Egeo _ El secreto de Poseidón

CAPITULO 13

Naxos no estaba poniendo atención a su alrededor, su objetivo era únicamente entrar al Bastión Phokion. La fortaleza de cientos de años del cual es poseedor un gigante llamado Damasén, allí había un corredor subterráneo que conecta hacia Palamidi[1] y del que cual se ha convertido en una especie de cuartel general. Allí él tendría que esperar instrucciones de Poseidón.

—Al menos me podrías decir de una vez hacia dónde vamos —Naxos estaba a punto de claudicar si Hanae seguía quejándose a su espalda. No iba a soltarle la mano. Debian llegar a salvo y cuanto antes mejor.

—“Al caso, esta chica no entiende lo que significa estar en peligro” –pensó molesto, en cuanto salió de sus pensamientos, quiso estrangular a Hanae. Porque eligió el momento preciso para detenerse, una vez más. No iba a detenerse de nuevo, por una pataleta.

- Aun no... Primero tengo que ponerte a salvo

—¡No! ¡Ya basta! eso llevas diciendo durante media hora, pero no me has dicho nada y…

— ¡No podemos parar Hanae! —le grito Naxos. Volteando a verla, pero ella no termino la frase cuando la vio desplomarse al suelo. Hanae gritaba con opresión y se sujetaba la cabeza. Naxos simplemente entro en shock. “¿Cómo era posible?” —Se preguntó.

Poseidón no había comentado este tipo de reacción. Sabía que iba a sufrir, pero no se imaginó que fuera de esa manera, cuando hasta hace un momento estaba gritando y quejándose. Naxos la tomo en brazos, sus manos rodeaban con desespero su rostro. Se rasguñaba, pellizcaba. La piel estaba agrietándose, sangrando en profundidad. Le tomo su rostro con delicadeza, no quería hacerle daño, necesitaba lograr que ella lo viera, pero sus ojos… No tenía iris, estaba completamente blanco y empezó a hablar en un dialecto que hace mucho no escuchaba.

 

Un lenguaje que solo habla los dioses.  

 

Naxos pudo entender algunas palabras. Había aprendido con Hades, aunque nada tenía sentido.

Estaba sufriendo eso era claro. Pudo entender frases como…

 

>> ¡Quiero salir! ¡Déjenme salir! <<

>> Y cómo se supone que va a acabar? <<

 

Alguien la estaba amenazando. ¿Quién podría ser? Según Poseidón. Hanae solo tenia unos cuantos amigos. Y del pasado no quedaba nada.

—¡Hanae! ¡Hanae! Despierta. Nadie te va hacer daño -No reaccionaba a su llamado, su cuerpo empezó a temblar con violencia - ¡Demonios! Hanae, no me hagas esto. A continuación, perdió el sentido totalmente.

—¡Hanae! ¡Hanae! –Naxos la sacudió mientras estaba en sus brazos —¡MIERDA! ¡DESPIERTA! –Al no reaccionar, la tomo en brazos y empezó a correr, era un largo pasillo. Debía darse prima, dentro de poco iba a bajar el grupo de turistas de la tarde. Podía escucharlos a lo lejos.

Pronto pudo divisar la marca de Damasén. Era la primera estación de guardia, se acercó rápidamente gritando en el camino - ¡Frourá! ¡Frourá![2] –Un destello surgió de la marca. Tomando forma humana. Era Áyax, hijo de Oileo. A quien Poseidón perdono la vida.

- ¿Qué traes allí Naxos?

—¡Áyax! Ayúdame de inmediato.

—¿Qué pasa? –Llego corriendo, al ver a Naxos con una mujer en brazos -Vaya que sabes causar una buena impresión.

—¡Imbécil! Se desmayó, esta inconsciente, ¡MALDITA SEA NO REACCIONA Áyax!

—¿Quién es ella?

—No importa eso, necesito a Damasén como protección, ese gigante me debe favores.

-No será suficiente para el Naxos. Sabes cómo es Damasén. Debes darle algo a cambio.

-Me importa una mierda Áyax. Necesito sacarla ahora mismo de aquí antes de que lleguen los turistas aqui —Áyax asintió, guiándolo por el túnel.

—Llevémosla de inmediato a la sala de Damasén –Áyax toco la pared. Tomando forma líquida. Atravesaron el lugar y corrieron por el túnel hasta una pared totalmente sellada.

—Muévete Áyax.

—Dame un momento. Soy nuevo aquí y ese gigante siempre tiene una marca nueva —Su mano serpenteo por el muro empujando diferentes ladrillos a su paso en cuanto termino. Empezó a salir fuego formando una figura de un gigante.

—Maldito sabelotodo —Comento Naxos en sorna al ver la entrada tan estrafalaria de Damasén —Una nube de tierra cubrió el corredor, ocultando cualquier rastro. Naxos coloco con sumo cuidado el cuerpo de Hanae en el suelo. Protegiéndola de aquella estrepitosa entrada. En cuanto se disipo el ambiente pudieron divisar un gran túnel.

—Bienvenido al mayor mercado negro de Damasén en Grecia.

— ¿A caso tiene más de uno? —pregunto Naxos viendo a su alrededor.

—Este es el más grande. Tiene diez repartidos por todo el mundo —Naxos tomo a Hanae en brazos de nuevo, pero se detuvo antes de entrar.

Aquella habitación era un mercado griego. Parecía sacado de una película. Era un túnel enorme. Lleno de mercaderes por los lados. Había minotauros, centauros, hadas y faunos. Damasén había logrado tener todo un comercio en el subterráneo.




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