Egeo _ El secreto de Poseidón

CAPITULO 25

Hanae no era consciente de lo que estaba pasando a su alrededor. Su memoria viajaba una y otra vez como un bucle.  era una verdadera pesadilla. Viajaba constantemente. Estaba primero en el bar, después corriendo con el chico guapo, luego en un túnel, presenciando a una mujer con cola de sirena, su cuerpo apuñalado, perseguida por una bestia,

Tiene que acabar por favor… como salgo de aquí… —tratando de encontrar una salida. Abrió cada puerta y ventana, pero era solo una imagen en blanco y no podía salir de allí. —Debe ser una completa broma —Después como si fuera un casete vuelve a repetirse todo de nuevo —¿Qué tengo que ver por todos los dioses? — Hanae solo esperaba que alguien la despertara de esa pesadilla.

—Siento decirlo, pero esto no es una pesadilla, por más que lo quieras asegurar.

Hanae abrió los ojos y frente a ella estaba Naxos, con una toalla y un tazón.

—¿Qué estás haciendo? –pregunto mirando a su alrededor.

—Colocándote unos paños, tienes algo de fiebre.

—¿Dónde estamos?

—En Solomos, un pequeño poblado, descansaremos aquí hasta mañana. Por el momento tratare de bajarte la fiebre.

—Vaya… que amable de tu parte.

—Cualquier cosa por ti dulzura, además soy el chico guapo después de todo.

Hanae sintió su rostro calentarse, tras ese comentario. —¿Estuve dormida todo el tiempo?

—Así es

—¿A caso hablare dormida? –se preguntó.

—Si lo haces –respondió Naxos.

—¿Hago qué?

—Hablas dormida.

—¿Cómo supiste que eso era lo que estaba pensando?

—Lo concluí, después de que te quedaste tan callada, tus expresiones te delatan.

—¿A qué hora saldremos de aquí? –pregunto queriendo cambiar de tema. No soportaba verlo a la cara. Sentía que él podía leerle hasta el alma.

—Aun no estoy seguro –viéndolo sumergir la toalla en el agua fría –Pero debe ser pronto, quiero ver que al menos recuperes el color para poder avanzar más en el viaje.

—Te lo agradezco, por todo. Aunque no entienda nada. Me salvaste y te lo deberé de momento.

—Muy pronto linda… muy pronto lo entenderás. Ahora solo intenta recuperarte.

—¿Responderás mis preguntas?

—No todas y los sabes.

—Dios esto es frustrante.

—Lo se créeme –Colocándole el paño húmedo en el rostro –También para mí lo es, pero te prometo que cuando sea necesario no te guardare ningún secreto.

—Hablas como si fueras un viejo.

—Lo soy.

—Que mentiroso eres. Tienes 32 años.

—Créeme no soy mentiroso. Solo omito algunas cosas.

—Bien, me podrías decir que fue lo que paso afuera. Nunca en mi vida vi una criatura como esa y podría asegurar que iba por mí.

—Debes tener una gracia singular para que te persigan hasta las bestias.

—No te hagas el gracioso conmigo Naxos –al ver la seriedad de ella, solo se quedó un momento mirando hacia un punto muerto, cuando por fin hablo.

—Si Hanae, esa criatura venia por ti.

—Pero, ¿Por qué? –balbuceando. En verdad no pensaba que le iba a contestar y mucho menos iba a creer que iban por ella.

—Te quieren y te necesitan.

—Pero yo no soy nadie Naxos ¿Qué pueden querer de mí?

—No te menosprecies nunca.

—Tu no me conoces de nada Naxos.

—Te conozco más de lo que crees.

—Que gran mentira –Hanae solo quería cerrar los ojos y soñar que solo era una pesadilla.

—Es mejor que descanses Hanae.

—¿Me protegerás de los monstruos? —menciono con burla.

—No lo dudes —Ella se limitó a cerrar los ojos y de alguna forma sabía que iba a estar a salvo con él.

 

 

Y allí estaba de nuevo, Hanae sabía que no estaba en la habitación con Naxos, podía sentir el miedo recorrer su cuerpo. No quería abrir sus ojos. Siempre vivía con temor, aunque no lo aceptara, así que solamente abrió sus ojos. Era impresionante, no era en absoluto la habitación, estaba en el campo, estaba acostada boca arriba, tenía el cielo azul al frente suyo y era brillante, era hermoso, podía sentir el calor del sol calentar su piel. Era algo maravilloso de ver. Sentía una armonía que hace tiempo no sentía. Pero no todo era bello, no podía sentirse totalmente en paz, había algo inquietante en el ambiente, algo iba a pasar ¿Pero que era? Miraba hacia todos los lados y no lograba ver nada. De repente sintió la necesidad de ponerse en pie. Estaba rodeada de flores silvestres, por todos lados, no había rastro de algún camino, asi que ¿Cómo llego allí? Empezó a caminar hacia el frente y encontró el mar.




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