ahora por última vez te voy a preguntar. ¿Quién eres?
—Hakim Mohammed.
—¿Qué es eso? ¿Árabe?
—Si.
—Vale.
No pregunto más, no me interesa, me aparto y sigo caminando hacia el pueblo, atrás siento sus pasos, ando inevitablemente desconfiada pero no creo que se atreva a hacer algo.
No sé por qué me sigue, no sé de dónde salió, ni sé a dónde va, pero simplemente no es de mi interés, puede ir a dónde quiera siempre y cuando no se meta conmigo ni con mis cosas y creo que ya lo entendió.
En todo el camino no dice palabra y yo me quedo satisfecha de que mis amenazas hayan servido.
No tan lejos se divisa algo así como una aldea y no puedo evitar que algo de alegría me ronde, llevábamos más de 3 horas caminando y ya había acabado con la canasta de las bayas.
—Hakim. —no me responde. —Hakim—maldigo porque se que sigue ahí pero creo que simplemente no se molesta en responderme. Giro y lo veo recostado a un árbol. —¿Qué haces?—hago una mueca de confusión.
—Me recuesto, ¿no ves? ¿aparte de grosera también eres ciega?
—¿Qué te dije del tonito?
—Tienes que parar de creer que eres mi mamá.