Egeo _ El secreto de Poseidón

CAPITULO 32

—¡Despierta! ¡Despierta!

Naxos escuchaba gritos a su alrededor. No podía localizar de quien era o de dónde provenía. Lo golpearon tantos hombres que había perdido la cuenta. Sus músculos estaban tirantes. El suelo estaba helado. Sentía sus costillas lastimadas y seguramente rotas por las patadas que le propiciaron. El rendirse no hacia parte de su vocabulario, sin embargo, no sabia que mas hacer.

 

Estaba solo.

 

Diversos pasos sonaron a lo lejos. Se iban acercando más y más. Dos hombres lo tomaron de cada brazo y lo arrastraron. Sus piernas apenas se movían. El dolor del movimiento le hizo apretar los dientes. Sus ojos apenas se abrían de lo hinchado que estaban. Lo llevaron a la plaza de Numitor, donde se reunía el pueblo a escuchar a su líder. Allí lo arrojaron al suelo como basura y escupieron sobre su cuerpo.

—Traigan agua, y despierten a esta sabandija —Naxos sintió el agua helada rodear su cuerpo, por lo que pudo abrir sus ojos. Toda su cabeza daba vueltas sin parar.

—Por fin te uniste a nosotros comandante Naxos –Entono Amulio con felicidad. Naxos hubiera deseado no haber despertado en toda su vida de hecho. Al frente suyo se encontraba la peor imagen que podía haber presenciado jamás. Su amigo Numitor estaba de rodillas amordazado, tratando de liberarse. A un lado se encontraba sus hijos, la multitud que había sobrevivido mirada con horror a su rey –Ahora querido Naxos despídete de los queridos heredados primero. Numitor gritaba tras la mordaza. Unos soldados en fila ubicados tras de ellos tomaron la espada y los degollaron, a cada uno de ellos. El grito que lanzo Numitor debió rezumbar en el cielo y el infierno. Rea Silvia su única hija no estaba cerca y solo podía pedir a los dioses que se encontrara a salvo. Los soldados de Amulio gritaban y celebraban a su alrededor.

—Vaya eso fue excitante —Las personas alrededor de la plaza miraban con horror. Las mujeres lloraban. Los soldados lo tomaron y lo colocaron de rodillas. Amulio se acercó hasta donde estaba Naxos y se agacho hasta quedar a su altura —¿No lo crees Naxos de Alba Longa?

—Púdrete Amulio —logro pronunciar.

—Pero que cosas tan hermosas dices Naxos. Me sonrojas. Abre bien esos preciosos ojos Naxos. No quiero que te pierdas este espectáculo.

—Un día Amulio me vengare de ti. Y ni siquiera tendrás un lugar donde rezar por tu alma.

—No me hagas llorar —menciono en tono jocoso —prepárate Naxos —Le susurro. Alzo su cuerpo y grito —Ahora traigan a Numitor frente a mí.

—¡NO! ¡Numitor! –Naxos gritaba por su amigo. Pero este ya no tenía ninguna emoción en su rostro. Numitor se había rendido.

—Dile adiós a tu rey Naxos de Alba Longa –Tomo la espada que le tendía el soldado a su derecha. lo alzo, señalo al soldado tras Naxos quien lo tomo del rostro y lo obligo a presenciar la escena. Seguido su espada atravesó su cuerpo, lo había hecho a propósito para que Numitor muriera lentamente. Su sangre empezó a brotar de sus labios de a poco –dios esto me aburre –Pronuncio Amulio y sin más mira su espada atravesó su cuello, las personas alrededor gimieron en unísono, su cabeza rodo hasta llegar a sus pies –quemen el cuerpo, cojan la cabeza, la quiero tener como trofeo en mi patio comandante.

—Como usted desee mi señor –contesto tomando la cabeza y alejándose con ella. Naxos no demostró ninguna emoción. Solo lo traiciono una pequeña lagrima que derramo en su rostro. No le iba a dar ese gusto a Amulio.

—Ahora tu Naxos, me divertiré contigo –le comento mirándolo a los ojos –golpéenlo y llévenlo de nuevo al calabozo.

Que los dioses tuvieran piedad de él. Porque su vida había dado un giro que nunca se imaginó. Naxos sentía el cuerpo entumecido, su corazón latía, pero ahora sin sentido. Tan solo ayer estaba cenando con su amigo y ahora este se había ido. Sus hombres habían muerto y el destino de Alba Longa era desconocido.

Merecía cada golpe.

Merecía morir…

 

 

Ya habían pasado semanas. Los dioses seguían castigándolo con mantener su vida en la tierra y no en la eternidad con sus hombres. Naxos entraba y salía en su conciencia. Alba Longa fue conquistada en su totalidad y los pocos que sobrevivieron se convirtieron en los esclavos de Numitor. Naxos solo quería ahogarse en su desgracia cada vez que tenía que estar a su alrededor. Su mente sus recuerdos todo lo que veía era un espejismo. No sabía cómo salir de aquel infierno. Unos días podía sentir cuando de verdad su mente estaba lucida. Los recuerdos llegaban a ser más dolorosos que las mismas heridas y otras no recordaba absolutamente nada, lo que para Naxos era una bendición.

Al día 20 Naxos despertó totalmente desorientado. Su cabeza latía al igual que el sonido de un tambor. Pocas horas antes los soldados habían golpeado su rostro contra las rocas de su celda. No podía coordinar sus pensamientos “¿Por qué esta tan oscuro?” Se preguntaba, no había ningún sonido a su alrededor “¿Dónde estaba?” se preguntó nuevamente. El olor a su alrededor era nauseabundo, trato de ponerse en pie sujetándose de las paredes, pero estas estaban húmedas y cayo nuevamente, además de una de sus piernas colgaba una cadena. Era el calabozo, “¡El calabozo!”. ¿Qué hacia allí? ¿Qué pasaba? ¿Dónde estaba Fadilia? ¿Su Fadilia?




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