Egeo _ El secreto de Poseidón

CAPITULO 17

Año 1514

 

El suelo se sentía rasposo contra los zapatos de Naxos, necesitaba respuestas, como fuera posible, encontrar algo en Nápoles era su misión según las ordenes de Hades. Seguir una huella en este tiempo era como seguir la aguja en un pajar.

—Tardas demasiado Naxos –se escuchó una voz tras de él.

—No creo que sea bueno estar en este lugar y tú lo sabes –le susurro Naxos, escondiéndose tras una pared.

—Lo sé –dice mirando a su alrededor –miles de almas perecerán aquí tras la llegada del amanecer.

—Ya te pusiste poético nuevamente —agachándose y ocultándose de los soldados otomanos.

—Ya sabía yo que este aun no es la era que buscamos –Comento mirando alrededor. La mirada de Naxos se llenó de estupefacción seguido de enojo.

—¡¿De qué mierda estás hablando?! Dijiste que tenia que buscar precisamente ahora. ¡Y ME SALES CON ESO!

—Odio que grites Naxos ¿Por qué gritas? Quieres que los otomanos te persigan. Porque te puedo asegurar que son un dolor de cabeza

—No gracias —dijo bajando el tono de voz.

—Viste eso —Señalando a los soldados —aquí solo hay una guerra que ganara sin duda el sultán Selim —Naxos solo cerro los puños de la rabia.

—Si… Lo se… Me acabo de dar cuenta que no es el lugar que estamos buscando. Porque ciertamente solo ahí hombres… —Comento con sarcasmo —¡Oh cierto! No importa porque igual no sabemos que buscamos. Dime algo… ¿Por cuánto tiempo más debo servirte? –la sonrisa de Hades se hizo más grande.

—Mi querido Naxos, será mucho tiempo a futuro para que puedas volver a ver una luz de esperanza y libertad.

—Es bueno saberlo supongo —Mirando hacia el frente. No quería cuestionar más a Hades.

—Eres un buen chico Naxos —Susurro mirando hacia el frente.

—No me trates como si fuera tu hijo, porque fuiste simplemente un medio en un momento de mi vida.

—Como un hijo no te trataría —susurro viéndolo con deseo —Eres soberbio y orgulloso chico. Deberías dejar el pasado en donde esta, en el pasado.

—El orgullo es el que me trajo aquí desde un principio. No trates de generar un espectáculo por qué no lo es.

—Bien… debemos seguir buscando —Comento Hades, saliendo de la oscuridad del callejón e ignorando su comentario.

—Seria más fácil si me dijeras ¿Qué es exactamente lo que buscamos? –pregunto Naxos viendo a su alrededor.

—Los traidores tienen pinta de oveja Naxos, no olvides eso.

—Explícate –exigió Naxos.

—Podrás vivir una vida aquí, eso te estoy diciendo.

—¿Vivir una vida aquí? ¿Quieres decir dejar tu valioso servicio?

—¿A caso no lo deseas?...

—Lo deseo, pero todo tiene su precio y más contigo. He aprendido a conocerte en este tiempo Hades.

—Me encantas Naxos —Lanzando una gran carcajada —En otra vida hubieras sido mi amante. Definitivamente. —Naxos solo volteo los ojos —Pero no me servirías asi de mucho…

—Quiero una fecha —Exigió Naxos. Llevaba años pidiendo ser liberado. Hades lo ignoraba con gusto.

—Aun servirás para mi muchacho. Ya te dije… me gusta tu compañía. Asi que porque dejarte ir. —Comento con encanto. Aunque se acercó a él con gracia quedando frente a el —No… Por ahora no te dejare. Debemos concentrarnos querido Naxos. Lo que quiero y busco no está aquí. Cuando lo sepa serás el primero en saberlo. Que eso no te quepa la menor duda. Y hay… será el día en que tendrás tu libertad.

—Lo sabía… —susurro Naxos volteando los ojos. Hades pronto se puso serio.

—Era lo que querías recuerdas. Ya no eres como ellos —Señalando a los soldados —No enfermaras, no perecerás de ninguna forma y, sobre todo, no morirás —Comento con sorna mientras veía a un soldado morir y a su alma descender al Tártaro.

—Sabes que es lo que más fastidia de ustedes los malditos dioses –mirando los aldeanos que pasaban a sus alrededor corriendo y huyendo por sus vidas –su lirica poética… me dan ganas de vomitar.

—No podemos cambiarlo –le respondió viendo como Naxos miraba un grupo de prostitutas al otro lado de la calle tratando de ocultarse.

—Además eso suele atraer a las chicas de cualquier forma.

—Me has encargado la misma misión por años, buscar algo desconocido para ti.

—Así es.

—¿Y cómo piensas que vas a conseguir lo que quieres?

—Oh… mi querido Naxos tu eres el indicado –respondió acercándose a su rostro.

—Una vez mencionaste que la única forma era haciendo un juramento de sangre?

—Soy Hades, dueño del Inframundo, poseedor de la muerte, Un juramento no es nada. Si lo digo yo así será.

—¿Y yo soy el orgulloso?

—Cuando llegue el momento, te llamare y me servirás —Y con eso desapareció de la vista de Naxos.




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