EgØ SolÛs

6- El Djinn

Apenas el arqueólogo y sus trabajadores corrieron la pesada piedra de la milenaria ciudadela enterrada, el Djinn aprovechó para escabullirse sin que lo vieran, y hacer de las suyas, al menos hasta que el Djinn Mayor descubriera su ausencia y lo obligara a volver.
Bastó un chasquido de sus dedos para comenzar la diversión: asustó a un grupo de macacos que empezaron a correr despavoridos por el centro del mercado, a esa hora muy concurrido, desparramando por doquier, frutas, verduras, toneladas de especias coloridas y perfumadas, joyas, niños y personas asustadas. Luego, con otro chasquido,  y riendo divertido, el Djinn hizo que varios monederos llenos a rebosar, pertenecientes a un selecto grupo de usureros conocidos, deshicieran sus costuras, vaciando su contenido valioso. Y un fuerte y repentino viento arremolinado levantó por el aire docenas y docenas de monedas de oro y de plata y las esparció, en un abrir y cerrar de ojos, en la interminable hilera de paupérrimas  carpas de gitanos que se habían instalado a las afueras de la medina, sólo una noche antes.
Aún no satisfecho, el Djinn chasqueó por tercera vez sus dedos, sucediendo varias cosas al mismo tiempo: una parturienta en una tienda oscura pareció revivir al oír el llanto de su hija recién nacida; un viejo caballo abandonado, herido en batalla, y con medio lomo carcomido ya por gusanos y moscas, se posó sobre sus cuatro patas en el primer intento, se sacudió los bichos de encima y, prácticamente desbocado, arremetió hacia las dunas que se extendían a los lejos; provocando más confusión todavía entre transeúntes y mercaderes que ahora peleaban entre ellos, en medio de puestos destartalados por los macacos, que habían encontrado una nueva diversión: perseguían con bananas, cual si fueran armas, a un puñado de mujeres con burkas que trataban de quitárselos de encima, con revoleos de bolsos y maldiciones en lenguaje tribal.
Algo debió de sentir el Djinn, aún en medio de todo aquel alboroto porque momentáneamente perdió su sonrisa pícara, al mirar en dirección a las ruinas arqueológicas. Voló despavorido hacia el final de un callejón techado, mientras con ojos desorbitados chasqueaba los dedos sin parar, haciendo que todo a su paso saltara por los aires. Los ventanales se abrían de par en par como si un viento huracanado los azotara violentamente; una jaula de unos cien azores jóvenes comenzó a vibrar descontrolada, y ante otro chasquido del Djinn que justo pasaba por allí, la gruesa cadena que los encerraba cedió y levantaron vuelo, desplegando sus alas enormes, directo hacia la entrada del callejón como una nube uniforme, oscura y aterradora que hizo que muchas personas, al ver semejante aparición, se tiraran al suelo de piedra y se taparan las cabezas, rezando a los gritos, convencidos de que el Día del Juicio se estaba desatando.
El Djinn detuvo su carrera un instante, sólo para buscar una ruta de escape pero cuando quiso seguir avanzando una mano firme lo atrapó de una oreja y lo sacudió. Y así, sin soltarlo, el Djinn Mayor chasqueó sus dedos y ambos desaparecieron en medio de una voluta de humo dorado. Y antes de que el humo desapareciera por completo, una última carcajada retumbó en el callejón. Un niño con el turbante desacomodado, arrastrado de una oreja por su madre hasta una casa cercana, quedó petrificado cuando lo oyó.
- ¡Un Djinn anda suelto!- dijo la mujer en medio de todo el alboroto, viendo de pronto la cara de miedo de su hijo- Y te va a llevar con él si no te portas bien...
 



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En el texto hay: romance, fantasia angeles y demonios

Editado: 01.08.2023

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