Abrió los ojos y se levantó de golpe. Tan de golpe que no notó que ya no le dolía nada. Comenzó a caminar, dando pasos largos, dejando olvidado su bastón en un rincón. Intentó abrir la puerta pero su mano atravesó el picaporte como si no estuviera allí. El viejo sonrió. Volvió al sillón y esperó. Cuando sintió el dolor en sus rodillas supo que lo había logrado. Ya le había sucedido antes: un par de veces se había levantado tan deprisa que había olvidado llevar consigo su cuerpo destartalado. Hacía tiempo que podría haberse ido pero como viejo terco seguía apegado a sus cosas y a su vida.
-Hoy tampoco...- se dijo- Todavía me esperan algunas sonrisas queridas...